Informe

domingo, 7 de marzo de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 7 de marzo (apro).- El responsable de este buzón hace del conocimiento del estimado lector que, habiéndole llegado de manera anónima un informe sobre el tema del momento –la defensa de la familia tradicional–, da a conocer parte del mismo por considerarlo curioso  y no exento de interés para el público.

“En primer lugar, tengo que informar que esta investigación confirma lo que ya había descubierto el caso de la familia Birling, en el que el señor J. B. Priestley me hizo intervenir: que la familia no es el mejor de los mundos para los humanos que tenemos que movernos en un universo de problemas, como creen tantos apasionados y cándidos doctores Panglos que la defienden; tampoco confirma, en modo alguno, lo que aseguró Adam Smith: que el egoísmo de cada uno hace la felicidad de todos, al contrario, ya que el egoísmo, la satisfacción de las necesidades, deseos y caprichos de cada uno de los integrantes de la misma, pueden enfermarla y enfermar a todos y cada uno de los individuos que la conforman, hasta convertirla en una célula maligna que corromperá a otros individuos y organismos sociales.

“Esto ocurre muy en especial en la denominada hasta ayer civilización occidental y cristiana. Que se quiera o no y se admita o niegue es, sin duda, la que ha conformado y en gran medida es la que administra y manda en la globalidad en la que respiramos. Eso hay que tenerlo en cuenta y no olvidarlo. Si así se hace, se comprenderá mejor por qué las diferentes iglesias pertenecientes a esa llamada civilización occidental y cristiana son las más activas y apasionadas defensoras de la familia tradicional, esto es, la formada por un hombre, una mujer y los hijos que puedan engendrar, así como de la absurda contradicción de que se sirven para hacer dicha defensa que, digo, que es contradictoria, porque si acudimos a la Biblia, como ellos hacen, fácilmente se comprueba con estupor que el viejo Yavé judío es una divinidad terriblemente celosa de su autoridad, llena de rencores contra los que le desconocen, contra los que no admiten su poder, caprichosamente tentador, como si sufriera de inseguridad, vengativo y brutal en sus venganzas y, por añadidura, misógino, es decir que aborrece y discrimina a la mujer. Si alguien duda de lo que aquí escribo, no tiene más que leer la Biblia o la obra El alfabeto contra la diosa, de Leonard Shlain, donde de manera amena y científica se exponen razones más que suficientes que apoyan lo que aquí afirmo.

“Igualmente contradictoria y hasta ilógica y hasta más es la actual defensa del matrimonio tradicional por las diferentes iglesias cristianas, si se tiene en cuenta su idea sobre la mujer, y digo que más porque el cristianismo no sólo heredó la misoginia de la vieja divinidad patriarcal judía, sino que a la misma le añadió la misogamia, es decir la aversión, la hostilidad al matrimonio, que se inicia con el apóstol Pablo y se fue acentuando con los denominados padres de la Iglesia, los cuales, quien más, quien menos, vieron en la mujer, en cada una de ellas, una Eva, un ser sobre el cual la sentencia de Dios sobre el sexo sobrevive a su vida, por lo que cada mujer es la puerta por la que entra el demonio en el mundo, y por ellas es que murió Jesús, ideas terribles que San Jerónimo predicó en muchos de sus sermones. ¡Ah!, con razón, con la misma lógica, Clemente de Alejandría, doctor de la Iglesia, ya había dicho: ‘Toda mujer debería ponerse roja de vergüenza tan solo con pensar que es mujer’.

“Este clima de miedo y odio a la mujer, a tener contacto con la misma por ser pecado, llevó, por una parte, a sacralizar el celibato voluntario y al ascetismo; por otra, siguiendo la misma lógica, a que no faltaran los que llegaron a considerar al matrimonio como obra diabólica, como lo hizo el filósofo Saturninos, de Siria, que veía al mundo como un campo de batalla en el que ángeles y demonios estaban trabados en singular combate para ganarse a los humanos, y como Satán era el jefe de los demonios y era quien había dado y continuaba dando a los hombres el deseo por la carne del pecado y también el que empujaba a los humanos, así, a la fornicación y al matrimonio, por lo que el mismo matrimonio era una institución satánica.

“Por supuesto, esta idea es loca, pero no dejaba de tener su lógica, como le sucedía a la locura de Hamlet.

“Al llegar aquí, me pregunto si las diferentes iglesias cristianas, que en el fondo siguen pensando, quien más, quien menos, que las mujeres siguen teniendo mucho de lo malo que los padres del cristianismo les atribuían, ¿es lógico que defiendan una asociación con las mismas, como lo es el matrimonio?”.

Así termina la primera parte del informe del inspector Goole.

¿Qué piensa usted del mismo, estimado lector?

 

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