Los mismos y lo mismo de siempre
México, D F, 21 de abril (apro)- Estimados congéneres: con estupor y pesar veo que el tiempo de poco o nada nos sirve, que no nos da experiencia, que seguimos siendo los animales que tropezamos en la misma piedra, por lo que digo que no existe la ley del eterno retorno, que lo que existe es la repetición, porque la naturaleza humana ha sido hecha de una vez para siempre, y por tanto, poco propicia al cambio Al menos eso es lo que he podido observar en ella en los dos siglos y medio que llevo de hacerlo
En ese tiempo he podido comprobar que la libertad, privilegio y gloria del inglés de mi época, se ha ido convirtiendo en el anhelo y divisa de todo pueblo, hecho que como súbdito británico me llena de orgullo, ustedes perdonarán esta vanidad Desafortunadamente, también he visto que ese atributo divino sufre las flaquezas e incluso las malicias de la humana naturaleza
Si bien es verdad que todos tenemos los mismos derechos, no lo es menos el que, entre los hombres, unos son más fuertes, otro más astutos y otro más sabios que los demás, y éstos son los que más probabilidades tienen de hacerse los amos de todos, ¡y vaya si eso ocurre!, y así como el cochero y el postillón manejan los caballos porque son más inteligentes que ellos, de igual manera un ser más hábil que ellos debe inevitablemente dominarlos Esta realidad irrefutable nos muestra y nos demuestra que la sumisión es parte de la humana naturaleza y de que hay hombres nacidos para mandar y otros para obedecer De estos últimos, hay quienes lo son por ignorancia, otros por necesidad y no faltan quienes los son por ambición e incluso por gusto Díganme si me equivoco, díganme si en ese hoy en que viven no ocurre lo que sucedía en mi época
Como ya señalé, estas flaquezas y malicias de la humana condición afectan a la libertad, por lo que la misma tiene en ese su tiempo, lectores de la presente, los mismos poderosos enemigos que ya tenía en el mío: el poder y las ambiciones de los políticos y los intereses y el poder del dinero, de los ricos, que a veces luchan entre ellos para ver quién domina a quién, y otras se ponen de acuerdo para favorecerse mutuamente, por lo que puede suceder, ¡y sucede!, que el poder político favorezca la acumulación de la riqueza en unas mismas manos y la riqueza alimente y fortalezca el poder político que a su vez la favorece ¿Pueden decirme si esas situaciones no siguen dándose en su actual sociedad?
Ocurría en mi época, miren a su alrededor y díganme si no ocurre también en la que ustedes viven, que el rico empleaba parte de su fortuna en comprar poder político, es decir, en reunir personas que dependieran de él, comprando la libertad de los necesitados o de los ambiciosos, de los hombres que por un pedazo de pan no vacilan en soportar las humillaciones de la subordinación Y esas personas dispuestas a girar en el torbellino de un hombre poderoso, ¿no lo hacen por estar por naturaleza inclinados a la esclavitud o porque sus almas han sido sometidas a una educación acomodada al servilismo y únicamente conocen la libertad por el nombre? Repito: miren a su alrededor y díganme si en ese su tiempo no hay individuos así
Reflexionen y díganme si lo expuesto no puede llevar, como yo observé que ocurría en la Holanda, la Génova y la Venecia de mi época, a una situación tal donde las leyes gobernaban al pobre, y el rico gobernaba a las leyes Insisto, reflexionen y díganme si esa situación no se da en ese tiempo en que viven
En lo personal, sigo pensando que el deber de los hombres honrosos es acudir en socorro de la Constitución que les rija, ese sagrado poder que, tanto en mi época como en la de ustedes, va declinando de día en día y perdiendo su legítima influencia en el Estado; y también el de organizarse para evitar que la masa, ignorante por falta de educación o extraviada por una falsa información, se aturda al grito de libertad que sea máscara de intereses particulares y echen su peso en el platillo que no les conviene, es decir, que en esa balanza de intereses encontrados, ponga su peso en el platillo que lo perjudique
Esta es mi visión del mundo; de ustedes, estimados lectores de la presente, es el juzgar si estoy o no en lo cierto
Con el ferviente deseo de que Dios sea con nosotros
EL VICARIO DE WAKEFIELD