En Nueva York, las obras de Adolfo Patiño

jueves, 11 de febrero de 2010 · 01:00
MÉXICO, D.F, 11 de febrero (Proceso).- Entre 1988 y 1993 Adolfo Patiño Torres (Ciudad de México, 1954-2005) trabajó en la Ciudad de Nueva York. Cuando regresó a México sus piezas de la muy larga serie titulada Marcos de referencia se quedaron allá. Hace poco el galerista Ramis Barquet las descubrió y, sin tener antecedentes del artista, quedó tan impactado por sus propuestas audaces y polémicas, que decidió exhibir en su galería de 41 East 57th Street un lote este año (21 de enero-27 de febrero) y otro el año próximo. Desde que en 1976 Patiño se interesó por la fotografía y el diseño, proclamó una posición antielitista que estimuló su vitalidad creativa. Su presentación ante el público la hizo ese año, tensando en cualquier lugar céntrico de la ciudad una cuerda de la que colgaba imágenes suyas y de otros jóvenes en exposiciones ambulantes a las que tituló Fotografías en la calle. Simultáneamente comenzó la búsqueda de nuevos lenguajes, nuevas formas, nuevos contenidos, sin consultar ni tomar en cuenta a funcionarios, patrocinadores o tutores, aunque el autodidacta que era decidió que sus maestros serían Marcel Duchamp, Joseph Beuys, Francis Bacon y Andy Warhol, a quienes jamás imitó porque sus impulsos experimentales surgían de otros apremios, que en una primera etapa culminaron en obra gráfica, en cine experimental, instalaciones y ensamblajes. Fue justamente con una pieza de la serie Marcos de referencia que obtuvo, en 1983, por primera vez, un premio de adquisición en el Salón Nacional de Arte. Los Marcos de referencia llegaron para quedarse el resto de su existencia. Estaban construidos con las reglas de uso común en las escuelas primarias. Con ellas se proponía una medición objetiva de cuanto se ha anquilosado en tradiciones resguardadas por los impositivos intereses del mercado. A Patiño no le atraía el dibujo. Su pluralismo estilístico acudió siempre al collage, al uso descontextualizado de objetos de segunda o tercera mano, a la acumulación de testimonios documentales, de muy diversa procedencia, transfigurados lingüísticamente con tangenciales referencias autobiográficas y frecuentes continuidades discursivas. Con ingenio fresco e indiscutible originalidad, le encantaba romper con los fetichismos del objeto artístico. Si aspiraba a activar la mente del espectador lo conseguía sobradamente, pues le ofrecía posibilidades de diferentes interpretaciones, dado que planteaba el arte como un proceso abierto, como un generador de reflexiones. Tema recurrente en la obra de Adolfo Patiño es Frida Kahlo, quien falleció el año en que él había nacido. En la larga serie dedicada a ella, los Marcos de referencia encierran un amor platónico tan sincero y tan intenso que al nacer su hija, en acto de celebración, le pone su nombre, cosa que difunde como melodía a los cuatro vientos. Cajas triangulares o cuadradas están tratadas con sutileza y exquisiteces neorrománticas, como lo prueba una dedicatoria escrita en 1995: “Alfonso Patiño hizo estos Marcos de referencia y le puso tu nombre a su hija, ambas cosas como testimonio de respeto, amor y cariño”. A Patiño también le interesaron la historia y los emblemas públicos. Sin temor a ser acusado de irreverente, utilizó sin solemnidad, casi con burla, la bandera nacional mexicana o los colores de ella. También hizo referencias simbólicas a las culturas prehispánicas con su devoción a los corazones, a las calaveras, a las flores o a deidades como Xipe Totec, el que viste la piel del desollado en el sacrificio ritual. Se ocupó de episodios clave, como la conquista del México antiguo por los españoles, proponiendo para ello signos muy diferentes a los usados habitualmente. Tampoco se le olvidaron los productos botánicos que aportó Mesoamérica al mundo. Usó espirales, signos de infinito, especulaciones filosóficas o astronómicas. Resumió la continuidad estética en el diálogo que sostiene Joseph Beuys con Giorgio Vasari sobre Vitrubio y el manierismo. Compuso abstracciones acumulativas. En los planos situados al fondo de las cajas, las regiones estelares flotan representadas por pequeños círculos dispuestos con regularidad geométrica. Todo esto es prueba de que supo huir siempre de las obviedades narrativas. Esta no es la primera vez que su obra singular puede apreciarse en los Estados Unidos. Durante su vida tuvo exposiciones individuales en Houston, Los Ángeles, Nueva York. En las más de 150 colectivas en las que participó, sus obras, con indudable carga conceptual, fueron vistas, entre otros países, en Gran Bretaña, Venezuela, Alemania, Brasil… donde se supo comprender la audacia de sus vivencias experimentales, que era un juego de vida en el cual, no pocas veces, arriesgó la vida misma.

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