La Música Sinfónica Mexicana

lunes, 28 de diciembre de 2009 · 01:00

MÉXICO, DF, 23 de diciembre (apro).- La música sinfónica de México emergió en la Nueva España, en el transcurso de los siglos XVI y XVII y cuando estaba en su apogeo la música barroca en Europa. Desde entonces, existen en el país un sinnúmero de obras musicales y la mayoría no son conocidas.

El reconocido director de orquesta Armando Zayas, en toda su carrera artística, se ha preocupado por la difusión de los trabajos de compositores mexicanos. Ha grabado numerosas piezas de ellos para RCA Víctor con la Orquesta Sinfónica de la UNAM, y para otros sellos discográficos con reconocidos grupos orquestales.

En 2009 lanzó al mercado un paquete de dos discos, producido por Consecuencias, donde evocó, con la Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional (IPN), las composiciones de diez mexicanos del siglo XIX y XX. Y hace algunos días salió al mercado la segunda edición de este proyecto.

Zayas, quien estudió composición y dirección de orquesta en Bruselas, Bélgica; París, Francia, y el Distrito Federal, y quien fuera creador y coordinador del evento América para conmemorar los 500 años del llamado “encuentro de dos mundos” en 1992, expresa en entrevista que el paquete de los dos discos se ha vendido “muy bien”:

“Hay mucha demanda de parte del público, lo cual es interesante porque se observa que hay un gran interés de la gente conocedora de la música sinfónica por la música mexicana.”

--¿A qué le atribuye ese interés? No parece fácil colocar en el mercado música mexicana académica.

--Sobre todo música que no es conocida, porque no son las piezas que casi siempre escuchamos en los conciertos de música sinfónica, como los maestros más destacados Carlos Chávez (1899-1978), José Pablo Moncayo (1912-1958) y Silvestre Revueltas (1899-1940). Salvo Joaquín Beristáin (1817-1839) y Raúl Cosío (1928-1998). Es muy significativo que se realizara la segunda edición, y me da gusto, porque esa idea del proyecto surgió cuando hacia 1996 fui director de la Orquesta Sinfónica del IPN. La finalidad era hacer una serie con música mexicana pero de autores no muy conocidos, muy buenos y de todas las edades. Los de los discos son muy buenos compositores que merecen ser dados a conocer.

Los otros ocho artistas son Salvador Contreras (Cuerámano, Guanajuato, 1910-1982), con Titeresca, Suite de ballet; Leonardo Coral (Ciudad de México, 1962), con Vivencias; Sergio Ekstein (México, 1957), con Adagio (homenaje a Mahler); Ulises Gómez Pinzón (Ciudad de México, 1954), con Música número 2 para viola y orquesta; Mario Kuri-Aldana (Tampico, Tamaulipas, 1931), con Real del oro; Jaime Ruiz Lobera (Ciudad de México, 1974), con Aventura 1492; Enrique Santos (Ciudad de México, 1930), con Concierto para piano y orquesta, y Leonardo Velázquez (Oaxaca, 1935, Cuba, 2004), con Suite para orquesta.

--¿Cómo fue la selección de los compositores?

--Fue un proyecto que presenté en 1996 a las autoridades del IPN y tuve que realizar una lista larga, como de setenta compositores, incluyendo gentes del siglo XIX. Se conoce poco por ejemplo a Beristáin. La obertura primavera que se grabó para este proyecto es precisamente la primera obertura que se compuso en México. Es un concierto y un compositor muy importantes. Él vivió muy poco. Falleció a los 22 años de edad. Las compañías de ópera que venían en el siglo XIX lo llamaban para que fuera director de las funciones que daban. A los 17 años fue nombrado director titular de la Orquesta de la Ciudad de México.

“Se destacó también como maestro y promotor. Fundó a los 21 años su propia Academia de Música y realizó la puesta en escena de varias óperas. Merece darse a conocer.”

Cabe destacar que muchas de las composiciones de Beristáin forman parte de los archivos de la Basílica de Guadalupe; entre ellas destaca su Misa, considerada la obra maestra del autor.

--¿Qué destacaría de La obertura primavera?

--Está compuesta en un estilo completamente italiano. Es una obra muy bella, tiene una parte de clarinete.

María Antonieta Lozano, del Centro de Investigación y Estudios de la Música (CIEM), escribe que con este álbum “se inicia un proyecto para convertir en música las partituras olvidadas de los viejos compositores mexicanos, de los artistas ilustres del siglo XX y de los talentos apenas surgidos en el siglo XXI”.

 

La historia

 

Las composiciones musicales que surgieron en la Nueva España fueron dedicadas al culto religioso de la época, pero también en algunos casos representan los sentimientos humanos más profundos. Las ciudades con mayor desarrollo musical fueron México, Puebla, Oaxaca, Tepotzotlán y Valladolid (hoy Morelia).

Pedro de Gante (1480-1572) fue el fundador de la primera escuela de música en la Nueva España. Juan Xuárez (1539- ¿?) fue el primer maestro de la capilla de la Catedral de México, y Juan de Lienas es uno de los compositores novohispanos más conocidos de finales del siglo XVI.

La investigadora del CIEM dice que los precursores de la música de arte en México del siglo XIX “fueron perseverantes y conocedores de las circunstancias que sucedían en ese periodo; entre muchos otros se destacan Mariano Elízaga, quien creó en 1825 la Sociedad Filarmónica; José Antonio Gómez, fundador en 1839 de la Gran Sociedad Filarmónica; Agustín Caballero, sacerdote y compositor, quien creó en 1860 la Sociedad Filarmónica Mexicana; Aniceto Ortega, médico, hombre de letras y excelente compositor, fue un importante impulsor de la música europea en el México del siglo XIX”.

Entonces, la música mexicana se vio sometida a las mismas influencias que en el resto del mundo occidental; sin embargo, el nacionalismo que en Europa se mostró a finales del siglo XIX, en México se hizo particularmente evidente durante la primera mitad del siglo XX.

Durante el porfirismo, según los críticos, los compositores crearon piezas orientadas principalmente a satisfacer las necesidades de la clase acomodada, esto se reflejó en un gusto por la música para bailar, especialmente valses y polcas. El más conocido en ese tiempo fue Juventino Rosas, quien escribió El vals Sobre las olas, que evoca a los valses vieneses, al grado que se le llegó a negar la autoría por considerarse que un mexicano no estaba a la altura de los compositores europeos.

Otros creadores de ese periodo fueron Ricardo Castro, Ernesto Elorduy y Felipe Villanueva.

Compositores más jóvenes, como José Rolón (1876-1945) y Manuel M. Ponce (1882-1948), continuaron con un estilo romántico. A Ponce, considerado el primer compositor nacionalista mexicano, se le debe, en particular, parte del repertorio mexicano más representativo de la época, para piano y para guitarra.

Para investigadores, la música nacionalista en México “tuvo en su periodo de mayor auge una connotación ideológica, política y social”.

         También influyó a los compositores el ambiente cultural que buscaba exaltar las raíces nacionales, posterior a la Revolución Mexicana.

Chávez y Revueltas, desde el Conservatorio Nacional de Música, formaron una generación de músicos como Salvador Contreras, Daniel Ayala, Blas Galindo y Pablo Moncayo, integrantes del Grupo de los Cuatro. Por supuesto, sus obras reflejan el espíritu nacionalista. Zayas destaca de Moncayo la pieza El huapango, la cual está basada en tres sones provenientes de la rica tradición musical del estado de Veracruz, y es un concierto conocido en todo el mundo.

Ahora, a decir de Zayas, exdirector musical de la Compañía de Danza Mexicana y del Ballet Popular Folclórico de Amalia Hernández, los jóvenes están interesados en otros compositores “no solamente de nuestros sino de otros países: europeos, latinoamericanos, en fin, además se interesan en todas las tendencias y técnicas”, por lo que cree que “el nacionalismo musical mexicano se ha transformado, pero no se ha radicado totalmente. Los compositores jóvenes desde luego lo conocen, pero buscan influencias, buscan métodos de composición que reúnan características tanto del nacionalismo mexicano como de otras influencias europeas y otras escuelas”.

Pone como ejemplo a Arturo Márquez Navarro --nacido el 20 de diciembre de 1950 en Álamos, Sonora, y quien acaba de recibir el Premio Nacional de las Ciencias y Artes 2009-- con su famoso Danzón número 2:

“Es un compositor sumamente importante y sólido. Ha tenido la característica de incursionar en el estilo de la música popular mexicana tradicional, como es el danzón.”

--Que se trabaje con la música popular mexicana, ¿es bueno o malo?

--Los conceptos de bueno o malo no son aplicables en el arte porque cada creador, de cualquier especialidad, va buscando su camino. Va encontrándose a lo largo de su trayecto como artista, además, se va influenciando por algún otro artista o tendencia.

Habla de Kuri-Aldana, autor de Real del oro, que cuando estaba en la Escuela Nacional de Música como estudiante compuso la canción Página blanca, la cual fue conocidísima en la época de Los Panchos, de los tríos populares, “y hasta la fecha se toca mucho, pero después se dedicó a la música sinfónica”.

A Enrique Santos, ya fallecido, lo considera uno de los mejores creadores mexicanos:

“Tiene una obra extensa y no es tan conocido como debiera serlo. Fue un gran compositor, un gran maestro.”

--¿Por qué?

--Al conocer su música se da uno cuenta que era una persona con conocimiento, con una técnica de composición sólida y que conocía el piano de una forma muy extensa.

Y luego se refiere al más joven de este disco, Jaime Ruiz Lobera:

“Tiene características nacionalistas pero no en el sentido de Arturo Márquez, sino un estilo muy propio. Aventura 1942 la realizó cuando los 500 años del encuentro de dos mundos, por eso se titula así, y termina con un estilo de huapango muy festivo y muy accesible para el público.”

--¿Qué tan difícil es en este momento la difusión de la música sinfónica mexicana?

--Si se revisan las programaciones de la mayor parte de las orquestas sinfónicas de México, se verá que hay poca música mexicana. Entiendo que deben incluir a los grandes maestros europeos, a los grandes maestros de todo el mundo, pero por lo menos deberían poner una pieza mexicana, porque los compositores del país no tienen manera de dar a conocer su obra si no cuentan con la colaboración de las orquestas sinfónicas.

“Ahora hay muchos jóvenes compositores, varones y mujeres, de la Escuela Nacional de Música, del Conservatorio, en fin, becados en otros países, Alemania, Holanda e Italia, y se conocen poco”.

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