Haití en la literatura y en la historia
MÉXICO, DF, 20 de enero (apro).- No obstante ser el primer país latinoamericano que se constituyó de manera independiente, paradójicamente Haití es la nación más atrasada de la región.
En buena medida ello es herencia de su pasado colonial, donde la esclavitud se asentó desde los tiempos en que era dominado por Francia.
Hoy es la misma Francia la que, tras el terremoto que acaba de sacudir al pequeño país caribeño dejando una estela de muerte que ha llegado a estimarse en más de 150 mil muertos, ha lanzado la posibilidad de que se le condone la deuda externa.
Pero han sido los poetas y escritores de esa nación quienes, al margen de los estudios socioeconómicos, han dejado constancia de ese atraso y miseria.
Sin olvidar que fue en Haití donde el poeta Aimé Cesaire acuñó, a mediados del siglo pasado, la noción de “negritud” en busca de una identidad.
Ya el escritor colombiano Germán Arciniegas, en su Biografía del Caribe, dada a conocer en 1944, mostraba que históricamente Haití, durante el siglo XVIII, era el paraíso de las Indias Occidentales, y que su prosperidad y abundancia corrían al parejo de la misma esclavitud brutal.
La independencia de Haití se produjo como eco inmediato de la caída en Francia de la monarquía (con la Revolución de 1789), y fue retratada con fuerza literaria y documentación histórica impresionantes en la pluma del narrador Alejo Carpentier en El siglo de las luces, acaso su novela sustancial, que por cierto llevó a la pantalla con singular acierto el argentino Fernando Solás en la película del mismo nombre, y que desgraciadamente ha sido muy poco difundida en América Latina.
Fue producida en Cuba y acaso sólo ahí se consiga con relativa facilidad. Filmada para la televisión, consta de cuatro partes y su duración es de casi cuatro horas.
Otro cubano, Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de su país, dedicó un largo poema al poeta haitiano Jacques Roumain (“Elegía a Jacques Roumain”), en uno de cuyos fragmentos anotaba estos versos, luego de hacer el recuento sangriento de la realidad dictatorial latinoamericana de los años sesenta:
(Olvidaba decir que justamente, Jacques,
el personaje de este poema,
murmuraba muchas veces: --Haití
es una esponja empapada de sangre.)
Para retomar después:
Negros descalzos frente al Champú de Marts,
O en el tibio mulato camino de Pietieonville,
O más arriba,
En el ya frío blanco camino de Kenskoff:
Negros no fundados aún,
Sombras, zombies,
Lentos fantasmas de la calle y el café,
Carne febril desgarradora,
Primaria, pantanosa, vegetal
El va a exprimir la esponja,
Él va a exprimirla.
En un amplio reportaje sobre la pobreza, el atraso y la arbitrariedad política de la dictadura de Jean Claude Duvalier, publicado en la revista Proceso el 18 de enero de 1982 (hace 28 años), Anne-Marie Mergier citaba precisamente a Roumain, con estos versos:
Si la sombra se acurruca junto al hogar apagado
Partirás
Abandonando tu aldea
Su laguna y sus viñedos amargos.
Negro buhonero de rebelión
Conoces todos los caminos del mundo
Desde que fuiste vendido en la Guinea.
Pues la reportera consignaba desde Puerto Príncipe, la capital:
“(…) Ruidos de motores. A toda velocidad los motociclistas abren paso a la caravana oficial: 15 Mercedes Benz negros, una docena de inmensos coches, y un camión lleno de soldados. En uno de los Mercedes viaja el presidente vitalicio de Haití, Jean Claude Duvalier. En los otros, los miembros de su gabinete y los altos mandos militares. Uniformes, lentes oscuros, cachuchas.
“Los jóvenes aceleran su carrera, se empujan, aplauden. Las ventanas de ciertos coches se abren. Los oficiales tiran puñados de monedas sin siquiera mirar la horda que ahora se lanza casi bajos las ruedas de los vehículos para apoderarse del dinero. La caravana desaparece. Los jóvenes siguen arrebatándose las monedas.
“Miseria. La realidad haitiana rebasa la palabra. Habría que inventar cualquier otra. Más dura. Más fuerte todavía.
“Con excepción de algunas cuadras, Puerto Príncipe es un inmenso tugurio: ríos de aguas negras cercan los barrios de madera, lata y cartón donde se amontona 80% de la población capitalina.”
El terremoto reciente de Haití, se ha dicho, es la catástrofe más grande de su historia. Pero por ejemplo, en octubre de 1954, el ciclón Hazel azotó con furor la isla (que Cristóbal Colón bautizó como “La Española”, y en cuya otra mitad está asentado el pueblo dominicano). El poeta mexicano Rodolfo Siller escribió este poema, “Haití, nido del viento”, con el cual dejó constancia de la tragedia:
I
Haití, no te conozco y sin embargo,
la estela de mi sueño llega con tus espumas,
en el agudo grito de tu nombre de ave
y, Haití, llega tu cifra con el dolor marino
de tus más puros montes sustanciales.
Vegetal, verde estrella adjetivada,
cada estricta palmera es antena lejana
que registra mi voz a la distancia.
Como una ronca flecha ineludible,
así es, Haití, mi voz cuando te cana,
El mar Caribe que tu sed contiene
y circunscribe el sueño de tu raza,
en su espuma sostiene, sonora mi esperanza
de llegar como antaño en un galeón corsario,
violento bucanero, a raptarte en la nada.
Y más adelante (parte V) evoca a Toussaint, aquel negro liberador de esclavos:
¡Que tu palabra ataque, hiera y desencadene
las fuerzas de tu raza! ¡Que renazca la aurora!...
¡Que tu puño golpee y tu espada condene!...
¡Para que el negro tenga su libertad sonora!...
Y en su parte VI concluía:
Nada digas, Haití, de tu pasada gloria:
Te amo y te invoco ahora con mi lejano canto,
Porque tu nombre puro lo guardo en mi memoria
Yo, que no te conozco, y que te sueño tanto…
En realidad, la catástrofe de Haití es permanente. Se habla, desde hace décadas, de que el analfabetismo asciende a más de 90%. Y cuando esa tragedia sucedía, nadie pidió la suspensión de la deuda externa.