Fernández de Cevallos: El señor feudal

sábado, 22 de mayo de 2010 · 01:00

Propietario de ranchos como La Asturiana, La Alondra, El Estanco, La Escondida, La Palma y La Cabaña, en Querétaro, y de por lo menos otros dos en el vecino estado de Guanajuato, el exsenador panista Diego Fernández de Cevallos era, al momento de su desaparición, un verdadero señor feudal. Los lugareños se muestran contritos y sólo atinan a decir que ahí, en su feudo, “nadie se atrevería a hacerle daño al patrón”. En la iglesia de La Barranca, en Guanajuato, incluso los trabajadores del político le rezaron ya un novenario la semana pasada.

PEDRO ESCOBEDO, QRO., 23 de mayo (Proceso).- Estos son los terrenos de Diego Fernández de Cevallos: ranchos, fincas, caminos, algunos construidos por sus trabajadores, habitantes todos ellos de las comunidades aledañas a las propiedades del exsenador panista.

Fernández de Cevallos convirtió en su feudo la geografía territorial y política entre la capital del estado y San Juan del Río.

De la carretera federal 57, a la altura del corredor industrial Querétaro-San Juan del Río, hay que adentrarse unos 10 kilómetros para llegar hasta el rancho La Cabaña, en este municipio localizado a 30 kilómetros de la capital y a otros 12 de San Juan del Río, casi en medio de ambas ciudades.

“¿Quién le iba a querer hacer daño al patrón?”, se preguntan los habitantes de San Clemente. Lo mismo hacen sus vecinos de Guadalupe Septién, Ignacio Pérez (antes El Muerto), Santa Cruz,  Epigmenio González (El Ahorcado), La Palma, Cerritos, La Fuente, El Blanco…

“De aquí –enfatizan–, nadie”.

En estas tranquilas comunidades donde los patrullajes de policías o soldados son poco frecuentes, los lugareños nada sabían sobre la forma en que “desapareció” Fernández de Cevallos.  Se enteraron el sábado 15 por la noche, cuando vieron los noticiarios en la televisión.

Esa noche, muchos de los pobladores andaban del otro lado de la carretera, en la feria del grano y la cantera en Pedro Escobedo.

El jueves 20, entrevistado por la reportera, uno de los habitantes sostiene: “Es hora que todavía no ven soldados por aquí, ni federales”. Dice que nadie ha ido a preguntar sobre lo ocurrido. “Nada más usted”, comenta.

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