Los falsificadores
México, D F, 14 de abril (apro)- Ganadora del Oscar a Mejor película extranjera, Los falsificadores (Die Falscher, Austria-Alemania, 2007), es un drama crudo, donde un artista y criminal, Salomón Sorowitsch (Karl Marcovics), se las arregla para sobrevivir en un campo de concentración alemán, gracias a sus habilidades para la falsificación
Luego de pasar la noche con una hermosa mujer, Sorowitsch, uno de Los falsificadores más famosos de la época, es detenido por la policía de Berlín y enviado a un campo de concentración, en el que se convierte en el pintor de cabecera de los oficiales de la SS
Después es trasladado al campo Sachsenhausen para darle seguimiento a un ambicioso proyecto de falsificación: el Reich quiere colapsar las economías de sus enemigos (Inglaterra y Estados Unidos) al introducir grandes cantidades de billetes falsos
Los integrantes de esta operación eran --la cinta está basada en una historia verídica-- judíos respetables: artistas, fotógrafos, impresores, etc, los cuales recibían un trato especial: no vestían con uniforme de presos (aunque la que traían era ropa de prisioneros que habían muerto en las cámaras de gas); tenían su propia cama, una mesa de ping pong y comían mejor que los demás
En ese lugar, Sorowitsch no tiene más remedio que ayudar a los nazis, a riesgo de que una desobediencia pueda costarle la muerte Sin embargo, ayudarlos a ganar podría ser igual de perjudicial para su equipo: una vez que los nazis triunfen, nada garantiza la vida de los prisioneros
Por otro lado, tenemos a Adolf Burger --un impresor combativo que fue detenido por hacer propaganda anti-nazi junto con su esposa, la cual murió es Auschwitz--, quien está decidido a morir y a hacer que maten a sus compañeros falsificadores, antes de colaborar con los nazis que tantas vidas judías se han llevado
Así, no sólo la vida está en juego, sino la conciencia de este grupo de colaboradores
Dirigida por Stefan Ruzowitzky, Los falsificadores es una cinta que reduce al mínimo el chantaje emocional, en aras de exponer dilemas éticos capaces de provocar pesadillas a cualquiera: ¿Hasta qué punto el sacrificio del individuo es capaz de transformar el mundo? ¿En qué momento el instinto de supervivencia debe hacerse a un lado para dar lugar a un fin superior? ¿En qué momento mantenerse con vida es en sí mismo una forma de resistencia?
Resalta la actuación de Marcovics, a veces un líder efectivo, otras tantas sólo un ladrón con grandes dotes artísticos, pero ladrón al fin, sólo interesado en mostrar a todos que es el mejor en su arte
Sin aspavientos visuales, Ruzowitzky nos deja caer todas estas preguntas como un balde de agua fría, mientras Sorowitsch se debate entre el egoísmo y la conciencia gremial (como diría Mafalda), entre vivir el día a día o morir con la intención de convertirse en mártir
Lo triste es que, al parecer, sea cual sea la decisión, Sorowitsch parece estar condenado a recordar una y otra vez los horrores de los campos de concentración