Pasajes

lunes, 17 de marzo de 2008 · 01:00
México, D F, 17 de marzo (apro)- Ante el tan anunciado aumento del precio de pasajes en el transporte público, mucho agradeceré que informe de mis reflexiones sobre el tema a los lectores de este buzón, pues creo que a todos nos afecta dicha disposición Por su atención a la presente, por adelantado mi gratitud Enterado, digo, de tal noticia, de que los dueños de autobuses, micros y peseras pretenden un aumento del precio por boleto de 33%, luego, luego me puse a rezar por los que perciben un salario mínimo, pues los mismos, con cuatro pasajes que tengan que pagar para ir y volver a su trabajo, habrán acabado con el último aumento que les dieron a su salario Dicen, por otra parte, que si se concede ese aumento por boleto, los propietarios de buses, micros y peseras prometen renovar sus unidades ¿Será verdad tanta maravilla? ¡Ojalá y sí! Recordemos que en anteriores aumentos prometieron lo mismo ¿Y qué ocurrió? Que los usuarios, por años y años, estamos padeciendo unidades de transporte que son verdaderas chatarras ambulantes Insisto: ¡ojalá y así sea!, esta vez los dueños sí cumplan con su promesa para que los viajeros no suframos más vehículos cuyas ventanillas no se pueden abrir en días de calor, lo que nos obliga, con todo y ropa, a aguantar un baño de temascal; o por lo contrario, ventanillas que no se cierran o de plano no tienen cristal, lo que hace que la corriente de aire que produce el vehículo en marcha, dé directamente en los ojos de los usuarios sentados a un lado o cerca de las mismas, molestándolos e incluso con peligro de exponerlos a cualquier partícula voladora: que, en los días de lluvia, esas ventanas condenen a los viajeros a involuntarios o no deseados regaderazos sin jabón ni derecho a toalla Repito: ¡ojalá que esta vez sí cumplan con su promesa! Y pongan en servicio nuevas unidades de transporte para que los estrechos, grasientos y, a veces, desgarrados asientos pasen a ser historia, para que los nuevos asientos no sean otros instrumentos de tortura, como lo son la mayoría de los actuales, que por mal diseño obligan a mujeres y hombres, a adultos y viejos, en un viaje y en otro también, a ir con las piernas dobladas casi hasta la barbilla o haciéndose fosfatina las rodillas con el respaldo del asiento de adelante, con lo que termina uno con dolor de lumbago, con todo el cuerpo adolorido, como pies en larga marcha con zapatos de dos o tres números menores, ya que la falta de suspensiones también deja a los viajeros con los riñones flotando Por todo lo anterior, si los dueños de las unidades en servicio cumplen con su promesa de renovarlas por otras más modernas y adecuadas, por mi parte, prometo solemnemente, en agradecimiento, ir a bailar a Chalma ¿Alguien se apunta para acompañarme? Cooperen, es por una buena causa Por si alguien quiere adherirse, también quiero informarles que, en lo personal, su servidor ya ha ido a poner más de una veladora a San Judas Tadeo, santo de los imposibles, para que nos haga el milagro de que los choferes y en general todos los empleados en las líneas de transporte público, comprendan y asuman de una buena vez que los viajeros somos personas que pagamos religiosamente por un servicio y así nos traten, como clientes de los que obtienen sus salarios, y no que crean, como lo hacen en la actualidad la mayoría de ellos, que nos están haciendo un favor y que por ello estamos obligados a soportar sus caprichos, como por ejemplo, a escuchar los radios que llevan a decibeles ensordecedores; a que nos transporten como si fuéramos ganado; a padecer las carreras que suelen entablar con otros compañeros de ruta; o sus lentos recorridos cuando van en plática con algún conocido o conocida: a que nos hagan la parada, que les pedimos con anticipación, cuando y donde se les ocurra; a que las bajadas nos las hagan a metro o dos metros de la banqueta con el peligro que eso encierra para nuestra seguridad Espero, por otra parte, que con eso de la ley contra los fumadores, de que no se debe fumar en lugares cerrados, los choferes que fuman no puedan hacerlo mientras conducen sus unidades, ya que cuando lo hacen, aparte de contaminar el interior del vehículo, cuando sacuden la ceniza del cigarro por la ventanilla, propician que el aire lleve chispas a los viajeros que van sentados a su espalda, con peligro de que les queme la camisa, la blusa o, peor aún, que le caiga en un ojo ¡No hay que ser, estimados choferes! Dando las gracias por la atención que les merezca la presente y en espera de que, como señalé más arriba, no pocos de ustedes se solidaricen en eso de mi baile a Chalma y en lo de las veladoras a San Judas Tadeo, queda de ustedes, apreciados lectores JUAN PASAJERO

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