El fantástico Mr. Fox
MÉXICO, D.F., 9 de diciembre (apro).- Basada en una historia de Roal Dahl, El fantástico Señor Zorro (Fantastic Mr. Fox, EU, 2009), de Wes Anderson, es una cinta buena, a secas, que cuenta la historia de un astuto y elegante zorro incapaz de socavar sus instintos de bribonería, es decir, incapaz de acallar el instinto que lo instiga a robarle a los humanos.
El drama del asunto es que robar es una cuestión peligrosa, sobre todo ahora que el Señor Zorro se ha convertido en un respetable padre de familia (a petición de su esposa) y ha acogido la profesión periodística.
Pese a tener todo lo que un hombre ordinario puede desear, el Señor Zorro vive una tremenda insatisfacción, la cual será mitigada cuando decida robarle a los tres grandes granjeros de la región.
El problema no es el robo en sí, sino las acciones que los granjeros emprenderán posteriormente: harán lo posible por acabar al Señor Zorro e incluso a su familia misma.
Si bien la cinta posee grandes pinceladas dramáticas (en cuanto a conflictos familiares se refiere) y narrativas (por ejemplo, al hacer un comparativo entre el tiempo de los humanos y el de los animales), El fantástico Señor Zorro carece de la claridad argumental de otras películas de Anderson: la resolución no posee la fuerza necesaria para generar un discurso contundente.
Resulta claro que ciertos instintos no pueden ser domados y que eso trae consecuencias desastrosas, pero la resolución carece de una alternativa o una postura al respecto. Todo puede resumirse en un lasse faire (dejar hacer), y no es que todas las historias deban tener mensaje, pero usualmente las historias de Dahl tiene posturas claras en cada una de sus historias y, en ese sentido, hay que ser cuidadoso con las licencias poéticas.
La música y el arte de la cinta, como siempre, son excepcionales, al igual que el esbozo de los pintorescos personajes, casi todos memorables y con un desempeño esencial para la historia.