La historia oficial del Bicentenario

domingo, 9 de mayo de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 9 de mayo (apro).- Al presentar el libro Historia de México, en el Salón Adolfo López Mateos de la residencia oficial de Los Pinos, Felipe Calderón afirmó que durante años se transmitió una historia de “héroes y villanos”, pero ahora se han “dado pasos importantes para superar una concepción maniquea”.

         El volumen, coeditado por la Presidencia de la República, la Secretaría de Educación Pública y el Fondo de Cultura Económica, en el marco de los festejos por el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, se presentó el pasado viernes 23 de abril, al celebrarse el Día Mundial del Libro.

         Fue coordinado por la historiadora Gisela von Wobeser y reúne textos de un grupo de 13  investigadores, todos miembros de la Academia Mexicana de la Historia. Cada uno desarrolla un tema o capítulo, que van desde la conformación del espacio geográfico de México, hasta la época prehispánica, el Virreinato, el periodo independiente, el Porfiriato, la Revolución mexicana y la época actual.

         La historia oficial --una verdad de Perogrullo-- se ha escrito siempre desde el poder e impone la visión de quienes están en éste. Por eso cabe preguntar si este libro realmente supera el maniqueísmo. Lo cierto es que le da la vuelta en el tratamiento, reinterpreta y resignifica temas y asuntos que en el régimen priista tuvieron otra connotación.

         Un ejemplo es la expropiación petrolera desarrollada dentro del apartado “México entre 1934 y 1988”, por Jean Meyer. Descrita antaño por varios historiadores como un acontecimiento épico, se reduce a dos párrafos en los que se narra que “ante la negativa de las compañías petroleras a aceptar un fallo de los tribunales para aumentar el salario de sus trabajadores, el presidente Lázaro Cárdenas decidió la nacionalización del petróleo el 18 de marzo de 1938”.

Luego “las compañías expropiadas se fusionaron en una sola empresa propiedad del gobierno: Petróleos Mexicanos, mejor conocida como Pemex”. Y se añade que durante el proceso, Cárdenas “contó con la comprensión del gobierno estadounidense”, pues como se avecinaba la segunda Guerra Mundial, Estados Unidos deseaba la amistad de México, pero de cualquier modo hubo un boicot a la plata mexicana y las compañías petroleras exigieron la inmediata indemnización.

         Al mismo Meyer toca desarrollar otro tema que ha sido objeto de polémica en los libros de texto de historia recientes: El movimiento estudiantil de 1968 y la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. El breve apartado se refiere al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), de quien el historiador destaca su “visión muy alta de Estado” y lo considera “víctima de una injusta impopularidad”.

         Luego admite que no es “fácil hablar objetivamente de quien asumió la responsabilidad de la línea dura frente al movimiento estudiantil”. Nunca usa las palabras represión, masacre o matanza.

Sin embargo, narra:

         “Insensiblemente, el país de la revolución institucional, el modelo de estabilidad y de crecimiento envidiado por todo el mundo, entraba en crisis política y en una violencia visible. La violencia no había estado nunca ausente, pero era discreta...”

 

Los años recientes

 

Se ha dicho también que si es complicado hacer historia objetivamente, lo es mucho más cuando se trata de mirar a los años recientes y sucesos que –podría decirse-- están aún en curso.

Por tanto, el último capítulo dedicado al México contemporáneo, escrito por Enrique Krauze, no estará exento cuando menos de controversia.

         Y es que además relata hechos que muchos ciudadanos aún recuerdan como parte de sus propias vivencias. Así, la famosa “caída del sistema” del proceso electora de 1988, que llevó a Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de la República y que buena parte de la población juzga como un escandaloso fraude electoral, es resumida por Krauze como una elección “desaseada, turbia”.

         Cuando se refiere a Vicente Fox, el candidato a la presidencia del año 2000, lo llama “un empresario guanajuatense de gran carisma y valor personal, aunque sin experiencia política”, pero su llegada al poder significó “la alternancia”, el “tránsito a la democracia”.

         Fue “mejor candidato que presidente”, dice el historiador, quien no reprueba directamente el régimen foxista. Por el contrario, añade, “hay que reconocer su manejo responsable de las finanzas públicas, su respeto del orden democrático y la introducción de algunas reformas de la vida pública llamadas a perdurar, como la Ley de Transparencia”, gracias a las cuales, agrega, “las esferas altas y medias del poder no encuentran ya la vía abierta para la corrupción que era tan típica en tiempos pasados”.

         Tal vez podría decirse que el espacio no da para mucho y por tanto no podría haber abordado los señalamientos que se han hecho tanto a Marta Sahagún de Fox como a sus hijos, los hermanos Bribiesca, en el sentido opuesto al que le reconoce al expresidente.

Tampoco su intromisión en el proceso electoral de 2006 y que --a decir de muchos-- fue determinante en los resultados que llevaron a Calderón a la presidencia, aunque Krauze asegura que Andrés Manuel López Obrador “cometió errores tácticos que... determinaron su derrota”. Y es que tampoco habla aquí de fraude ni de elecciones “desaseadas”.

         A Krauze toca también hablar de las “ventajas” de los tratados de libre comercio (40 en total) que ha suscrito México desde la década de los noventa, del siglo XX, y que a decir suyo “mejoran la disponibilidad de insumos y materias primas, atraen inversión y generan más y mejores oportunidades de empleo”.

         El recuento del historiador llega hasta estos días. Un breve apartado titulado “Narcotráfico, una guerra necesaria”, da cuenta de la lucha en la cual se ha enfrascado Calderón desde el 12 de diciembre de 2006, cuando dio órdenes para que fueran enviados a Michoacán 6 mil 500 soldados.

         Añade que la guerra no es sólo contra el crimen organizado, sino entre cárteles, y agrega, sin dar cuenta de sus fuentes, que entre el 2 de diciembre de 2006 y el 2 de diciembre de 2008 han muerto 7 mil 882 personas, 68 de ellas militares y 800 policías.

Y justifica:

         “A pesar de estas bajas, los resultados son los mejores de la historia del combate al narcotráfico. Entre los éxitos se halla la captura de dos funcionarios de inteligencia y tres agentes federales que suministraban información al cártel de Sinaloa desde 2004.”

         Se editaron 250 mil ejemplares de este libro, de 288 páginas, que a decir de Calderón “representa un medio para acercarnos a nuestro pasado, así como contribuir a entender el presente y construir un mejor futuro”. Él mismo anunció, al dar a conocer el programa del Bicentenario, que será repartido a domicilio al mismo número de familias mexicanas.

         Cabe señalar, finalmente, que cada historiador trata un tema distinto: El espacio mexicano, de Manuel Ceballos Ramírez; Orígenes y desarrollo de Mesoamérica, Miguel León-Portilla; La conquista de México, José María Muría; El virreinato de Nueva España en el siglo XVI, Gisela von Wobeser; El virreinato de Nueva España en el siglo XVII, Jorge Alberto Manrique, y El virreinato de Nueva España en el siglo XVIII, de Ernesto de la Torre Villar.

Además, La Independencia (1808-1821), de Virginia Guedea; El establecimiento del México independiente (1821-1848), Josefina Zoraida Vázquez; La consolidación nacional (1853-18887), Andrés Lira; El Porfiriato (1876-1911), Javier Garciadiego; Los años revolucionarios (1910-1934), Álvaro Matute; México entre 1934 y 1988, Jean Meyer, y México contemporáneo (1988-2008), Enrique Krauze.

 

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