Vieja historia

lunes, 1 de febrero de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 27 de enero (apro).- Respetados vivientes: por carta a este buzón, me he enterado de que el honorable maestro Kunfu So afirma que esa su sociedad de ustedes está enferma. Por principio, les digo que es como descubrir el mediterráneo o inventar el hilo negro, así como su pretendido organicismo, ese creer que las sociedades humanas son análogas a los seres vivientes. Si lo sabrá bien este servidor, que puede presumir de haber sido uno de los primeros en hacer tal cosa. Vean si no es así.

Les recuerdo a los que lo han olvidado e informo a los que lo ignoran, que hubo un momento en la vieja Roma en que la plebe de la misma, o sea los más jodidos, la mayoría de los ciudadanos que menos tenía, se rebelaron contra la minoría de privilegiados, los patricios, que eran los que gobernaban. ¿Tuvieron razones para ello? Juzguen por ustedes mismos.

El matrimonio entre patricios y plebeyos estaba prohibido por las leyes, mismas que impedían a los plebeyos nombrar magistrados propios. Los plebeyos sólo eran buenos para una cosa… para ser soldados… y sin percibir sueldo alguno, por supuesto. ¿Y que sucedió? Que estos campesinos, pequeños artesanos y comerciantes, libertos pobres, que constituían la masa del ejército de Roma en sus primeras guerras de conquista, tenían que abandonar sus tierras, sus pequeños negocios, y mientras estaban en filas contraían deudas para que sus familias tuvieran de que comer. ¿Recuerdan? En la vieja Roma, automáticamente, deudor que no pagaba su deuda, era esclavo de su acreedor, y si eran varios, podían degollarlo, descuartizarlo y dividirse las partes del cuerpo, según la deuda. Cuando esta injusta situación se fue haciendo insoportable. ¿Qué pasó? Pues que los plebeyos comenzaron a protestar, a manifestarse por calles y plazas pidiendo la anulación de las deudas, el reparto de tierras y el derecho a elegir magistrados que los representaran y protegieran. Estas peticiones cayeron en oídos sordos: los de los patricios y equites o caballeros, estamento o clase este último que, procedente de la industria y el comercio, se había enriquecido con las guerras de conquista de Roma. Ante este hecho, los plebeyos, en buen número, se retiraron al Monte Sacro y dijeron que no darían un jornalero a la tierra ni un obrero a los talleres artesanos ni un soldado al ejército.

Las autoridades se limitaron a enviarles embajadores, que intentaron convencerlos con promesas, con buenas palabras, pero los rebeldes dijeron que ¡nones!, que hechos eran amores y no buenas razones, y aquí es donde entra su servidor. Como cónsul, encabecé una de esas comisiones de convencimiento y ahí fue cuando, para persuadirlos, no se me ocurrió mejor cosa que exponerles el ejemplo organicista del hombre cuyos miembros, cansados de procurarle comida al estómago, se negaron a continuar haciéndolo, con el resultado de que habiéndolo dejado de alimentar, ellos también murieron, igual que el órgano al cual habían querido castigar. ¡Ah! Pero los rebeldes plebeyos no se dejaron convencer ni por tan bello ejemplo. En definitiva, no nos quedó más remedio a los patricios y a los caballeros que ceder. Cancelamos las deudas, liberamos a los que habían sido hechos esclavos a causa de las mismas y tuvimos que poner a la plebe bajo la protección de dos tribunos y tres ediles elegidos por ella misma cada año.

Esta fue la primera gran victoria de los menos favorecidos, como ustedes dicen en ese su tiempo, de los privados de privilegios, de la plebe de Roma. Como lección aprendida de esta gran victoria, los plebeyos romanos, posteriormente, no dudaron en recurrir a otros retiros o abstenciones semejantes para conseguir nuevos derechos; retiros o abstenciones que, por cierto, estudiosos de los problemas sociales no han dudado en comparar con las huelgas generales de los obreros de esos sus modernos tiempos.

Con estos retiros y abstenciones, los plebeyos romanos fueron conquistando otros muchos derechos; así lograron la anulación de las leyes que prohibían el matrimonio entre patricios y plebeyos y el derecho a elegir cónsules fuera de la clase patricia, con lo que después de doscientos años de reclamos, lograron la plena igualdad de derechos.

Esos fueron hechos de la historia que pienso que si los conocen y estudian, bien les pueden servir para sus vidas, si es verdad lo que dijo Santayana, uno de sus filósofos: “los pueblos, las sociedades que no conocen su historia, están condenados a repetir los mismos errores”.

Sin más por el momento.

MENEMIO AGRIPA

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