Cierra México oficina ante la UNESCO

lunes, 18 de enero de 2010 · 01:00

MEXICO, D.F., 18 de enero (Proceso).- La idea de no tener más un representante mexicano permanente ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) –que presidió el poeta Jaime Torres Bodet en 1948–, es condenada como un signo más del desdén del gobierno calderonista a esos tres ámbitos de la vida nacional.

El Ejecutivo federal ordenó el cierre de la oficina externa de la Misión Permanente, localizada en París, que encabezaba el escritor Homero Aridjis, como parte del plan de austeridad, y delegar sus funciones al embajador de México en Francia, Carlos de Icaza González. Con ello se pretendería un ahorro de 206 mil dólares al mes.

La antropóloga Lourdes Arizpe, exdirectora de Cultura del organismo internacional y actual presidenta de la junta de gobierno del Instituto de Naciones Unidas para la Investigación en Desarrollo Social, con sede en Ginebra, Suiza, advierte que al retirar México a su embajador ante la UNESCO quedará en un segundo rango en las negociaciones diplomáticas, considerando además que ningún otro país emergente ha tomado una medida semejante:

“México se aísla de las tendencias internacionales. Y lo más importante es que queda subordinado a los intereses de otros países, sobre todo en esta era global, en este momento en el que los países están teniendo un papel cada vez más activo en la toma de decisiones internacionales, pierde todo un sector de posibilidades de negociación política y bipartita.

“Lo segundo es que puede tener consecuencias sumamente nefastas para el país: En 10 años, México se ha convertido en un país sin ideales. Como no hay proyecto hacia el futuro, el marco internacional es el que puede sostener nuestra participación en el concierto de naciones hacia un futuro conjunto negociado y sustentable. Va a ser muy grave que se haga otra vez evidente que la educación, la ciencia, la cultura, los derechos humanos y la biosustentabilidad quedan relegadas en el espacio público, porque estos son los pilares de la ética pública de todos los países del mundo actualmente.”

Añade:

“Me parece que en especial el vacío de ética pública que se ha creado en los últimos 10 años en México y al que hacía referencia hace poco don Julio Scherer en Proceso, señalando esta pérdida de valores y consecuentemente la degradación política que estamos viviendo sensiblemente, se va a agravar. Ese vacío se llena con la voracidad de intereses puramente económicos y el avance de todas las actividades ilícitas.”

Aunque México no se está saliendo en realidad de la UNESCO sino que traslada las funciones de la Misión Permanente a la embajada en París, Arizpe considera que el trabajo de Icaza como representante de México ante Francia es de “tiempo completo” porque va vinculado a la Unión Europea. Por tanto, “es iluso” pensar que tendrá el tiempo para asistir no sólo a las reuniones regulares del organismo internacional, sino a los encuentros entre embajadores que se dan fuera del ámbito oficial que es “donde realmente se toman las decisiones”. Esto es que “en el campo que incumbe a la UNESCO, México queda fuera del juego. Punto”.

En opinión suya, cerrar la oficina es poner el clavo final al prestigio de México en los campos en los que tenía un indiscutible liderazgo internacional: cultura, museología, conservación arqueológica, arte visual y técnicas de conservación del patrimonio cultural de todo tipo.

Recuerda además que hay cientos de mexicanos involucrados en los programas de la UNESCO, así como distintas instituciones del gobierno, no sólo la Secretaría de Relaciones Exteriores, sino también la de Educación Pública y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Se pueden citar también al Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, así como universidades públicas y privadas.

“Pensar que se pueden manejar todos estos programas no teniendo oficina ante la UNESCO es, simplemente, no conocer ni el mundo político internacional ni el mundo actual de la cultura y la ciencia.”

Y manifiesta su deseo de que la sociedad civil, la comunidad científica y el Congreso de la Unión, rechacen esta acción, “que se suma a los ataques a la ciencia y a las universidades públicas”, y obliguen a dar marcha atrás. La razón de la austeridad no le parece válida, pues piensa que se ahorraría bastante con retirar el pago de algunos spots televisivos del gobierno federal.

Sinrazones

Se le pregunta a la antropóloga cuál es la importancia de mantener el vínculo directo con la UNESCO si realmente no pesa en las decisiones internas del país en materia de política pública para cultura, ciencia y educación. Un hecho es, por ejemplo, que México no destina los presupuestos marcados por el organismo en esos campos y no hay un reclamo ni sanción.

“Es muy importante mantener esa relación porque establece la medida  de la legitimidad de las acciones gubernamentales. Cuando se hacen recomendaciones es porque se han negociado en profundidad entre 180 países en favor del desarrollo.”

Detalla que hace tiempo México no cumple con las medidas de la UNESCO, al punto de que en el sexenio pasado el gobierno federal pidió el retiro del director de la oficina del organismo, “precisamente por haber hecho saber que no se cumplía en educación en la medida en que México se había comprometido con esa agencia”.

Y concluye:

“Eso es lo que marca la legitimidad de una nación en el concierto de naciones a nivel mundial. Si lo que se quiere es precisamente que los ciudadanos no tengan ninguna medida para saber si las políticas del gobierno se están cumpliendo en relación con lo que las organizaciones mundiales sugieren, entonces veríamos una razón para estrechar y filtrar aún más las acciones ante la UNESCO.”

Carlos Villaseñor, quien se ha desempeñado como asesor externo en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados y es integrante del grupo jurídico para la instrumentación de la Carta Cultural Iberoamericana, realizó una breve investigación sobre el gasto en personal que significa la representación mexicana ante el organismo, comparado con algunos consulados en Estados Unidos:

Para la UNESCO se gastan 1 millón 318 mil 584 pesos; en Raleigh, Carolina del Norte, 874,792, y la misma cantidad para Presidio, Texas, y Little Rock, Arkansas; mientras que en Boise, Idaho, se destinan 790,984, lo mismo que para Yuma, Arizona.

Y sobre la acción de México ante la UNESCO, recuerda que es miembro de los consejos Internacional Coordinador del Programa del Hombre y la Biosfera, del Programa Internacional Hidrológico, del Comité Intergubernamental para la Promoción del Retorno de la Propiedad Cultural a su Lugar de Origen o su Restitución en Caso de Apropiación Ilícita, y del Comité de las Oficinas Centrales, todos, salvo este último que concluye este año, finalizan en 2011.

Y agrega que México tiene establecidas 11 cátedras UNESCO, sobre temas como Integración Regional y Universidad, Derechos Humanos, Gestión del Hábitat y Desarrollo Socialmente Sostenible, Nuevas Tecnologías de la Información, Transformaciones Económicas y Sociales Relacionadas con el Problema Internacional de las Drogas, Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior Transnacional, Mujer, Liderazgo y Equidad, y el Agua en la Sociedad del Conocimiento.

A su vez el promotor cultural Carlos Lara, militante del Partido Acción Nacional y quien ha señalado la carencia de un proyecto cultural tanto en el partido como en los gobiernos panistas, considera que retirar al representante permanente contradice lo que Felipe Calderón planteó en la campaña política de 2006, así como los propósitos del Programa Nacional de Cultura 2007-2012, en el que se establece como una estrategia:

“Ampliar y optimizar la presencia de México en los organismos multilaterales y regionales, en particular en los temas referentes a protección de patrimonio, diversidad cultural y programas de fortalecimiento a la creación artística.”

Incluso, añade Lara, se ofreció en la campaña convertir a los diplomáticos en “verdaderos promotores de la cultura”, y para él la medida va claramente en sentido contrario.

Este texto se publicó en la edición 1733 de la revista Proceso que empezó a circular el sábado 16 de enero.

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