"La testigo clave" en el caso Cabañas

sábado, 27 de marzo de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 27 de marzo (Proceso).- Contratadas como “bailarinas exóticas”, decenas de jóvenes extranjeras son introducidas al país y orilladas a prostituirse. El Instituto Nacional de Migración regulariza a muchas, pero niega que esta práctica legalice el tráfico de personas. Una de ellas estaba con El JJ momentos antes de que disparara al futbolista Salvador Cabañas. Es la “testigo clave”.

Diana Hernández Díaz e Ismary Caraballo Maset lanzan un grito de júbilo cuando empiezan los acordes de Baby, te quiero, la canción de éxito del cantante Nigga:

         Y es que te quiero ohuuuu

         Baby, te quiero ohuuuu

         Desde que te he conocido yo vivo tan feliz

         El reggaeton las arrebata. No es necesario que pasen a la pista para demostrarlo. Desde su mesa, ubicada en la parte baja del Bar-Bar, exactamente al lado de las escaleras, agitan sus cuerpos, palmean y corean la canción:

         Ay cómo quisiera en este instante abrazarte

         Y mil canciones al oído cantarte

         A tu vida muchas cosas regalarle

         Es que tú me enamoraste

         Pasan de las 4 de la madrugada del lunes 25 de enero y las jóvenes cubanas llevan tres horas de estar “en la gozadera”. Llegaron con otra amiga, Anays Leyva López, quien se encuentra junto a la barra del bar con su novio Auyuri.

         Desde una mesa contigua, Amancio Rojas Hernández ya tomó con su celular varias fotografías de Diana e incluso ya se acercó a ella para pedirle su teléfono y para invitarla a un partido de futbol, pues su cuñado es Salvador Cabañas, el estrella del equipo América, que está sentado ahí, en una mesa cercana, platicando con su esposa María Alonso Mena.

Diana no sabe de futbol ni le interesa. Le pide a su amiga Ismary que le dicte el número telefónico al “muchacho” porque ella no se lo sabe. Lo despide amablemente y sigue bailando.

Ismary dice que ya le cansaron los zapatos. Se los quita y Diana la imita. Suben a los bancos de su mesa y sacuden frenéticamente las caderas.

Es que tú eres un lucero que guía mi vida

Si no te tengo en mi canción no existe melodía

Tú me haces falta baby de noche y de día

Sin tu inspiración no existiría esta poesía

En una mesa ubicada a unos tres metros de la suya, José Jorge Balderas Garza, alias El JJ, le comenta algo a uno de sus guardaespaldas. Éste se acerca a las jóvenes cubanas. Les dice que va de parte del JJ para invitarlas a su mesa.

–Pero si estamos descalzas –comenta Ismary.

–Ese no es problema –responde el guardaespaldas.

El tipo se agacha y sin dificultad levanta en sus brazos a Ismary, atraviesa la pista cargándola y la deposita en la mesa del JJ. Luego regresa y hace lo mismo con Diana.

El JJ estaba con cinco personas: dos mujeres y tres hombres, dos de éstos eran guardaespaldas; el tercero escuchaba atento sus palabras. Se fue de la mesa un rato después.

–¿Qué quieren tomar? –ofrece solícito El JJ.

Extracto del reportaje que se publica en la edición 1743 de la revista Proceso, ya en circulación.

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