En recuerdo de Alfonso Soto Soria

domingo, 23 de mayo de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 23 de mayo (apro).- Considerado como un pionero de la museografía en México, además de uno de los mejores museógrafos del mundo, Alfonso Soto Soria recibió un homenaje post mortem, en el marco del Coloquio Museos para la Armonía Social, organizado por el Consejo Internacional de Museos (ICOM-México), en el Museo Nacional de Antropología (MNA).

El también diseñador y creador de joyería en plata, quien en 2001 obtuvo el reconocimiento que entrega el ICOM año con año en el marco del Día Internacional de los Museos, falleció el pasado 22 de abril a los 84 años de edad.

Soto Soria fue creador de la museografía de recintos, como los museos de los Metales, Franz Mayer, del Papalote y el de Antropología, este último inaugurado en 1964 y donde, se ha dicho, dejó plasmado su “pensamiento innovador” en el diseño y organización de la salas de exposición permanente.

El museógrafo llegó a decir que gracias a gente como Daniel Rubín de la Borbolla, Miguel Covarrubias y Fernando Gamboa, México pudo contar con el primer museo moderno. Y aceptó que, como ningún otro, instaló varios museos que aplicaron sin prejuicios sus técnicas de iluminación, colores y exposición de piezas, ubicándolas en el contexto cultural.

Luego de esta experiencia se creó, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la especialidad en instalación de museos, de la cual el maestro fue parte de la primera generación, junto con otros especialistas como Íker Larrauri.

Al evocarlo en el coloquio realizado el pasado lunes 17, previo al Día Internacional de los Museos 2010, Rosa María Sánchez Lara, vocal del ICOM-México, recordó que “con mirada de antropólogo”, Soto Soria se vinculó con indígenas huicholes, coras, yaquis y mayos, a quienes invitó a construir sus “casas” en las salas de etnografía del MNA, dentro del proceso de montaje, con lo cual se logró que no fueran una mera recreación.

“El universo de los museos no tiene límites en la imaginación, trabajar en ellos requiere de una experiencia adquirida más allá de sus muros, lo que se aprende al contacto con los demás, con otras culturas y la exploración del mundo circundante […] Alfonso lo puso en práctica”, dijo la especialista.

En septiembre de 2005, al conmemorarse el cuarenta aniversario del Museo Nacional de las Culturas, el INAH organizó un diálogo del museógrafo con su colega Jorge Angulo, difundido luego en un boletín. Ahí coincidieron en que el espíritu de la museografía mexicana se gestó en los años posteriores a la Revolución Mexicana y estuvieron marcados por el nacionalismo.

Contó el museógrafo que los cuarenta y cincuenta, a los que cuales como los años dorados de la museografía mexicana, había pocos recursos técnicos y tecnológicos, por lo cual la especialidad era una cuestión de creatividad, casi artesanal.

Una sola persona era la responsable de programar una exposición, recolectar y documentar los objetos, y a veces hasta de acudir a las comunidades personalmente. Se refirió entonces a su propia experiencia:

“En aquellos años no había laminados ni resistol, usábamos cola-carpintero; no había pinturas vinílicas, sino pinturas de aceite que secaban en 24 horas; no había letraset ni letras montables, teníamos que llamar a pintores de letreros; para las cédulas usábamos una máquina de escribir; mucho menos calculadoras o computadoras, lo que nos obligó a ser muy imaginativos para resolver los problemas de montaje.”

Y agregó:

“Hoy la museografía está formada por un equipo complejo en el que hay curadores, diseñadores industriales, diseñadores gráficos, restauradores, historiadores, sociólogos, educadores, iluminadores, ingenieros electrónicos y de computación, redactores, correctores de estilo.”

No obstante, lamentó que el desarrollo técnico y tecnológico, como el uso de multimedia, robótica, video, luces, además del “papel protagónico” de quienes diseñan las exposiciones, vaya en detrimento de la sensibilidad de los especialistas y, por ende, de la museografía mexicana.

A él, confesó en aquel momento, la museografía le dio muchas satisfacciones, como “haber tenido entre mis manos espléndidas obras de arte, además de haber conocido a un grupo de importantes colegas que intentamos delinear un trabajo no sólo profesional, sino cercano a la gente y vinculado a las culturas ancestrales de nuestro país, con la intención de generar una identidad propia”.

Soto Soria fue parte también del equipo de diseñadores de la empresa de joyería en plata, madera y estaño Tane, cuyas piezas han sido consideradas como arte-objeto.

 

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