El dibujo en La Trampa

miércoles, 29 de diciembre de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 29 de diciembre (Proceso).- A diferencia de las prácticas pictóricas de trayectoria joven y emergente, que están en evidente deterioro creativo, el dibujo y la gráfica se han convertido en géneros sobresalientes en el escenario del arte actual. Expandidas, convencionales, conceptuales o retinales, las prácticas basadas en las posibilidades de la línea se distinguen tanto por sus propuestas formales como por su libertad para integrar horizontes estéticos y tecnológicos tradicionales, modernos, posmodernos y posindustriales.

Con el interés de presentar algunas dinámicas de la línea que no han sido atendidas por las modas comerciales y museísticas, el joven poeta Christian Barragán presentó, el pasado 18 de diciembre, una atractiva propuesta curatorial en el taller de gráfica contemporánea La Trampa. Espacio de trabajo de Ernesto Alva y César López, La Trampa es un lugar dedicado a la producción de grabado que se ubica en la puerta 3 de la Calle de Aldaco, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Pertenecientes a la generación nacida en los ochenta, ambos artistas forman parte de un pequeño grupo de creadores que se ha distinguido por sus innovadoras prácticas dibujísticas y, entre quienes se encuentran también, Daniel Alcalá y Omar Arcega.

Invitado para organizar el Segundo Gran Salón Contemporáneo de La Trampa –el primero fue en diciembre de 2009–, Barragán desarrolló un discurso curatorial centrado en el uso del dibujo y las dinámicas expandidas que genera. Integrada por 18 artistas jóvenes de trayectorias tanto emergentes como ya establecidas en el escenario comercial, la muestra destaca por la riqueza de las hibridaciones: paisajes domésticos estampados con hongos y manchas de humedad de Andrea Martínez, una pequeñísima instalación objetual de cerillos quemados con los que Pablo Rasgado interpretó el transcurrir del tiempo, un paisaje mitológico dibujado a manera de textura xilográfica de Tania Ximena, intervenciones dibujísticas en gráfica digital de Alex Bolio, una silueta paisajística en empaste de grafito de Daniel Alcalá que, al estar montada en una caja de luz, remite a la textura fotográfica. 

Sin haberse contemplado como un tema específico, en el conjunto de obras destaca la relación entre la creación y la destrucción: Agustín González expone el registro de 21 dibujos realizados sobre el mismo papel en un proceso de borrar y dibujar, y Morris presenta una serie de fotografías encontradas que intervino con poéticas constructivas a través de disolvencias  con agua. Entre las piezas más sorprendentes, las espléndidas manchas de tinta recortadas en sutiles relieves de César López, los enigmáticos collages en trovicel grabado y recortado de Omar Arcega, y las expresivas abstracciones cromáticas de Ernesto Alva.

En conclusión, otra muestra de taller que comprueba las ventajas creativas de la automarginación comercial e institucional.

 

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