Un otro yo

lunes, 14 de diciembre de 2009 · 01:00

MÉXICO, D.F., 9 de diciembre (apro).- Respetables y respetados lectores de la presente: les confieso que esto de ser actor tiene sus bemoles, pues resulta que a veces algún personaje que ya hemos interpretado, estamos o vamos a interpretar, nos hace ver la vida de manera diferente, bien afirmándonos más en nuestro personal punto de vista sobre la misma en ocasiones, haciéndolo más flexible en otras e, incluso, hasta imponiéndonos la cosmovisión propia del carácter que le adjudicó el autor de la obra. Bueno, al menos eso es lo que le ha ocurrido a este servidor de ustedes en más de una ocasión.

Ejemplo de lo expuesto es lo que viví hace unos días. Iba a tomar el Metro cuando vi a una de las llamadas “marías” sentada en la escalera de acceso a la estación rodeada de tres niños no muy limpios, pidiendo limosna. Después abordé un camión. Ya acomodado en mi asiento, vi que subía una pareja humilde, de aspecto campesino, con cuatro niños pequeños, dos que ya caminaban, uno en brazos de la mamá, embarazada de nuevo, y otro más en brazos del hombre. Todos ellos limpios, sí, pero vestidos con ropas muy usadas, y todos ellos, sobre todo los adultos, con caras que a la legua mostraban que no estaban muy bien alimentados.

Pasaron a mi lado, para acomodarse en asientos de atrás y me olvidé de ellos. En uno de los altos ante un semáforo que hizo el pesero, observe a unos adolescentes, casi niños. Uno de ellos la hacía de “tragafuego”, mientras otros dos se movían entre los automóviles pidiendo a los conductores y ocupantes de los mismos “lo que fuera su voluntad”. De pronto, sin saber cómo, estas tres vivencias se me juntaron en una, produciéndome un estrujamiento de mis sentimientos y ensombreciendo mi visión del día, pero casi al mismo tiempo esa mi turbación anímica fue interrumpida por el pensar y ser de el Anarquista, personaje de la obra Los Rebeldes, cuyo papel estoy estudiando para una futura posible interpretación.

Lo que me dijo ese personaje, con sus respectivas entonaciones, les ofrezco a continuación un resumen según lo recuerdo.

El Anarquista.- (Burlón) Te han conmovido, ¿verdad? ¡Qué sensible eres! No te lo tomes tan a pecho, pues te aseguro que ellos son felices al ser correctamente religiosos… (Irónico) al cumplir con el mandato divino de “crecer y multiplicarse”, a tener los hijos que Dios quiera darles… según les dijo, no Dios directamente, sino sus representantes; obedecen, pues son personas de fe, por lo que son incapaces de tener actitudes tan poco cristianas como las que ejercitaron algunos esclavos, paganos, hombres inicuos, que demostraron el amor a sus hijos practicando la llamada “huelga de vientres”, o sea, no teniéndolos, ¡que bárbaros! ¿O no? Ellos, como religiosamente correctos, obedecen a sus directores espirituales, lo que proclaman los bien pensantes, la gente de pro… (Sarcástico) personas a las cuales no les cuesta mucho, pues ellas no tienen que alimentar a esos niños que vienen al mundo según el mandato divino, preconizado y aplaudido por ellos, desembolsar para vestirlos, ni costear su educación, ni pagar al médico y las medicinas si se enferman, ni liquidar los gastos de funerales y entierros en caso de que mueran… y cuando los ayudan en algunas de esas necesidades, esos bien pensantes, esas personas de pro, satisfacen sus tendencias altruistas… y su altruismo, les sirve para acallar remordimientos de conciencia… si es que los tienen, claro. (Amargo y un tanto rencoroso) y lo lamentable es que esos peregrinos de lo religiosamente correcto, son una legión internacional que, lo ignoren o no o lo quieran o no lo quieran, los integra a la política correcta de la globalidad en que vivimos; y así, cuando los grupos de poder (grupos compuestos y liderados por respetadas gente de pro y encaminadotes de almas) toman decisiones que afectan a otros en sus intereses laborales, en sus derechos individuales, garantías de expresión, movimiento o protesta contra cualquier abuso tanto privado como público, son de los primeros que doblan las manos cuando los empleadores, directores espirituales e ideólogos apologistas de la globalidad les dicen que, en vez de andar revoltosos, lo que deben de hacer es dar gracias a Dios de que tienen un empleo, seguir trabajando y estar agradecidos a sus empleadores… y así conservar sus plazas… (mordaz) Son patéticos cuando utilizan a los hijos que Dios a querido darles para justificar su falta de solidaridad con los que luchan por mejorar su condición, y dicen: “Estoy con ellos, pero tengo en mi casa bocas hambrientas que alimentar, ¿qué quiere? Si así no fuera…”, haciendo con ello realidad el doloroso círculo de la serpiente que muerde su propia cola, símbolo también de los que se devoran, por lo que sea, así mismos”.

Como les dije en el inicio, escribo la presente con la esperanza de alivianarme de las inquietudes que me generaron las palabra del Anarquista, que amenazan convertirme en otro yo.

Con afecto para todos los amables lectores de la presente, y pidiendo a Dios que les dé más firmeza de espíritu que a este servidor de ustedes para que sepan resistir tantos cambios de ideas y situaciones como nos amenazan.

Juan Comediante.

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