Pésame del Papa, por la muerte del cardenal Suárez Rivera, arzobispo de Monterrey

martes, 25 de marzo de 2008 · 01:00
México, D F, 24 de marzo (apro)- A través de un telegrama, el Papa Benedicto XVI envió su pésame por la muerte del cardenal Adolfo Suárez Rivera, arzobispo emérito de Monterrey, quien falleció el pasado sábado debido a un derrame cerebral En su telegrama de condolencia, dirigido al actual arzobispo de Monterrey, Francisco Robles Ortega, el pontífice manifestó "su más sentido pésame al pastor y a los obispos auxiliares, así como al clero y fieles de esa Iglesia particular" El pésame lo hizo extensivo a los familiares de Suárez Rivera, a quienes se unió con "fervientes oraciones para que el Señor conceda su paz a quien ha servido tan intensa y generosamente a la Iglesia" Benedicto XVI recordó que el purpurado tuvo un destacado ministerio sacerdotal, primero como obispo de las diócesis de Tepic y Tlanepantla, y después como arzobispo de Monterrey "En estos momentos de dolor humano, que el misterio Pascual de Cristo ilumina y llena de esperanza, me es grato impartir de corazón a cuantos lloran tan sensible pérdida una especial bendición apostólica", concluyó el pontífice Tras haber sido hospitalizado el jueves pasado, Suárez Rivera falleció a los 81 años de edad, en Monterrey, ciudad de la que fue arzobispo durante 19 años Oriundo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde nació en enero de 1927, Suárez Rivera realizó sus primeros estudios eclesiásticos en su estado natal y en Veracruz Luego estudió en Estados Unidos y Roma, donde fue ordenado sacerdote en marzo de 1952 En mayo de 1979, Suárez Rivera fue nombrado obispo de Tepic, Nayarit Un año después, fue designado obispo de Tlalnepantla, estado de México En noviembre de 1983, el Papa Juan Pablo II lo nombró arzobispo de Monterrey, una de las principales circunscripciones eclesiásticas del país y además sede cardenalicia Este cargo lo ocupó hasta 2003 Suárez Rivera fue presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) de 1988 a 1994 Durante ese periodo le tocó encabezar la encomienda del Papa Juan Pablo II, que quería que la Iglesia mexicana tuviera reconocimiento jurídico por parte del gobierno En 1992, gracias a los buenos oficios de Suárez Rivera y de Jerónimo Prigione, entonces nuncio apostólico en México, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari finalmente le dio reconocimiento jurídico a la Iglesia y reanudó relaciones diplomáticas con la Santa Sede Fue esta la principal aportación histórica del cardenal recién fallecido

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