Alabanza de la indiferencia

domingo, 28 de marzo de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 24 de marzo (apro).- Agitados por contradictorios humanos, la presente es medio para comunicarles nuestra admiración y elogio a ese estado de ánimo que suele darse entre ustedes, en el que no sienten ni aversión ni inclinación por persona alguna o hecho, asunto o cosa, esto es, a eso que llaman INDIFERENCIA. Asimismo, es manifestación del regocijo que nos produce el que haya entre ustedes no pocos que hacen lo que nosotros: no ver, no oír y, por lo tanto, no hablar de los hechos, sean o no de su incumbencia o bien los afecten o no los mismos.

En especial, nos regocijan e incluso felicitamos a esos los que entre ustedes no ven, no oyen ni hablan del poder, cualquiera que sea la forma, tamaño y color que el mismo pueda llegar a tener. Nos regocijan y les felicitamos por no ser de los que añaden más leña a la fogata de la discordia (que amenaza con incendiar ese su mundo), como con frecuencia llegan a hacer los que ejercen, lo defienden, lo critican o lo combaten; nos regocijan y felicitamos a esos indiferentes por no ser ellos (al menos de manera consciente, lo que no es poco) ni colaboradores y menos cómplices del sistema que rige la globalidad en la que viven hoy, del cual uno de sus más prestigiados, fervorosos y persistentes defensores, el literato Mario Vargas Llosa, ha escrito lo siguiente: “Este sistema está basado en la libre empresa y el libre mercado, es decir, en la competencia, un rivalizar constante de los individuos y las empresas entre sí para conquistar mercados y relegar o desaparecer a los competidores. Este es un sistema frío, amoral, que premia la eficacia y castiga la ineficacia sin contemplaciones. No es una ideología, no es una religión, no engaña a nadie prometiendo la felicidad o el paraíso ni en éste ni en el otro mundo. Es una práctica, una manera de organizar la sociedad para crear riqueza”.

Ante estas rotundas afirmaciones, deben felicitarse los que entre ustedes son indiferentes al poder en general y, en particular, a los que conforman y rigen tal sistema, ya que aparte de que su indiferencia les libra de ser colaboradores o cómplices interesados (lo que no es poco, insistimos), los pone a salvo de perder su precioso tiempo discutiendo sobre tonterías (el lector de la presente dirá si es o no tontería, ¿será otra cosa?, el creer que algo que tiene pico y cuerpo de pato, se mueve, camina, nada como pato y emite sonidos que suenan a algo así como cuac cuac, no es un pato porque no se le llame así, porque se le dé otro nombre cualquiera, como Jorge, práctica u organización, por ejemplo).

Eso mismo, estimado lector, juzgue si es o no tontería el asegurar que ese sistema no engaña a nadie cuando bien se sabe que poderosas empresas, tanto nacionales como transnacionales, con eso de la contabilidad creativa, ha trampeado para no pagar al fisco, aparentar quiebras y cometer otros fraudes financieros, a lo que hay que añadir que no faltan poderosos líderes de tan mentado sistema, que no han dudado en desencadenar brutales y despiadadas acciones militares haciendo uso de la mentira, y puede que lo sigan haciendo cuando juzguen que la seguridad de ese sistema está en peligro; que se pregunte también si no es tontería asegurar que ese sistema “no es más que una práctica, una organización de la sociedad para producir riqueza!... olvidándose que, hasta hoy al menos, no ha tenido ni tiene para nada en cuenta el reparto equitativo de la misma.

Lo curioso es que el justamente famoso Mario Vargas Llosa se contradiga, ya que en el mismo artículo dice (aclaramos que los paréntesis y subrayados son nuestros): “Por sí sólo (el capitalismo global) deshumanizaría a la sociedad y la convertiría en una jungla despiadadamente darwiniana (¿no lo ha hecho ya?) donde sólo sobrevivirían los más fuertes. Se humaniza gracias a la democracia, con un Estado de derecho, donde haya jueces independientes ante los que pueden acudir los ciudadanos cuando son atropellados, leyes que garanticen el respeto de los contratos, la igualdad de oportunidades para todos e impidan los monopolios y los privilegios, y unos gobiernos representativos a los que fiscalice la soberanía a través de partidos de oposición y una prensa libre (preguntamos: en cualquier lugar del mundo donde se lea la presente, ¿quién puede asegurarnos que se cumple a cabalidad lo subrayado por nosotros?)”.

Lo expuesto hasta aquí muestra y demuestra que los indiferentes ante el poder, sea la forma, tamaño y color que pueda llegar a adquirir, tienen motivos más que suficientes para estar satisfechos, ya que su indiferencia los salva de padecer ese complejo que tantos humanos padecen: el de Humpty Dumpty, que les hace pensar que sus palabras crean o son el reflejo de la verdad, lo que les expone a que fácilmente les refuten con el dicho: “Si, Chucha… y si mi tía tuviese ruedas sería bicicleta”.

Un consejo como cierre de la presente: aquellos que no tienen la fortuna de ser indiferentes por naturaleza, bien harán en hacer lo que nosotros aconsejamos desde hace siglos: “no ver, no oír y callar”, pues mucho puede servirles para alcanzar la indiferencia.

Sus incondicionales servidores.

LOS TRES MONOS

 

 

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