Sobre y tras el dinero II

lunes, 20 de abril de 2009 · 01:00
MÉXICO, D F, 15 de abril (apro)- ¡Ah! Dios del Olimpo, séanme propicios y, apiadados de las sombrías desventuras que la moneda me hizo víctima en vida, condenen al infierno al que osó en este mismo buzón hacer la defensa y alabanza de la invención de la misma, sin tener en cuenta para nada los problemas que ha provocado y sigue provocando tan nefasta creación
La moneda, al ser medida de valor que permite la comparación entre todos los bienes y servicios y relaciona a cada uno de ellos con los demás, al convertirse en el signo representativo del precio de las cosas, simplificó y agilizó el comercio, por lo que fácilmente sedujo el veleidoso corazón del hombre Esa fue su cara encantadora Mas, ¿ay dolor!, su hórrida cruz posibilitó la implacable y leonina usura, que anida en la obscura alma humana, con lo que fue, igualmente, fácil medio para atentar e incluso suprimir la libertad del prójimo
La moneda ?la abominación de los dioses sea sobre ella--, como corrosivo ácido fue diluyendo los tradicionales intercambios de la tradicional economía natural La economía monetaria, para desgracia del hombre y su sociedad, fue dando a conocer e imponiendo el sibilino, es decir, el  oscuro e incomprensible préstamo con intereses y las deudas del dinero, ambos desconocidos en la vieja economía natural, basada en el trueque, que fue desplazada impetuosa e inmisericordemente por la nueva economía monetaria Cada vez fue más y más difícil, menos posible conseguir mercancías por intercambio de las mismas; se hizo cada vez más y más rápidamente por medio de la moneda
Todos esos hechos, sí, allanaron no poco las transacciones comerciales e hicieron más cómoda la vida por una parte, pero por otra, ¡ay dolor!, fueron causa de calamitosas consecuencias, de inquietantes trastornos económicos, de angustiosas crisis sociales, de severos cambios jurídicos y hasta de sangrientos conflictos ciudadanos
En su inicio, las monedas no fueron abundantes y valían mucho, esto es, que su poder adquisitivo era considerable Una sola pieza era suficiente para poder adquirir una buena cantidad de mercancía, por lo que los productores de la misma, les gustara o no, quisieran o no quisieran, se vieron a merced de los mercaderes, de los dueños de la moneda, del nuevo dinero Esta dependencia hizo que no sólo los campesinos y los artesanos, sino que también no pocos nobles, propietarios de campos, viñas, rebaños que aseguraban su poder y sus privilegios, cayeran en manos de los prestamistas, de los usureros, perdiendo sus bienes a menudo, en especial los campesinos, incluso su libertad personal, y la de sus hijos al ser vendidos como esclavos por parte de sus acreedores para cobrarse lo que les adeudaban
De esta manera, si es verdad, como dicen, que el dinero acuñado, la moneda más que cualquier otra cosa, destruyó los viejos privilegios de la antigua aristocracia, contribuyendo así en gran medida a la democratización de la vida en la Grecia Clásica, no lo es menos que la moneda también la puso en manos de los plutócratas, esto es, de los ricos, de los dueños de las monedas, del dinero acuñado, como lo eran los armadores negociantes en y con barcos, ricos comerciantes y poderosos financieros, con lo que la democracia Griega se ligó a un nuevo orden económico que impuso el poder comercial a la riqueza de los bienes raíces, debilitando, cundo no derribando el poder de los nobles
Estos nuevos ricos pronto formaron oligarquías, o sea, gobiernos ejercidos exclusivamente por algunas familias poderosos, de conjuntos de grandes negociantes que se unían para que todos los negocios dependieran de su arbitrio, que favorecieran sus intereses, que no dejaran de beneficiarlos
Mas este nuevo orden económico no trajo ni la tranquilidad ni la felicidad En toda Grecia se dieron una serie de revueltas, matanzas, revoluciones y golpes de Estado producidos por la reacción de los nobles empobrecidos por el nuevo orden, la miseria de los campesinos y la codicia de los comerciantes
A la luz de estos hechos, que ustedes, lectores del siglo, pueden comprobar en cualquier libro de historia, dirán si tuve o no razón para que mis huesos se sacudieran por la roja ira en la tumba que yacen y pedir a los dioses que se llevaran al hórrido infierno al que osó la defensa y alabanza de la invención de la moneda
En espera de que, después del de los dioses, el juicio de ustedes, lectores de la presente, me sea favorable
TEÓFILO DEL PIREO

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