Más allá de la ilusión del talento (parte IV y última)

lunes, 1 de febrero de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 27 de enero (apro).- Continuamos con la traducción de la última parte del artículo de Rowson:

Así que para Gladwell, el segundo punto más importante es que el llamado ‘talento de los jóvenes’ tiene mucho que ver con la práctica deliberada y al hecho de que se sienten motivados porque tienen la oportunidad de experimentar los frutos de su labor.

Muchos sienten que convertirse en un jugador fuerte de ajedrez tiene también que ver con una excelente memoria y un alto IQ, pero Gladwell argumenta que en casi todos los ambientes hay límites a la memoria y a la inteligencia, lo cual significa que uno necesita ser meramente lo “suficientemente inteligente” para seguir mejorando y más allá de esa diferencia en inteligencia no se correlaciona con el ajedrez. Yo hallo este punto muy atractivo, el cual es una de las muchas razones que la ecuación de talento de Jonathan Levitt (rating Elo es aproximadamente igual al IQ multiplicado por 10 más mil), citado en su libro Genios en Ajedrez, me golpea como una provocación, pero también nos desvía totalmente.

Gladwell hace un fuerte caso del hecho de que nos gusta creer en el genio solitario contra el sistema, pero muy pocas personas lo pueden lograr de esta manera. La mayoría tiene alguna forma de soporte, ya sea en amigos, familia o económicamente. Fischer viene inmediatamente a la mente como un contraejemplo, pero él tuvo muchos que le ayudaron en el camino hasta llegar a triunfar por sí mismo y es, quizás, la razón por la cual su éxito probó ser de muy corto plazo, tristemente.

Gladwell habla también de “cultivación concertada”, mostrada por los padres de niños exitosos, lo cual significa tomar un enfoque pro-activo en su crecimiento y desarrollo. Cuando leo esto pienso en la familia de Magnus Carlsen, que lo sacó temporalmente de la escuela y viajaron por el mundo como un grupo.

Finalmente y tal vez la parte más especulativa, Gladwell parece pensar que el éxito es parte de lo que él ha decidido llamar “herencia cultural”, la cual es un conjunto de comportamientos y actitudes que están enraizadas profundamente en una cultura a través de las generaciones. En este sentido, los países con tradición ajedrecística son más ad hoc para producir buenos ajedrecistas, no solamente porque el ajedrez continúa siendo soportado y estimado, sino porque es más probable que la gente tenga niños adecuados en temperamento y carácter para tener éxito en los juegos que la cultura de cada pueblo ha estimulado por años.

Así entonces, si se saca la democrática fortuna, la práctica deliberada, las oportunidades para obtener retroalimentación, social y de los padres, y la herencia cultural, ¿qué le queda al talento?

Yo sugiero que el talento es una palabra para el proceso de aprendizaje que no entendemos adecuadamente. Nuestra “capacidad natural” nos circunscribe en cómo es que aprendemos y en cómo podemos hacer para sacar el máximo provecho de nuestras oportunidades, pero no hay nunca un modo convincente de separar lo que la naturaleza nos dio y lo que nos dio el apoyo familiar, por lo que el talento sigue siendo un enigma.

Tal vez lo que simplemente queremos decir es que el talento es lo que las superestrellas como Carlsen, Nakamura o Karjakin tienen. Y si vemos más cercanamente a las biografías de esos talentos, invariablemente encontraremos muchos factores esenciales que no tienen nada que ver con el “talento”, incluyendo padres que dan soporte, un par de golpes de suerte, quizás, y un proceso llamado práctica deliberada. Como Forest Gump podría ponerlo: El talento es lo que el talento hace.

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