Es natural

lunes, 22 de febrero de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 17 de febrero (apro).- Estimados lectores de la presente: les aseguro de que no tienen el menor motivo para sorprenderse o para enojarse y desgarrarse las vestiduras ante la posición de las diferentes iglesias cristianas ante el aborto, el matrimonio de homosexuales y la posible adopción de infantes por parte de los mismos. Están en su papel, que es el de protestar y hacer berrinche ante toda actividad o iniciativa que no las tome en cuenta, ser intolerantes ante todo que las contradiga.

Reflexionen y comprobarán que la tolerancia no ha sido ni es una de sus virtudes.

La historia nos enseña que la Iglesia Católica Apostólica y Romana, en cuanto fue proclamada y establecida como religión de Estado, por estar en posesión de la única verdad revelada, como decía, se dedicó a acosar a los paganos, a destruir sus templos y, sobre las ruinas de los mismos, a edificar no pocas de sus propias iglesias.

La historia nos recuerda que durante cientos y cientos de años, las diferentes iglesias cristianas, sus jerarcas, unos por angas y otros por mangas, se dedicaron a apoyar y defender el denominado “derecho divino de los reyes”, que se suponía que era un derecho que procedía directamente de Dios y era otorgado a los monarcas para que reinaran sobre sus súbditos, por lo que esas iglesias cristianas fueron, por siglos, insito, no sólo intolerantes con eso de la soberanía popular o del pueblo, sino que fueron las enemigas declaradas de la misma; y también la historia nos recuerda que para romper ese poder absoluto de los reyes fue necesaria una sangrienta revolución: la francesa de 1789, cuya Declaración de los Derecho del Hombre y del Ciudadano, sirvió de ejemplo y acicate para que, sucesivamente, otros países se fueran liberando de ese mandato considerado divino, el derecho divino de los reyes que tanto limitó los derechos de sus súbditos.

La historia igualmente nos muestra otra curiosidad, por decir lo menos, de las iglesias cristianas, y es que a pesar de que todas ellas fundamentan su saber y su existir a un mismo libro: la Biblia, de la que dicen que contiene o es la mismísima palabra de Dios, todas esas iglesias tienen una interpretación diferente de esa palabra divina… y cada una de ellas presume, predica y sostiene que su hermenéutica o interpretación de la palabra de Dios, es la verdadera y correcta interpretación de esa palabra de Dios…. Y esta seguridad de estar en posesión de la verdad revelada, de la palabra de Dios, no pocas veces las ha llevado a mutuas críticas y descalificaciones, a excomuniones e incluso a absurdas y crueles guerras de estos fervorosos creyentes de un mismo Dios de amor; guerras llevadas a cabo por asegurar la eterna salvación en el más allá, pues también presumían, predicaban y sostenían que fuera de la iglesia en que militaban no había salvación posible.

Por otra parte, las diversas iglesias cristianas han predicado y predican con insistencia la paternidad universal de Dios de todo lo habido y por haber, predica que presupone una hermosa doctrina de igualdad de todos los humanos ante Dios y la obligada fraternidad entre todos los hombres… hermosa doctrina que no impidió que, por varios siglos, altas jerarquías de las diversas iglesias cristianas y sus servidores menores consintieran e incluso avalaran moralmente y hasta tomaran parte en el más infame y brutal de los negocios, el de la trata, al tráfico de seres humanos para venderlos como esclavos, llevado a cabo por tantos y tantos fieles seguidores de las diferentes iglesias cristianas. Tráfico ignominioso que no pocas veces fue justificado con una muy particular interpretación de lo escrito en la Biblia, de la palabra de Dios. ¿Cómo explicar este hecho; que pensar del mismo?

Otro hecho difícil reentender, es que la variedad de las iglesias cristianas existentes, conformes a lo enseñado por su común Maestro, no se cansan de predicar que su reino no es de este mundo y en la realidad insisten e insisten y no pierden oportunidad de imponer sus correspondientes doctrinas y autoridad a los gobiernos de este mundo y a sus respectivos ciudadanos.

Estimados lectores: los hechos aquí expuestos y muchos más que serían largos de recordar, les aseguro que no persiguen desprestigiar a las diversas iglesias cristianas existentes, sino, como les dije al inicio de la presente, el demostrarles que no tienen motivo para sorprenderse y menos para enojarse o escandalizarse por sus posturas entre el aborto, los matrimonios de homosexuales y la adopción de infantes por los mismos. Eso es natural. Están en su papel, que es el de protestar y hacer berrinches ante toda actividad o iniciativa que no las tome en cuenta, al ser intolerantes ante todo lo que las contradiga.

Sin más por el momento y siempre a sus órdenes.

LIGORIO D’REVUELTAS

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