Rescate del archivo de los Flores Magón
MÉXICO, D.F., 8 de marzo (Proceso).- Alrededor de 2 mil piezas documentales (de un total de 10 mil) que integran el archivo de los próceres han sido ya inventariadas por el bisnieto de Ricardo, Diego Flores Magón Bustamante. Correspondencia, periódicos, fotos, recortes, tarjetas, negativos fotográficos, colecciones de timbres... serán alojados en el edificio remodelado de Colombia 42 –donde se imprimía El Hijo del Ahuizote–, que entregará el Fideicomiso del Centro Histórico. Se calibrará entonces la enorme lucha de estos dos revolucionarios, insuficientemente reconocida por la historia de México. De ella habla Diego en entrevista, así como del contenido del archivo y de los avatares de su rescate.
Más de dos meses recorrió en tren el cuerpo de Ricardo Flores Magón para llegar a México desde Kansas, donde murió en una cárcel en 1922. La demora se debió a que en las ciudades mexicanas por donde pasaba el féretro, con el auspicio del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros, miles de personas se arremolinaban para rendir homenaje a uno de los adalides de la Revolución.
Mientras tanto, su hermano Enrique, sobreviviente de la cárcel en Estados Unidos, regresó al país en 1923 con la esperanza de que la lucha social que él y Ricardo llevaron hasta las últimas consecuencias hubiese fructificado en algo. Con su esposa y sus seis hijos se encontraron con un México brutal que, por un lado, se valía de su nombre como estandarte postrevolucionario pero que, en lo cotidiano, lo sentía como una piedra en el zapato.
Ricardo (1874-1922) y Enrique (1877-1954), nacidos en Oaxaca, fueron, junto con su hermano Jesús (1871-1930), políticos y periodistas opositores a la dictadura de Porfirio Díaz. Entraron y salieron de la cárcel en México en diversas ocasiones. Se expatriaron en Estados Unidos, donde crearon el Partido Liberal Mexicano. Alentaron además las huelgas de Cananea, Sonora, y Río Blanco, Veracruz.
El gobierno estadunidense condenó a Ricardo en 1918 a 21 años de prisión en McNeil Island bajo los cargos de distribuir correspondencia indecente, es decir, difundir propaganda política. De ahí fue llevado a Kansas, donde, según la versión del gobierno, “murió de un paro cardiaco”. Sin embargo, según su compañero de lucha y de prisión Librado Rivera, fue ahorcado.
Ahora, a casi 90 años de la muerte de Ricardo, los descendientes de su hermano Enrique pondrán a disposición del público un archivo inédito que la familia resguardó cuidadosamente. En entrevista con Proceso, Diego Flores Magón Bustamente, bisnieto del mártir, explica:
“Por ahora tenemos un inventario parcial de unas 2 mil piezas documentales. Pero en total el archivo debe tener unas 10 mil piezas documentales entre correspondencia, periódicos, fotos y recortes, principalmente, pero también hay objetos diversos, como tarjetas, negativos fotográficos, colecciones de timbres, de estampas. El acervo se compone de fondos documentales. El más grande es, desde luego, de Enrique, pero hay papeles también de su mujer Teresa Arteaga de Flores Magón, de Teodoro Flores, su padre, de otros familiares y de un correligionario, Rafael B. García, entre otros.”
En el archivo se encuentran cartas de Ricardo a Enrique (ver recuadro), la colección más completa del periódico Regeneración, que ellos fundaron, y un buen número de ejemplares de El Hijo del Ahuizote. También hay diarios anarquistas, así como correspondencia privada que los Flores Magón sostuvieron con figuras políticas de su época y que condescendían con su manera de pensar y actuar.
Don Enrique
Dice Diego Flores Magón que cuando su bisabuelo regresó a México, no entendía qué había pasado en el país. Su deportación desde Los Ángeles, California, donde permaneció en una suerte de arraigo domiciliario, fue muy dura y esperaba regresar a un México mejor que el que había dejado:
“En un kiosko en Puebla empieza a mentar madres contra el gobernador y contra Álvaro Obregón. La gente se preguntaba: ‘¿Quién es esa persona? ¿Qué le pasa?’. Y se lo llevaron a la cárcel. Hubo una gran solidaridad con él, cartas que le mandaron al presidente diciéndole que cómo era posible que encarcelaran de nuevo a Enrique Flores Magón. Ese era el México que mi bisabuelo encontró a su regreso. A través de sus cartas he entendido cómo se estrelló con el México brutal posrevolucionario, con los caciques y generalotes.
“No obstante, siempre hubo el afán de incorporar a los Flores Magón como piezas clave de la historia oficial y crear el gran mito de su gesta. Y cuando regresa Enrique, ni trabajo encontraba. El magonismo grabado en letras de oro por el gobierno posrevolucionario es una mentira. Enrique no tenía cabida en México. Cuando ascendió Lázaro Cárdenas al poder, tuvo oportunidad de reconciliarse un poco con el régimen. Tuvo unos empleos muy modestos en la administración pública. El padre de Miguel Alemán fue magonista en Veracruz y es una de las razones de algún tipo de acercamiento.”
Afirma Diego que posteriormente Enrique Flores Magón tuvo otras razones para seguir luchando, como el ascenso del fascismo y del comunismo (en Europa y la Unión Soviética). Pero es claro que sufrió mucho y vivía en gran precariedad económica. Tanta adversidad le había causado diabetes y problemas cardiacos.
“Sin embargo, nunca dejó de ser una figura quijotesca, nunca perdió el juicio atinado. Ricardo era fuera de lo normal también, con rasgos no necesariamente amables. Era un radical recalcitrante, era inflexible, era vengativo y maltrataba mucho a los que no le seguían en cada uno de sus pasos. Enrique salió lastimado dentro de la vida interna del magonismo. Hubo una ruptura entre 1916 y 1917 y fue dolorosísimo para él. No me lo explico. Tengo piececitas de lo sucedido; hubo motivos familiares y no ideológicos.”
En 1922, cuando murió Ricardo, Enrique sufrió un golpe del que jamás se recuperó:
“Enrique amaba a su hermano de manera ilimitada y fue durante toda su vida, y después, su signo cardinal, su eje y su horizonte. Cuando murió Ricardo, Enrique perdió el rumbo de una parte de su vida.”
Según dice a Proceso Alicia Jiménez de Flores Magón, abuela de Diego y esposa del hijo más pequeño de Enrique, “Don Enrique y su esposa Teresa eran dos personas de trato bellísimo y amable. Los dos me quisieron mucho. Él nunca hablaba de política, pero cada semana escribía sin parar. Era una persona intachable. En una ocasión Miguel Alemán le ofreció una casa para que viviera ahí en lugar de rentar. Don Enrique le contestó: ‘¿Y para los compañeros también va a haber casa?’.
“Él permaneció siempre claro de lo suyo; era una persona sencilla. A cada rato lo iban a buscar ‘los compañeros’, como él les decía a los obreros. Tengo la satisfacción de que en alguna ocasión me dijo que yo era su nuera preferida, la consentida.”
El peso del apellido
“¡Como puede andar usted por la vida cargando con semejante apellido!”, le dijo en una ocasión a Diego una maestra de la universidad.
Según el bisnieto de Enrique Flores Magón, le pasan cosas extrañas y hasta ridículas:
“Hay personas para las que el apellido le es más bien la referencia de una calle o una avenida. Algunos historiadores se incomodan un poco e incluso un profesor me señaló: ‘Pobre de usted, carga con la lápida de un monumento nacional’.”
Cuando Diego entró a El Colegio de México a estudiar relaciones internacionales en el 2000, Javier Garciadiego, actual director de esa institución, le fue asignado como profesor en la materia de historia mexicana en el primer semestre. Estaba muy nervioso y llegó tarde a la clase, cuando ya estaban todos sentados. Garciadiego le dijo:
–Usted debe de ser Diego Flores Magón, ¿verdad? ¿Es descendiente de ellos?
(Él respondió con un tímido “sí”.) Los Flores Magón fueron precursores de la Revolución. O sea, los que llegan antes.
“La anécdota me da risa, pero también tengo claro lo difícil que es lidiar con tantas vicisitudes, con un apellido lleno de tristeza y de que la intimidad de mi familia sea tan pública.”
El hijo menor de Enrique Flores Magón, también llamado Enrique, fue quien guardó celosamente el archivo de su padre. Después fue su hijo Daniel quien se hizo cargo de salvaguardarlo.
Enrique vivía junto con su esposa Alicia y sus hijos: Alicia, Enrique, Héctor, Daniel, Estela e Irma en la calle de la Turba, por los rumbos de Tulyehualco. En esa misma calle vivían sus cuñados, así que las reuniones familiares podían ser de 30 o 50 personas. Estudió ingeniería en la Armada de México. Nunca participó en actividades políticas y se dedicó de tiempo completo a su familia.
En una ocasión, en los años ochenta, esta reportera lo visitó y le solicitó una conversación sobre su padre y su tío Ricardo:
“Es una historia muy triste y casi no me acuerdo de nada. Viajábamos mucho”, fue lo único que dijo.
“Héroes” entre fayuca china
Diego Flores Magón se afanó desde hace 15 años en la tarea de localizar un espacio físico para el archivo, hasta que al fin lo encontró. Actualmente el Fideicomiso del Centro Histórico firmó con la Asociación Civil “Centro Documental Flores Magón A.C.”, un convenio para compartir parte de las instalaciones del edificio donde se imprimía El Hijo del Ahuizote, en la calle de Colombia 42, justo ahí donde fue tomada la mítica fotografía en la que Ricardo y Enrique colgaron una manta el 5 de febrero de 1903 con la consigna “La Constitución ha muerto”, en referencia a la Constitución de 1857 promulgada por Benito Juárez, y que para ellos era pisoteada por Porfirio Díaz.
“Esperamos que el fideicomiso facilite la cesión del inmueble. Ellos se comprometieron a cubrir una buena parte de la restauración. Y parte de la habilitación. Nos lo van a dar como algo que ellos denominan ‘permiso temporal revocable’.
“Tenemos la deducibilidad ante Hacienda, y en estos últimos meses se han ido juntando las piezas para lograr que el archivo funcione. Lo que nosotros queremos es que lleve una vida individual. Hemos hecho los trámites correspondientes para que sea imposible lucrar con él en cualquier forma. Es una iniciativa totalmente civil.”
Según explicó a Proceso Inti Muñoz, director del Fideicomiso del Centro Histórico, originalmente el edificio había sido destinado al programa de comercio en la vía pública.
“Diego se nos acercó y nos convenció de la importancia de su proyecto –apunta Muñoz–. Pensamos que se pueden cumplir las dos funciones, la de dar abrigo al comercio y la de tener el archivo. El ambulantaje es parte de la memoria histórica de México, es un mosaico vital. El que compartan espacios es una reinvención que hemos hecho. Esta no es una ciudad-museo. La revitalización de los inmuebles es un proyecto fundamental. Es un uso contemporáneo el que le vamos a dar al inmueble. Es una mezcla innovadora.”
El edificio estuvo abandonado por décadas y se dañó durante los terremotos de 1985. El Instituto Nacional de Antropología e Historia entró en juego, lo que permitió hacerle ciertas modificaciones.
“Haremos una inversión de 3 millones de pesos en la restauración del edificio. La fachada se conservará. Salvador Martí estará a cargo de la obra. Cada quién tendrá su propia entrada; Vicente Flores supervisará el proyecto. Estamos buscando soluciones múltiples. Haciendo un acuerdo de un acuerdo territorial.”
Las oficinas de la asociación de los Flores Magón ocuparán los tres pisos del edificio. En el primero estará la recepción, en el segundo áreas de trabajo y conferencias, y en el tercero el archivo digitalizado.
El patio completo será ocupado por comerciantes. Muñoz dice que el proyecto es parte del reacomodo de miles de ambulantes que venden productos de toda índole, como rastrillos y baterías, y que eventualmente tendrán que pagar impuestos y dejar de vender –si fuera el caso– piratería.
“El edificio estaba originalmente destinado en su totalidad para el programa de comercio en la vía pública. Pero vimos in situ que era posible la convivencia. En el Centro Histórico había 25 mil ambulantes que ocupaban toda la zona. Tiene que haber un reordenamiento y estamos comprometidos con ellos. Creemos que la convivencia con el archivo es una mezcla innovadora. Es el hecho de reconocer la importancia de una actividad hormiga.
“Porque la naturaleza de la zona, incluso considerando la raíz hispánica, reconoce que el comercio está en la calle.”
Diego por su parte apunta: “Hemos ido construyendo un instrumento moral e institucional que mire mejor por la salvación de los documentos. Cuando la asociación se extinga, todo el patrimonio pasará a otra asociación civil también. No queremos que el archivo sea considerado patrimonio de ningún partido político ni de ninguna institución de Estado.”