Los entretelones de la Cumbre de Cancún

domingo, 21 de febrero de 2010 · 01:00

CANCÚN, Q. Roo., 21 de febrero (apro)- No bastaron diez horas de intenso debate. Ni toda la tarde del sábado, ni toda la mañana del domingo.

Los cancilleres de América Latina y El Caribe no lograron ponerse de acuerdo en el nombre del nuevo organismo con el que, sin la presencia de Estados Unidos y Canadá, los países de la región pretenden constituirse en un bloque unificado.

Horas y horas ocuparon pero el bautizo no llegó. Barajaron todas las posibilidades, pero al final se quedaron con tres nombres de entre los cuales los presidentes deberán elegir uno, en la reunión cumbre de mandatarios que inicia este lunes en la Riviera Maya, en el caribe mexicano.

Dirigido por la canciller mexicana,  Patricia Espinosa Cantellano, el cónclave de ministros de Relaciones Exteriores desechó muchas posibilidades, como la de “Alianza de estados latinoamericanos y caribeños”, porque el término “alianza” tiene connotaciones militares, según el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, observación que fue secundada por todos.

Quedaron entonces tres posibilidades: “Unión de Estados Latinoamericanos y Caribeños”; “Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños”, y “Organizaciòn de Estados Latinoamericanos y del Caribe”.

Y aunque el guatemalteco, Haroldo Rodas, dijo que “no me gusta eso de Organización, porque suena como a OEA (Organización de Estados Americanos), y ya no sirve, y además no se ve como algo propio de la región”, todos consintieron en que se quedaran los tres nombres, para que los presidentes elijan.

El brasileño José Antonio Simoes, embajador que representó al canciller de su país –y que fue uno de los más activos participantes y que permanentemente asesoraba a la mexicana en la conducción del debate--, sugirió que se quedara “Comunidad…”, porque –dijo--  más allá del asunto semántico, refleja más la idea de visión y estrategia de lo que se quiere con el nuevo organismo.

Patricia Espinosa, que llegó más de una hora tarde a la reunión –y sin desayunar, pues apenas ocupó su lugar, le llevaron café y dos cuernitos de pan--  urgió constantemente a sus invitados a ponerse de acuerdo para sacar un nombre definitivo, ya que  –dijo--  “si no lo logramos, nos vamos a acarrear muchas críticas, pues el mensaje que vamos a dar al exterior es de poca coincidencia”.

Y sí, no hubo coincidencia.

En el borrador de la “Declaración de la Cumbre de la Unidad”, quedaron aquellos tres nombres. Y la misma secretaria de Relaciones Exteriores de México, al final, aceptó que ya no había tiempo; que tendrían que ser los presidentes quienes decidieran el nombre de la nueva organización con la que los países de América Latina y El Caribe habrán de presentarse en el concierto internacional.

Aceptó Espinosa: “No hay nombre que nos satisfaga a todos al cien por ciento”.

Pero no sólo el nombre fue problemático.

También lo fue la conformación del grupo de trabajo que le dará forma a la nueva organización. Horas transcurrieron y no acertaban a definir si era un solo país (Chile o Venezuela) o los dos, quienes coordinarán los trabajos de ese grupo, que deberá de elaborar, antes de la próxima cumbre, el 5 de julio en Caracas, Venezuela, el documento constitutivo de la nueva organización.

De plano, la canciller mexicana se dio por vencida. No avanzaban. El tiempo se consumía –pasaban de las tres de la tarde; cinco horas después de iniciada la reunión-- y ella tenìa que abandonar la reunión para asistir a la inauguración de otra cumbre, entre México –ya con la presencia del presidente Felipe Calderón--  y los países del Caribe.

Sugirió que, de plano, se le dejara la responsabilidad a Chile, que a partir de este lunes, asumirá, en sustitución de México, la secretaría Pro Témpore del Grupo de Río.

Y varios se le fueron encima a la mexicana.

El canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, le espetó: “Usted nos deja como en el limbo; no somos presidentes (de la próxima cumbre); no somos responsables, no somos coordinadores… qué somos. Y qué hacemos, convocamos nosotros, o Chile, vamos a firmar un documento, en calidad de qué, o cómo lo firmamos…”

Y machacó: “Se nos está ninguneando; se está minimizando el papel de Venezuela. No sé si se esté pensando que la próxima cumbre no sea en Venezuela. Nos está poniendo en camino a que renunciemos a convocar a esa cumbre”.

Maduro reclamaba que Venezuela tiene la capacidad y la autoridad moral para asumir la coordinación de la próxima cumbre donde, en definitiva, quedaría constituida la nueva organización regional, que aquí en México, apenas logró el acuerdo para conformarse.

Sorprendida por el tono áspero del canciller venezolano, Patricia Espinosa se disculpó con aquél por si dijo algo que pudiera interpretarse como duda de que Venezuela tendría un papel protagónico en la próxima cumbre, o que no pudiera ser quien organizara la cumbre próxima.

Es más, dijo, la decisión de que en ese país se celebre fue tomada en la anterior reunión del Grupo de Río, en Brasil. “Se le dio a la delegación de Venezuela esa responsabilidad”, dijo.

Además, agregó, “México le dará todo el apoyo a usted y a Venezuela para que la próxima cumbre se desarrolle con todo éxito”.

El canciller cubano intentó defender a la mexicana: sugirió que su par venezolano estaba exagerando, pues dijo que el anfitrión para la cumbre de julio de 2011, es decir Venezuela, tendrá todas las prerrogativas y todos los apoyos para la realización de esa cumbre.

El ecuatoriano Ricardo Patiño de plano dijo que ese punto se quedara como quedó en la última redacción, es decir, que Chile –en su función de Secretaría Pro Témpore--  y Venezuela encabezaran el grupo de trabajo (de redacción del documento constitutivo del nuevo organismo y de la organización de la cumbre), pero de manera alternativa.

Dicho grupo sería apoyado por una troika ampliada con México, Brasil y un país miembro de la Comunidad del caribe.

Espinosa, urgida de abandonar la sala, dijo que “bueno, que se haga el grupo y luego que se decida su forma de trabajo”.

A la salida de la mexicana, el canciller cubano salió a su paso y, cortésmente –ya fuera de micrófonos--, le reclamó que haya sido México quien promoviera la nueva organización y no se hallan alcanzado, entre cancilleres, los acuerdos básicos de la conformación del grupo de trabajo y su mecánica de trabajo.

“Discúlpenme, y ayúdenme con esto. Me tengo que ir. (Mi gente) seguirá haciendo consultas entre ustedes”, dijo apenada.

Antes de esta escena, el ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, David Choquehuanca –de un extraordinario, y muy comentado parecido físico al presidente Evo Morales--, sólo pidió la palabra para solicitar que la cumbre de 2013 sea en Cochabamba, en Bolivia.

“Sólo quería decir eso… porque ya tengo hambre”, dijo el canciller de Evo, quien arrancó la sonrisa de los concurrentes, quienes –de paso--  decidieron que se anotara en la Declaración de la Cumbre, esa posibilidad.

Pero no sólo fue este documento el que entrampó la discusión de más de diez horas entre los cancilleres. El otro documento, la “Declaración de Cancún”, el documento donde los países fijan su posición frente a una diversidad de temas polémicos en la región, también produjo momentos de pasión y de arrebato y, aun, de enfrentamientos entre cancilleres.

Y hablaron de todo: la crisis financiera internacional y su impacto en la región; de la necesidad de una mayor cooperación entre los países en materias financieras y regulatorias; del comercio entre los países y la manera de cómo impulsarlo más abundante y eficientemente; de los desafíos en materia energética; de políticas más decididas respecto de energías alternativas, menos contaminantes.

También, del desarrollo de infraestructura en los países, promoviéndola sobre todo en los países más pobres; de ciencia y tecnología, con más incidencia en los procesos productivos; de programas sociales para erradicar el hambre y la pobreza; de seguridad alimentaria y nutricional.

El catálogo de temas abarcó, además, los derechos humanos, el fenómenos migratorio, cultura, género, el cambio climático, los desastres naturales, asuntos de seguridad, el terrorismo y el problema común, en el mundo, del tráfico y consumo de drogas.

Fueron tanto los temas –la “Declaración de Cancún” consta de 87 puntos--, que hasta la canciller mexicana pidió que para próximas reuniones los documentos fueran más breves, con un menor articulado, para –sugirió-- no caer en infinidad de temas, que hagan perder efectividad en la discusión y en la toma de decisiones.

Pero las pasiones se encendieron cuando hablaron de energía y de temas de seguridad. El canciller de Evo Morales, provocó que por un largo rato se entrampara la discusión sobre biocombustibles y nuevas formas de energía (eólica, geotérmica, hidrogeneración eléctrica, entre otras).

Alertaba sobre la posibilidad de que trasnacionales se apoderaran de los recursos naturales de la región, con el pretexto de que el documento abre la puerta a una cascada de inversión extranjera en materia de energía.

Al ministro Cochehuanca no le gustaba la redacción de ese apartado, ni los cambios que se le iban haciendo. Amagaba con no firmar y decía que mejor decidieran los presidentes sobre ese punto (el 21 de la Declaración).

Patricia Espinosa fue muy condescendiente con el boliviano: siempre le preguntaba si estaba conforme con la nueva redacción. Hasta que el “clon de Evo” –como le llamó un asistente ecuatoriano--  daba su aprobación.

Espinoso fue el tema de militares extranjeros en países de la región. El punto 80 de la Declaración de Cancún, que quedó “encorchetado” desde la noche del sábado, decía: “Reafirmamos que la presencia de fuerzas militares extranjeras no puede, con sus medios y recursos vinculados a objetivos propios, amenazar la soberanía e integridad de cualquier nación y en consecuencia la paz y la seguridad de la región.”

A Venezuela le pareció tibia esa redacción. El canciller Maduro la emprendió contra Colombia, que –dijo--  tiene bases militares estadunidenses en su territorio, que son una amenaza para la región.

Pidió el venezolano que la redacción de ese punto fuera contundente en señalar “que se declare a la región libre de bases militares extranjeras”. Propuso que la Declaración apunte claramente que “ejércitos extraterritoriales nunca ocupen países nuestros”.

Maduro, entre otros argumentos, dijo que está probadísimo que donde hay soldados estadunidenses, con el pretexto de combatir el narcotráfico y el crimen organizado, éstos nunca han disminuido.

Y en el caso de Haití, que a causa del reciente terremoto, llegaron a ese país miles de soldados de Estados Unidos –con el pretexto de la desorganización y de las necesidades alimentarias por el desastre--, dijo: “No seamos inocentes; esa es una verdadera invasión, con fines de control regional”.

Tuvo que responder, necesariamente, el canciller colombiano, Jaime Bermúdez. Que lo dicho por su par venezolano sólo eran ambigüedades, dijo. Y aclaró: “Colombia no tiene ni ha tenido una sola base de los Estados Unidos. Ni la tendrá. Lo que nosotros tenemos son programas de cooperación técnica, no bases ni soldados americanos.”

Dijo que Colombia no los necesita, porque “nuestros soldados y nuestros policías son los que saben combatir las drogas”. Lo que necesitamos de ellos  es sólo cooperación técnica.

“¿Saben cuantos soldados estadunidenses hay en Colombia, por este esquema de cooperación técnica?”, preguntó el canciller colombiano.

Y respondió lacónicamente: “71. No hay tropas ni bases”.

Y, finalmente, justificó: “En Colombia hemos sufrido mucho, en carne propia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Tenemos la obligación política y moral de hacer todos los esfuerzos para liberar a nuestros país de esos males. Y para ello tenemos que buscar los instrumentos más eficaces. Por eso los acuerdos, no sólo con Estados Unidos, sino con muchos países del mundo entero, incluidos varios de los que están aquí representados.”

Y como finalmente en la redacción de ese punto no hubo total acuerdo, la canciller Espinosa propuso “discutirlo después, más ampliamente, con transparencia, apertura y respeto”.

Pero antes, le había enmendado la plana al venezolano en relación a la presencia de tropas extranjeras en Haití: fue una decisión del Consejo de Seguridad de la ONU.

Fue tal la discusión y el enfrentamiento entre países en algunos temas, que el representante brasileño, el embajador Antonio José Simoes, llamó a la cordura:

“Estamos en una etapa de construcción. No podemos estar peleando, criticándonos unos a otros o peleándonos con los países ricos. Debemos enfatizar lo que nos une y no lo que nos divide”, dijo.

 

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