El Corredor Roma-Condesa

jueves, 10 de diciembre de 2009 · 01:00

En los escenarios del arte contemporáneo institucional y de presencia en el mainstream, la creación y la propuesta artística es cada vez más irrelevante. Utilizada como una mercancía de intercambio comercial, como un objeto simbólico de distinción clasista, como un adorno para potenciar entretenimientos exclusivos, o como un pretexto para detonar actividades de autolegitimación y cuestionable bienestar social, la creación artística ha dejado de ser un objeto –o imagen– para contemplar y se ha convertido en un simple término que, sustentado en discursos crípticos o socialmente atractivos, se acepta dócil y acríticamente como “arte”.

Un ejemplo de estos antiartísticos y ambiguos usos del arte se presentó el pasado martes 1 de diciembre en la Ciudad de México en el contexto de la segunda edición del Corredor Cultural Roma-Condesa. Organizado por la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la promotora independiente Ana Elena Mallet, con el apoyo del Gobierno de la Ciudad de México a través del Fondo Mixto de Promoción Turística del Distrito Federal, el corredor fue una muestra de identidad indefinida, selección excluyente y ambiente subdesarrollado.

Promocionado como un evento gratuito para generar la apropiación y recuperación del espacio público a partir de la cultura contemporánea (según El Universal del día 21), el segundo Corredor se conformó con 35 espacios que, ubicados en las dos colonias mencionadas, integró a galerías, tiendas de diseño y restaurantes, los cuales debieron cumplir con el requisito de presentar proyectos especiales para el evento.

Con una selección arbitraria que permitió tanto la participación de espacios que ya habían inaugurado sus muestras –galería OMR y el Muca Roma de la UNAM–, como la convivencia de galerías de arte prestigiadas –Arróniz, OMR, Nina Menocal, EDS– con tiendas de ropa usada que difícilmente podrían definirse como “diseño vintage”, el corredor evidenció algunas características medulares de la escena mexicana del arte contemporáneo institucional: el deseo de reproducir artificialmente el ambiente social que genera el consumo cultural en centros artísticos, la selección curatorial basada en la arbitrariedad y exclusión, la indiferencia ante el consumo no comercial de la creación artística y el desconocimiento de las prácticas artísticas como detonadoras de experiencias relacionales entre el público y la urbe.

Situados no sólo en un perímetro demasiado amplio sino también en calles carentes de atracciones turístico-culturales, los espacios seleccionados eran incapaces de detonar caminatas urbanas que fomentaran la apropiación de las calles. Apresurados en las visitas debido a que los transportes destinados tenían que continuar con el tour, los espectadores se conformaban con entrar y salir de las galerías. Desinteresados en conocer las propuestas artísticas, se concentraron en la zona de la plaza Río de Janeiro y la calle de Colima. Y en lo que respecta a la mayoría de los dueños de las galerías, debido a su compromiso con las ferias de Miami Beach que se inauguraron el miércoles 2 de diciembre, no pudieron estar presentes para atender al público como lo hacen durante las ferias.

Con ausencias tan relevantes como el café La Gloria, que durante años se ha dedicado a la exposición de creaciones artísticas, o la galería Pecannis, que no fue invitada, con eventos centrales que no pudieron realizarse por falta de energía eléctrica en el MUCA Roma, y con propuestas que para ser vistas debían contar con una reservación en la galería Labor, el corredor contó con dos presencias interesantes: la nueva galería Arte TalCual y el video del inglés Rob Carter.

Presentada esta última en la galería Arróniz, la pieza realizada con ensamblados de papel recortado deja testimonio de un juego arquitectónico entre el pasado y el presente. Abierta hace apenas cuatro meses en Colima 326, la Arte TalCual, dedicada a la promoción de artistas emergentes, sorprendió con una muestra de acuarelas de la mexicana Daphné Bally.

Concebido para realizarse varias veces durante 2010, el Corredor Roma-Condesa requiere de una reestructuración conceptual que permita definir su identidad, objetivos, actividades, selección, públicos meta y servicios que desea prestar a la ciudadanía. El dinamismo cultural no se inocula con discursos ni se provoca con prisas, se construye con creaciones y miradas capaces de mirar, vivenciar y convivir en el arte y con el arte.

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