Bellas Artes: Fallas acústicas e inseguridad

lunes, 20 de diciembre de 2010 · 01:00

Las obras de remodelación en la Sala de Espectáculos del Palacio de Bellas Artes alteraron un recinto que forma parte del patrimonio cultural de México. La semana pasada en estas páginas el autor de este texto criticó los trabajos. En una nueva entrega el especialista refuta los argumentos de la directora del INBA, Teresa Vicencio, e insiste: los cambios representan un riesgo para la seguridad del público y afectan la excelente acústica del mayor inmueble cultural del país.

MÉXICO, D.F., 20 de diciembre (Proceso).- Las denuncias por la afectación del patrimonio nacional ocurridas en la sala de Bellas Artes se manejan en dos órdenes de ideas: por una parte, el agravio al decorado Art-decó de la sala; y por otra, el de la acústica.

En 2008 se anunció que las obras estarían a cargo del arquitecto Juan Urquiaga, quien vigilaría todo el proyecto, concentrado en innovar la mecánica teatral y los sistemas de seguridad. Cuando se publicó y aprobó aquel proyecto se hizo particular énfasis en que la arquitectura de la sala no sería tocada. Ello fue presentado y autorizado por un consejo. A mediados de 2009, la dirección de Bellas Artes, ya dependiente en ese momento de Teresa Vicencio, retiró a Urquiaga y designó a Claudio Gantous, del despacho Gan Arquitectos. En ese momento, en forma arbitraria y sin ponerse a discusión pública y mucho menos darse a conocer la decisión, se determinó intervenir la sala.

Esta acción es en doble forma un delito. Por una parte, se contravino la política de transparencia gubernamental; por otra, sin autorizarse tras una discusión pública, se intervino la sala, cuando antes enfáticamente se había eximido de ella para no contravenir las regulaciones internacionales de conservación de monumentos patrimoniales artísticos dictados por ICOMOS y por la UNESCO.

El trabajo afectó el patrimonio nacional. Se destruyó la platea, quitando el suelo inclinado y poniendo escalones. Esto no sólo elimina la acústica, sino que dificulta la salida del público en caso de siniestro. Se deshicieron los palcos. Con barata chapa de madera que simula nogal, se revistieron paredes y hasta mármol. Se quitaron las butacas y se pusieron sillas de cine. Se eliminó la arquitectura interior de los palcos y los balcones, a los que les pusieron en la parte delantera enchufes para conectar un enjambre de reflectores que cancelan la visibilidad de la hermosa herrería. Ahora hay tubos de metal atornillados a los palcos donde se encuentran esos reflectores, que tampoco fueron diseñados en Art-decó. Sus cables cuelgan por todas partes, como sucede en los postes eléctricos de las calles. Esto es altamente peligroso dentro de un teatro, pues los muchos materiales combustibles dentro de la sala pueden reaccionar con gran facilidad a la menor falla. Un incendio provocado por un corto circuito puede costar la vida a cientos de espectadores.

Se cambió la disposición de las butacas. Con ello se suprimió un pasillo central y los pasillos laterales perfectamente planeados para permitir un rápido desalojo en caso de siniestro. Con la nueva disposición, tanto por unos peligrosos escalones que construyeron alterando la arquitectura original como también por la falta de pasillos, el primer piso fue convertido en una promesa de muerte…

La misma situación se observa en el foso de orquesta. Ahí donde se construyó una pared de separación en un horrendo estilo moderno y no se respetó el Art-decó, no se previó construir una segunda puerta de salida para los músicos, que podrían morir aprisionados en caso de emergencia. Se debe recordar que el 31 de marzo de 1931 se quemó en la Ciudad de México el Teatro Principal durante una función de ópera, con saldo trágico, ya que la mayoría del público y los músicos perecieron calcinados. Por fallas eléctricas también se quemaron el Teatro de la Ciudad de México, el Teatro (de ópera) La Fenice de Venecia y el teatro de ópera Liceo de Barcelona. A toda esta gravísima situación se suma la destrucción de una obra de arte, es decir la Sala de Espectáculos Art-decó de Bellas Artes.

Teresa Vicencio argumenta que la nueva decoración tipo cine que dispuso para la sala es una cuestión de gustos. Si ella construyese por su cuenta un teatro en su jardín, podría hacer lo que se le pegue la gana. Pero el Palacio de Bellas Artes no es propiedad privada. Al hacer esa declaración está afirmando que realizaron un gusto personal, pero que no respetaron las severas convenciones internacionales suscritas por México en acuerdos con la UNESCO y con ICOMOS para la conservación de obras de arte.

Por otra parte, Teresa Vicencio y su equipo ensayan infructuosamente convencer a la opinión pública de que la intervención era necesaria para mejorar la acústica que, según ella, era muy mala. La obsesiva repetición de tal mentira recuerda que Goebbels sostenía que tan sólo hay que repetir una mentira suficientes veces para que los tontos la crean.

La antigua acústica que tenía la sala de Bellas Artes, según publicó el especialista en acústica Rolando Cepeda hace algunos años (Revista de ciencia jurídica, cultura y entretenimiento. Año. II, No.20, octubre de 2002. Poder Judicial de la Federación, México. Pág.50.), dice:

“La estructura de este recinto es impresionante por su grandeza y por los materiales con que fue construido. En su totalidad es mármol, ya que este material permite la reflexión de los sonidos. Sus pisos dentro del teatro son de duela, las butacas tapizadas de un material parecido al terciopelo, las paredes de concreto; condiciones éstas que permiten que el recinto cuente con una excelente acústica. El lugar ideal para comprobarla es la galería, ubicada en el tercer piso. En el escenario se encuentra el arco megáfono originalmente diseñado por Amado Boari y terminado por Brandt. Este arco cuenta con 150 flautas, lo que permite que todo sonido entre en resonancia con cada una de las flautas y que, al entrar en fase, la transmisión del sonido sea mayor sin ayuda de algún otro implemento electrónico o de otro tipo. Así también el plafón en forma de cúpula, en lo más alto del recinto, tiene un efecto acústico que cualquier persona que se encuentre en la butaca más alta del tercer piso, podría escuchar.”

En su estudio, Cepeda explica claramente que la sala contaba con un complejo sistema acústico natural, el cual concedía a la sala una acústica excelente que permitía realizar a los cantantes determinados efectos. El más conocido era el aumento del volumen de una nota caminando desde cualquier punto del escenario a la parte central. Éste es tan sólo uno de los efectos que se lograban y que demostraba la sutil y rica acústica que poseía la Sala de Bellas Artes, y que fue motivo de alabanza de María Callas, Mario del Mónaco, Erich Kleiber y otros grandes intérpretes que actuaron ahí. Por supuesto que la acústica no era perfecta. Cualquier persona medianamente informada al respecto sabe que eso no es posible y que depende en gran medida del lugar que ocupa el espectador en una sala: la percepción del sonido será diferente por la simple razón de que la proyección, reverberación y difusión de aquel es diferente en cada parte. No obstante, la sala de Bellas Artes, gracias a la arquitectura que tenía y al sistema natural de amplificación de sonido ideado por el italiano Boari y perfeccionado y construido por el alemán Brandt, poseía una acústica excelente.

Ahora Teresa Vicencio repite con pueril necedad que la acústica era mala y que por ello se necesitaba la intervención y destrucción de la sala. Para lograrlo, contrató a una compañía mexicana, Teltec, que estuvo a cargo de la intervención. Esa compañía declara en su página que:

“El reforzamiento acústico incluye 500 bocinas alimentadas por 40 micrófonos ubicados en forma estratégica. Permite sonorizar con una acústica natural intencionada” (http://www.telenet.com.mx/telemundo/informes/?id_hoja=945).

¿Qué significa una “acústica natural intencionada”? Esto de nuevo es una fórmula para impresionar a ingenuos. Y, lo más grave: ¿Por qué se metieron 500 bocinas en una sala de ópera que no necesitaba de una sola? Si la capacidad de la sala se redujo en 360 butacas, resultando que ahora sólo caben poco más de mil 600 personas, existe una bocina por aproximadamente cada tres espectadores. Eso no sucede en ninguna discoteca del mundo. La famosa Berghain en Berlín, de moda en toda Europa, a pesar de que tiene capacidad para un número cinco veces mayor que el aforo de Bellas Artes, no cuenta con tantas bocinas. Es decir: se desmanteló el sofisticado diseño de Boari desarrollado por Brandt, según la tradición de teatros de ópera europeos, para en su lugar meter 500 bocinas y 40 micrófonos, y convertirlo en una mega-discoteca.

¿Cuánto cuesta una de esas bocinas y cuánto pagó Bellas Artes por ellas? La pregunta es justificada, pues Teresa Vicencio ya declaró que no será hasta dentro de tres meses cuando se tengan todas las facturas; consecuentemente, el costo de la intervención de Bellas Artes fue mayor que los 700 millones de pesos anunciados por el presidente Felipe Calderón la noche de la inauguración. Lo que nadie ha declarado es a cuánto asciende la renovación de esas 500 bocinas y esos 40 micrófonos (cada tres a cuatro años). ¿La compañía mexicana Teltec recibirá regularmente ese jugoso negocio?

Cualquier persona que sepa un poco de música y que haya ido a Bellas Artes antes, y que recuerde su cálida acústica, preferirá esa natural a una sopa salida de 500 bocinas. Francisco Araiza, el más importante tenor mexicano, declaró (La Jornada, 29 de noviembre): “El sonido al que estábamos acostumbrados, cálido, que teníamos de la acústica en Bellas Artes, ya no existe. Ahora es un sonido digital”.

El resultado no sólo fue la devastación de una obra maestra del Art-decó, sino también de su excelente acústica. Se trata de un crimen contra el patrimonio nacional que supera por mucho lo que se intentó hacer en Teotihuacán. Lo sucedido con la Sala de Espectáculos de Bellas Artes es el mayor desastre cultural del país en los últimos 50 años.

* Doctor en letras, investigador y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

 

 

 

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