El Día Internacional de la Danza
MÉXICO, D.F., 30 de mayo (apro).- En todo el mundo se festeja el 29 de abril el Día Internacional de la Danza. La iniciativa fue propuesta desde hace más de 30 años por la UNESCO y se ha convertido en una fiesta obligada en algunas partes del mundo.
Hace años, cuando la idea se propuso en México, fue bien acogida y se organizaron brillantes eventos en el Palacio de Bellas Artes, en el Centro Nacional de las Artes y posteriormente, con la administración de Cuauhtémoc Nájera, en la UNAM.
Con todo preparado, el festejo se canceló el año pasado por la crisis epidémica de influenza humana. Y este año, hasta el día de hoy se pretende que diferentes instituciones realicen el festejo y echen la casa por la ventana “para celebrar lo maravillosa que es la danza”.
Sin presupuesto, pero con enorme presión política, algunas instituciones armaron sus eventos a costillas de los pobres grupos, que en la mayoría de los casos ni siquiera cobran. Grupos de segunda y en algunos casos de tercera, seguramente, los encargados de cubrir la cuota. La primera fuerza empieza a hacerse respetar y, por una mínima cuestión profesional, ya no aceptan tan fácilmente dar funciones gratuitas.
Por fortuna la UNAM decidió que era más importante mantener un proyecto continuo durante todo el año que gastarse el presupuesto anual en un evento, que si bien da mucho lucimiento político, no es más que un relumbrón. Circo, puro circo.
Además, es imposible no sentir la nube negra que cubre los festejos del Día Internacional de la Danza, después de que a Michel Descombey y a Gladiola Orozco los trataron como si fuesen prácticamente unos advenedizos que nada más estiraban la mano y pedían dinero y no daban nada a cambio. De ser, pues, un espléndido foro, el Ballet Teatro del Espacio de los maestros se convirtió en un muladar para estacionar autos.
Esto, por supuesto, es resultado de la pésima política cultural que se ha desarrollado últimamente desde Conaculta, donde al parecer los administradores tomaron el poder y ahora, con sus candados fiscales, tratan de imponer a los artistas cómo deben de pensar y trabajar en función de una burocracia ominosa, con resultados cuantificables pero de nula calidad.
Por fortuna, los verdaderos artistas trabajan siempre, sea día de la danza o no. Y si los políticos pretenden disimular su ineficiencia con eventos tipo kermés, a costa de los impuestos de todo mundo, demostraron una vez más que sólo poseen una neurona en su cerebro y, para colmo, motora.
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