Reinhumación

domingo, 13 de junio de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 13 de junio (apro).- Respetables jerarcas de la Iglesia católica: agradezco que en estos días, después de mi primer entierro en una fosa sin nombre por haberme considerado hereje, y precisamente en esos sus días de mayo, mes en que fenecí, me hayan vuelto a inhumar, ahora como protagonista de la ciencia, e incluso como héroe nacional.

Me van a perdonar, pero como convencido católico que fui, veo con sorpresa y dolor que aún se puede decir de la Iglesia lo que se decía de los Borbones de España: que lo sabían todo, pero que no entendían nada, pues no faltan, y más bien sobran, jerarcas de la Iglesia e integrantes de menor rango de la misma que a la verdad que libera, como dijo Cristo, prefieren la manipulación e incluso el ocultamiento de la misma, a la hipocresía, sin tener en cuenta, ¿por ignorancia?, ¿por interés calculado?, que con ello, usando la jerga futbolística, no hacen más que meter autogoles a la institución que dicen servir y que con ello no hacen más que mostrar y demostrar que, más bien, se sirven de ella. Botones de muestra: los escándalos de pederastia protagonizados por sacerdotes y su encubrimiento por parte de jerarcas eclesiásticos, el no reconocer derechos a la mitad del rebaño del que son pastores: las mujeres, y su afán constante de confundir lo que es de Dios y del César, que ha llevado a más de un jerarca de la Iglesia a ser cómplices de autoritarios y dictadores, así como al clero menor.

Y lo peor es que esas conductas corruptas, corrompen; hacen que no pocos creyentes, por miedo o por interés, sean pusilánimes, simuladores, hipócritas. Lo digo por propia experiencia, ya que por miedo fui renuente a publicar en vida mi obra de LAS REVOLUCIONES DE LAS ESFERAS CELESTES; por miedo a la Inquisición, que imponía la verdad con el ardiente fuego purificador, ya que mi obra, siguiendo con la jerga futbolística, era una poderosa patada que sacó al planeta Tierra de su posición del centro del mundo, y el decirlo y demostrarlo era sumamente peligroso en mi tiempo, ya que en él la religión era la emperatriz del pensar, y creía y proclamaba autoritariamente y se servía de la Inquisición para demostrarlo y afirmarlo, que todos los otros pensares no eran más que sirvientes de ella, incluso la renaciente ciencia, a la que negaba todo poder explicativo del mundo, pues los jerarcas de la Iglesia sostenían que ese poder de explicar el mundo estaba y pertenecía a las Sagradas Escrituras y a las altas jerarquías eclesiásticas, y que todo pensar que contradijera el pensar religioso era herético. Esta intolerancia a la verdad científica llevó a uno de mis amigos a la idea de que debía de presentar mi teoría heliocéntrica como una fantasía, que en modo alguno representaba la realidad, que el movimiento de la Tierra alrededor del Sol debía presentarse como una ficción útil y no como una descripción física demostrada; como una hipótesis, como un instrumento fantasioso para facilitar la solución de problemas astronómicos y geográficos.

Cuando, en mi lecho de muerte, por fin accedí a que se editara mi libro, el mismo apareció con un prólogo exponiendo esa idea, de que era un simple instrumento fantasioso, útil para resolver problemas. No era mío el tal prólogo. Eso y el que lo dedicara al papa en turno, hizo que mi teoría no fuera considerada herética hasta pasados 50 años, cuando otros científicos decidieron, sin hacer concesiones a la cosmología medieval, reconocer y proclamar su fe en la realidad del heliocentrismo, por lo que desde ese momento comenzó a considerárselo como una teoría subversiva, herética y, como tal, fue puesta en el Index librorum prohitorum, en el índice de libros prohibidos a todo fiel creyente católico. Salió de dicho Index en 1757, pero en el paso de ese tiempo, los partidarios del heliocentrismo fueron perseguidos, con trágico final para algunos, como le ocurrió a Giordano Bruno, que el atreverse a relacionar su panteísmo con mi teoría heliocéntrica, fue una de las causas que lo llevaron a ser quemado vivo, como ejemplo, como escarmiento. De Galileo Galilei no hablo, pues todo mundo sabe cómo le fue por ver, exponer y dar a conocer públicamente que mi heliocentrismo, no como una ficción útil, sino como una realidad rampante y cantante.

Lo siento, pero tanto autogol tolerado, ocultado y hasta manipulado por tantos y tantas jerarquías católicas en tantos tiempos, me llevan al deseo de que el agua bendita con la que rociaron mis huesos en la reinhumación de los mismos no sea con intención de exorcizar herejías, sino sincero arrepentimiento y firme propósito de la jerarquía católica de ya no discutir ni negarse ni cerrarse a las verdades científicas, de reconocer los legítimos derechos individuales de todos los que integran el rebaño de los que son pastores, de que distingan lo que es de Dios y lo que es del César, esto es, que dejen de hacer política interesada y que su caridad, que recuerden que su reino no es de este mundo, como dijo Cristo, y que su caridad, su amor al prójimo no se encamine por los senderos de la uniformidad y lo obligatorio, sino que camine por los senderos de los individuos que buscan, defienden y se sacrifican por un comunidad más justa e igualatoria.

Sin más por el momento guarde Dios a todos, como es mi deseo.

NICOLAS COPERNICO

 

jpa

---FIN DE NOTA---

/V/V/

Comentarios