Fanny Rabel, a un año de su muerte

viernes, 11 de diciembre de 2009 · 01:00

MÉXICO, D.F., 9 de diciembre (apro).- Si Fanny Rabel viviera, “con el SME estuviera”, dijo el historiador de arte Alberto Híjar, quien así evocó la figura de la pintora polaca que en 1940 colaboró, con varios artistas defensores de la República Española, en la creación del mural Retrato de la Burguesía, en el edificio Arquitecto Enrique Yáñez, sede del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

Durante la inauguración de la muestra Fanny Rabel y las Mujeres del Salón de la Plástica Mexicana. Una visión retrospectiva, que se exhibe en la Biblioteca José Vasconcelos, Híjar ofreció una conferencia sobre la pintora, en el marco de la conmemoración por el primer año de su fallecimiento, ocurrido el 25 de noviembre de 2008, en la Ciudad de México.

         El especialista, investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de las Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y fundador del Taller de Construcción al Socialismo, recordó que Rabel, siendo muy joven, fue invitada a participar en el proyecto colectivo del mural del SME.

Asimismo, habló de los retratos que, en su opinión, lograron captar mucho más que rasgos físicos, y lamentó que en dos importantes museos del Distrito Federal, el de Arte Moderno y el de la Ciudad de México, la obra de Fanny no hubiera sido valorada debidamente.

Entre risas y bromas, el historiador de arte dijo que Rabel se acercó a los exiliados españoles para ver qué les oía y aprendía, “con la fortuna de que Antonio Pujol le hizo propuestas que Fanny no aceptó”, y así fue como la invitaron a participar en la creación del mural realizado por los “dos tenientes coroneles del Ejército Rojo Español, David Alfaro Siqueiros y Antonio Pujol, quien regresó herido a México”, y Joseph Renau, comisario de Bellas Artes de la República Española, además de Luis Arenal, “eterno jefe de taller de Siqueiros”, así como Antonio Rodríguez Luna y Miguel Prieto, “padre del diseño gráfico en este país”.

A decir de Híjar,  se trata de una de las obras colectivas mejor realizadas en la pintura mural. Renau, explicó, hizo el estudio geométrico del cubo de la escalera, marcando “las líneas-fuerza que organizan la visión del espectador en movimiento”, y cada uno de los otros pintores ocupó un lugar con su propio estilo.

“La parte baja son escenas fotográficas –pintadas con el naturalismo más minucioso por Miguel Prieto y Rodríguez Luna– de los trabajadores frente a los tableros de una mujer anciana que lleva una canasta con comida. De ahí para arriba viene la intervención de los demás.”

Los artistas, añadió, recorrieron centrales eléctricas para discutir con los trabajadores si en la parte central del mural dejaban los rostros de niños asesinados, masacrados por los bombardeos nazis en España, a lo cual se opusieron los electricistas. Ello “impidió que se hicieran murales en los que llega el artista a hacerle el favor a la comunidad o al pueblo”, vendiéndoles la idea de que participan, cuando quizá lo único que le permiten a la gente es lavar pinceles o iluminar con algún color y la advertencia de tener “mucho cuidado” en una sección.

Según Híjar, esto no ocurrió en esta obra, en la que hasta determinadas ideas e imágenes  fueron construyendo el mural colectivo. Por ello, agregó, Fanny Rabel no podía dejar de ser parte.

El historiador de arte ejemplificó con un relato de Renal, en el que contaba que en una comida en Valencia, con Siqueiros y Ernest Hemingway, el escritor dijo que los bombardeos nazis eran ponían acero a la carne humana, idea que se plasmó en la figura del águila de acero, “el águila imperial que acompaña en un costado a los elegantes financieros empresarios ataviados de frac y con máscaras de gases en el centro del mural”.

Este contexto, más la influencia de los carteles de John Heartfiel, “seguramente hicieron que Fanny comprobara que el internacionalismo de los trabajadores contra la guerra por el socialismo debía pasar también por esta dimensión estética, que por supuesto incluyó, en este caso, el respeto a lo que cada quien podía hacer”, añadió

 

Conciencia política

 

Después de colaborar en la obra, Rabel ingresó a la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda, donde conoció a Frida Kahlo, de la cual fue discípula. También conoció a quienes después fundaron el Salón de la Plástica Mexicana, que ahora festeja 60 años, entre ellos Feliciano Peña, Diego Rivera, José Chávez Morado, Raúl Anguiano, Francisco Romero, Francisco Zúñiga y Alfredo Zalce.

Fanny encontró así “la posibilidad de una formación estética curricular mucho más amplia que la que puede reducirse al oficio, a la técnica, a la disciplina artística”, dijo Híjar, quien resaltó la basta formación cultural y política de la artista.

 “No me lo van a creer, pero hay artistas que no leen el periódico para no influir su ‘creatividad sublime’ con la porquería de cosas que están pasando en el mundo. Fanny fue, desde sus primeros años en México, una cultísima asistente a conciertos, a puestas en escena, escuchaba Radio Universidad todo el tiempo, era una conocedora muy aguda de la cinematografía, y no sólo de la mexicana y holliwoodense. Además, formó parta de una familia muy culta, con su hermana Malka, la más puntual crítica de teatro, y con sus hijos: los actores Abel y Paloma Wooldrich.

“Esto tiene que ver con los movimientos de vanguardia, con el amor por Julio Castillo, con sus relaciones con gente que tenía acción política, con los compañeros del Taller de la Gráfica Popular (TGP), de los que tanto aprendió, con el afecto desarrollado por los grandes maestros.”

Y recordó entonces que Fanny sentía mucha desazón, misma que expresó al grabador Leopoldo Méndez, quien se distingue por su obra antifascista al contarle.

“Oye, yo no puedo hacer obras combativas; puños, caras fieras y fusiles, no me sale, no puedo. Yo creo que me voy del TGP”, dijo Rabel a Méndez, pero éste –continuó Híjar– la convenció de que “no sólo la furia y la pasión contra el enemigo histórico forman conciencia de lo que significa la guerra”.

Por esta razón, señaló, siempre se ha dicho que las obras de Rabel son dulces o tiernas. Aunque aclaró las obras de la pintora tienen una raíz política y no carecen de fuerza combativa.

Su ternura, ironizó, no tiene que ver con la sensiblería que explota gente como Fernando Landeros en el Teletón, y con ello permite a empresas como Televisa disminuir su pago de impuestos. En Fanny --subrayó-- la ternura es revolucionaria.

Sus retratos, insistió, son mucho más que el registro “fotográfico” de facciones o rasgos, e incluso sus autorretratos. Y describe uno donde se plasmó “tristísima”, siendo que era una mujer alegre, festiva y bromista.

“Esta profunda tristeza lo coloca como uno de los más importantes retratos hechos en México. De ahí el dolor de Fanny cuando el Museo de Arte Moderno --siempre resistente a la inclusión de pintores importantes y siempre proclive a meter a los amigos de lo más reaccionario y conservador-- no la invitara a exponer sus retratos ni sus autoretratos... A Fanny le dolían estos desprecios”, apuntó.

Y al final de su vida, remató, no se enteró que un grupo de amigos y especialistas pidió para ella el Premio Nacional de Arte, “que por supuesto no le fue concedido, cuando más que merecido lo hubiera tenido”. Sólo por sus murales, agregó, tendría que ser reconocida como “la mujer muralista más importante que ha tenido este país”.

 

Luto por la ciudad

 

Momentos antes de la conferencia, Híjar fue entrevistado por Apro en torno de la vigencia del pensamiento de los hermanos Flores Magón. En ese momento pidió al fotógrafo de Proceso, Benjamín Flores, que le sacara una imagen con una de las obras que Fanny, también con profunda tristeza, hizo sobre la Ciudad de México. Estas obras, expresó enseguida, debieran ser parte del acervo permanente del Museo de la Ciudad de México, ubicado en la calle de Pino Suárez.

En octubre de 1979, Rabel contó al reportero Armando Ponce, de la revista Proceso, que la serie “Réquiem por una ciudad”, integrada por obras como Diálogo capitalino, Muerte citadina, Los peatones van al cielo, El profundo drenaje, La rebelión de los peatones y México, D.F., surgió de su pesar por la destrucción de la ciudad.

Ahí aborda la incomunicación, el tráfico, el smog, la basura.

Y así dijo en ese entonces al reportero:

“Si la vida no es fluida qué importa si el tránsito lo es. Hay una obsesión de la vialidad que me preocupa. Se le da más importancia a las reglas que a la colectividad. En ninguna ciudad he visto tantos coches con una sola persona.”

Cabe señalar que en el comunicado 1930, difundido por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes el pasado 18 de noviembre, un día después de la conferencia de Híjar sobre Rabel, se omitieron todas las referencias que hizo de la pintora en torno de su lucha antifascista y antinazi, así como sobre los defensores de la República Española que la invitaron a colaborar en el mural Retrato de la Burguesía. Tampoco se mencionó nada del mural. Obviamente no se mencionó al SME, aunque el investigador repitiera varias veces la frase: “Sí Fanny viviera con el SME estuviera.”

Días después de la conferencia, Híjar y otros especialistas del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) alertaron del riesgo que corre el mural del SME, luego de que Felipe Calderón decretó la extinción de Luz y Fuerza del Centro.

Al respecto, Híjar manifestó que como está ahora “el fascista secretario del Trabajo (Javier Lozano), en el peor de los casos pueden alegar que el SME está legalmente liquidado, aplicar la ley de extinción de dominio al edificio y mandar a la cárcel a la dirección del sindicato.”

Pero tanto el mural, como el edificio construido por Yáñez para el SME, en la calle Alfonso Caso 45, son propiedad del sindicato.

La actual directora del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Lucía García Noriega, esgrimió que el gobierno no puede expropiar el mural, pues no hay forma de alegar que es “de interés público”.

La realidad es que el interés público sí es un argumento y se debe considerar, además, que la obra de Siqueiros es considerada patrimonio nacional. Y éste es un mural colectivo, por lo que sin duda la expropiación tendría muchos ángulos de discusión desde el punto de vista jurídico.

Según Noriega, mientras el sindicato no desaparezca o remate sus propiedades, no habrá problema con el mural.

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