Un crimen más contra el campo mexicano
MÉXICO, D.F., 29 de enero (apro).- Desde hace tiempo, algunos mexicanos se han estado preguntado por qué Brasil sigue imparable en la carrera por arrebatarle a México el liderazgo en Latinoamérica.
Logra salir de crisis inflacionarias, de crisis políticas y, más aún, se ha ido filtrando lentamente entre la lista de los países con empresas prósperas que lo mismo negocian con Estados Unidos que con Europa. Mientras que México cae en todos los índices de productividad y se recrudecen la pobreza alimentaría, la marginalidad, y se desploma la competitividad...
Una respuesta podría ser, quizá, porque cuando Brasil está pensando y actuando para un futuro mejor, los gobernantes mexicanos sólo se dedican a proponer cambios que intentan resolver problemas de coyuntura; a ofrecer cambios un día para que a la vuelta de los meses le reditúen votos, y nunca o casi nunca, piensan en la población; por lo menos sus actos en materia de política económica de las últimas seis décadas no se han visto reflejados en un bienestar para la mayoría de la población.
Un ejemplo de lo que Brasil ha hecho bien y que a la fecha le ha generado grandes beneficios económicos, tanto para el campo como para los empresarios, es su política en materia de bioenergéticos.
En 1975, el gobierno brasileño, pensando en el futuro, le apostó a los bioenergéticos; creó el programa llamado Proalcool a través del cual impulsó la siembra y experimentación de cultivos para generar energías menos contaminantes.
Hace 35 años, Brasil invirtió 20 mil millones de dólares para empezar a experimentar, y ahora recoge sus frutos. De aquellos 20 mil millones de dólares ha obtenido una ganancia de 187 mil millones de dólares, se ha convertido en uno de los países líderes en la creación de materias primas que sirven para hacer energéticos menos contaminantes, como el etanol o el biodisiel.
En cambio, el gobierno de México no contento con el gran atraso, la falta de apoyo a los campesinos para producir cultivos que sirvan para producir etanol y éste, a su vez, sustituya el MTB que contienen las gasolinas y que son fuente de contaminación primaria, esquilma a los productores mexicanos los recursos que la propia Cámara de Diputados autorizó hace apenas 3 años para que empiecen a trabajar en las nuevas energías.
En 2007, la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos. Sus objetivos fueron tres: crear energías no contaminantes; dar un nuevo impulso al campo mexicano, otorgándole apoyos para diversificar los cultivos que serían, a la postre, la materia prima para crear el etanol; y comprar, a través de Petróleos Mexicanos, los nuevos insumos a industriales mexicanos, quienes se asociarían con el campesinado mexicano para vender el etanol.
La Ley entró en vigor hasta el 2008, por lo que el primer presupuesto, escasos 300 millones de pesos, se autorizaron para el gasto de 2009 (nada que ver con los 20 mil millones de dólares que en 1975 invirtió Brasil en su campo). Se suponía que con ese dinero La Secretaría de Energía y la de Agricultura apoyarían a los productores mexicanos para que sembraran nuevos tipos de caña de azúcar y sorgo dulce; se asociaran luego con industriales alcoholeros del país y, luego, juntos, producir etanol, previamente contratado con Pemex.
Pero ¡Oh sorpresa!, el gobierno, si acaso, destinó 17 millones de pesos de los 300, para construir, en asociación con empresas colombianas, una planta de biodisiel en Chiapas; el resto se utilizó para un programa totalmente absurdo, electorero y asistencialista: “Cambiar tu refrigerador viejo por uno nuevo, tu lavadora vieja por una nueva, unos focos, por otros”, y todo para que la población “ahorrara” energía en un año de crisis económica. Una solución de coyuntura para un problema que amenazaba con un estallido social debido a la creciente caída de la economía. El gobierno tenía que salvarse, decir que pensaba en su gente y de ahí programas populistas como este.
Pero, ¿y qué pasó con la ley de los bioenergéticos, con el dinero que se tendría que haber invertido en el campo para ir cosechando, paulatinamente, materias primas que servirían para crear etanol y preparar a una nueva clase de empresarios (campesinos e industriales), que vendería en un futuro no muy remoto sus insumos a Pemex? Pues se dejó para después.
Este año, la Cámara se arriesgó y autorizó un presupuesto de mil 100 millones de pesos, pero como los programas de proselitismo de Felipe Calderón son más importantes que el medio ambiente, o los campesinos o los medianos empresarios, decidió darle tan sólo 100 millones de pesos a la Sagarpa para que siga experimentado con semillas mejoradas para los cultivos de caña de azúcar y sorgo dulce, en tanto que el resto se lo embolsó y lo pasó a la Secretaría de Energía para que siga cambiando refrigeradores viejos por nuevos, lavadoras viejas por nuevas o focos “que consumen menos energía”…
En todo caso, esto podría revertirse, subsanarse este error y reorientar el pequeñísimo gasto autorizado. Sin embargo, lo que parece no tener vuelta de hoja es el crimen que está cometiendo Felipe Calderón al cerrarle la puerta a los productores mexicanos, a los campesinos mexicanos (donde se focaliza 80% de la pobreza) y a los medianos y grandes empresarios mexicanos, para que puedan participar en las licitaciones de etanol.
En septiembre pasado, la Sener lanzó la primera licitación para adquirir millones de litros de etanol por un periodo de cinco años con un valor aproximado de 28 mil millones de pesos anuales.
Lanzó la licitación pero no creó las condiciones previas que marcaba la ley de bioenergéticos, que eran impulsar al campo mexicano con semillas. Es decir, no preparó a quienes debían participar en tales licitaciones.
Ahora, los industriales que, se supone, procesarían las melazas para hacer el etanol, al querer participar en la licitaciones se toparon con pared; enfrentaron mayores obstáculos. No obstante de que podrían haber participado, haciendo un gran esfuerzo por lograr acuerdos de última hora con asociaciones de campesinos, la Sener les cerró totalmente la puerta al exigirles requisitos imposibles de cumplir.
Por ejemplo, les exigió capitales contables o fianzas millonarias que ningún empresario mexicano podía cumplir, a menos que se asociara con terceras empresas. ¿Y quién creen ustedes que son los terceros en discordia que entraron al banquete del etanol? Exacto, los brasileños, quienes ya llevan décadas siendo líderes en esto de la producción y venta de etanol.
El fallo de la licitación aún no se da a conocer, pero los dos últimos finalistas, incluida una empresa brasileña, no tienen tierras para producir, no tienen materia prima, por lo que lo lógico es que importen etanol a precio barato y para ello ya se apuntan otras empresas brasileñas.
A final de cuentas, el gobierno de Felipe Calderón lanzó una licitación en el tiempo equivocado, a menos que lo que pretenda en el fondo sea que algunos empresarios importen etanol barato de Brasil. Y si no es así, que alguien explique por qué la Secretaria de Energía, Georgina Kesseil, acudió el 27 de marzo de 2007 a Brasil para “ampliar” el Acuerdo de Complementación Económica de 2003 y abrió un apartado de “petróleo y etanol”. Y por qué la misma Kessel declaró que “México está muy interesado en conocer la tecnología brasileña y fomentar la inversión en México”.
Así, mientras Brasil invierte en su gente, en sus productores desde hace más de 35 años, México se olvida de sus campesinos, de sus industriales y abre las puertas al extranjero, pues parece ser que le sale más barato comprar de afuera que producir adentro. Y es que el futuro, ¿qué le puede importar a Felipe Calderón? Pareciera que lo urgente sigue siendo la coyuntura, el momento electoral; y si de un futuro que le interese se puede hablar, es tan sólo el de la elección presidencial de 2012 para que su partido siga en el poder.