En silencio, la lluvia, de Silvia Molina

lunes, 5 de octubre de 2009 · 01:00
MÉXICO, D F, 30 de septiembre (apro)- Con una obra considerable en nuestra narrativa, la de Silvia Molina ha sido variada: cuento, ensayo, crónica, teatro, novela y libros para niños y jóvenes
Molina, quien estudió Antropología y Lengua y Literatura Hispánicas, ha ganado premios como La mañana debe seguir gris --que cuenta de manera novelada los últimos días del poeta tabasqueño José Carlos Becerra en Italia, donde ocurrió su fatídica muerte--, con el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1977; el Nacional de Literatura Juan de la Cabada (1992) por Mi familia y la Bella Durmiente cien años después;;el Sor Juana Inés de la Cruz por El amor que me juraste (1998), y el premio Leer es vivir hispano (1999) por la novela para niños Quiero ser la que seré
         Ahora, Molina entrega en Alfaguara En silencio, la lluvia, donde entrecruza tres historias, donde la protagonista, "educada en una familia mexicana de clase media (?) se pregunta si su horizonte es de veras el que vivieron y le trasmiten sus padres"
         El relato fue dividido en cuatro partes (con un intermedio): El inventario; Como se hace un inventario; Los riegos de un litigio, y De las negligencias de un inventario Hemos escogido como adelanto para el lector, el inicio de la novela, que dice:
          Cuando pocos meses antes había sucedido todo --es decir, cuando ya  había acabado mi trabajo sobre Catharina de Lovaina y estaba en Bolonia, e Irene había salido de Bruselas--, observé una vez más la fotografía del grabado del siglo XVI en un marco sobre mi nueva mesa de trabajo para recordar mi estancia en Bélgica
         De pronto me pregunte qué había tenido mi vida en común con la de aquellas dos mujeres que se cruzaron en mi camino y me ayudaron de alguna manera a no escapar otra vez de mí misma, a enfrentar la realidad No supe contestarme en ese momento, y pensé que sólo teníamos en común a la pasión, el dolor o el deseo, ya que el desengaño no se comparte puesto que, por lo general, es secreto e íntimo
         Estuve tan cerca de Irene y de Catharina durante aquellos años, y también de sus experiencias que comprendiéndolas llegué a entender  mi vacío y mi desesperanza Mientras anhelé lo que no podía tener, fui feliz deseándolo; pero cuando lo obtuve, perdí el interés ¿No es verdad que para el antojo no muera, lo ambicionado debe quedar  fuera de nuestro alcance?
         Cuando probé lo que había soñado, comprendí que eso no era lo que buscaba para mí ni para mi vida; que me perdonen mis padres y Jan por ser tan egoísta, inmadura o inconforme, y débil quizá ¿Por qué me protegía de los otros? Para expiar mí culpa y para no abandonar del todo a los míos, abrí mi cuaderno y tomé la pluma
         Volví a ver la fotografía Aquel grabado había pasado de ser un objeto de estudio a representar un símbolo, un testimonio de mi estancia en aquel país Me recordaba no sólo la vida en Bélgica, sino una serie de aprendizajes de los que todavía no asimilaba muchas cosas Los trazos de la escuela flamenca, parecidos a los de Martin de Vos, daban muy bien la idea, en 20 pequeñas escenas, de las actividades cotidianas de un `beguinaje`, llamado beaterío por los españoles, palabra que el tiempo y el uso volvieron mordaz, y que no me gustaba
         Cada escena del grabado iba acompañada de un texto edificante En una, por ejemplo, se veía a una beguina con hábito beige, largo e incómodo, cuidando a una anciana que yacía en una cama con dosel: `A los enfermos en todo tiempo con amor sanarás, y de esta acción prende te alegrarás' En otra, una beguina jalaba, en un lugar que parecía un patio, la cuerda que descendía de un campanario: `La campana al oscurecer debe sonar, y todo ser ajeno nuestro recinto debe dejar' En otra, una beguina hablaba a una joven en el cuarto de bordado y tejido de encaje: 'Si el cielo deseas heredar, tu mala conducta de aquí debes echar'
         Una tarde, tiempo atrás, mientras caminaba por los jardines de la universidad y oscurecía a hora temprana, me di cuenta de que allí, en ese grabado, estaba contada la historia de `La huérfana de Lovaina`; me quedé azorada por el hallazgo: el autor no era Pieter Mostaert, como había pensado, sino la beguina Catharina de Lovaina
En lugar de felicitarme por el descubrimiento, el doctor Hoste opinó que yo era una investigadora con suerte Y no fue así, pero eso no lo voy a discutir en este momento ni más adelante El doctor Hoste me hacia la vida imposible, ahora lo sé, sólo porque era una forma de combatirse a sí mismo
El encuentro de la autoría de ese grabado había sido algo oportuno y definitivo que me salvó de aburrirme con el tema de la pintura novohispana del que a estaba saturada, y me dio la oportunidad de evitar las noches en vilo pensando en el miedo y la vanidad o en las cosas inciertas para el mañana ¿Qué haría al terminar mi doctorado?
Cuando encuentras una evasión o te ocupas en algo más allá de tu misma ?otra vida, otros problemas--, das con la forma de pasar el mal momento de tu vida, de ahuyentar el abatimiento del amor propio, el padecimiento por el desengaño y la amargura que te regala el fracaso
Sí, me refiero a la ruina, la decepción Evitas la exhibición personal
--¿El amor propio? ?habría dicho Irene-- No le entiendo
--El orgullo que uno tiene, la suficiencia: ¿cómo me pasa esto a mí?
--¿Y la exhibición personal?-- habría vuelto a indagar
--Andar por el mundo mostrando la desdicha, la tristeza, la caída Muchos no sabemos aparentar que todo va bien, simplemente nos destruimos, nos consumimos de pena delante de los demás
"Recordé una tarde en Lovaina, cuando observaba una tormenta eléctrica desde una ventana de la biblioteca Veía cómo el vendaval doblaba las ramas de los tilos Temerosa Hoste susurró detrás de mí:
--Nosotros tenemos un dicho que dice que al mal tiempo hay que ponerle buena cara
--Nosotros también --le contesté, sorprendida porque no lo había visto
--Entonces, ¿por qué tiene usted ese gesto de miedo? --alzó los hombros-- Disfrute el rumor y el silbido del viento; no es de cualquier viento sino el del Mar del Norte
--¿Es una cortesía de la universidad? --jugué más tranquila
--No, se lo vamos a descontar de su beca
--En mi país regalamos el sol en las playas --contraataqué
--¿Ya ve? El dicho funciona, tiene otra expresión Es mejor que espere a que pase la tormenta para irse Los rayos son peligrosos a no ser que sea amiga de Santa Bárbara ?terminó a manera de despedida; y se perdió por el pasillo que daba a su oficina
"Desde entonces he hecho lo posible por mirar los reveses con optimismo, aunque no sé si eso sea también otra forma de evadirme"

Comentarios