Un nuevo centro de producción coreográfica
MÉXICO, D.F, 13 de junio (apro).- La confirmación de que se creará un Centro de Producción Coreográfica fue la salida final del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para parar el escándalo generado por la supuesta creación de una nueva compañía oficial de danza.
El futuro centro contará con la asesoría de Alberto Dallal, Rossana Filomarino, Claudia Lavista y Gabriela Medina, quienes al aceptar un proyecto de tal proporción se metieron a la boca del lobo, porque de entrada ninguno de los cuatro tiene la menor idea de la pesadilla burocrática que es el INBA.
Y como muestra bastan dos botones. Supuestamente el Teatro de la Danza fue remodelado y se le cambió la infraestructura eléctrica y la de audio, pero la verdad es que las instalaciones son una desgracia. El propio grupo Delfos, que codirige Lavista con Víctor Manuel Ruiz, lo padeció durante las funciones que dieron ahí en días pasados: luces que se prendían sin ton ni son, zumbidos extras, cortos circuitos...
El segundo botón no es menos grave: Carmen Bojórquez, coordinadora nacional de Danza, pasa más tiempo luchando para tratar de mover el sindicato de trabajadores, que de tiempo completo le ponen palos en la rueda, que creando nuevos proyectos de animación cultural. Cada vez más desgastada, Bojórquez pierde una enormidad de tiempo resolviendo bobadas sindicales en lugar de ocuparse de proyectos más importantes para el gremio.
Y en medio de la crisis, de los recortes presupuestales, de los teatros en reparación infinita, de las compañías que se cierran, de la falta de difusión, ¿se crea otro elefante blanco? ¿No debería mejor darse apoyo a compañías que no tienen dinero para producir sus obras? ¿No valdría la pena destacar el esfuerzo de Raúl Parrao en el Teatro Legaria e invertirle un poco más a su proyecto?
La mayor parte de los grupos --los que se encuentran en la Ciudad de México-- no tienen foros dónde presentarse.
Las temporadas del Teatro de la Danza son un desastre porque los técnicos piden tiempos extra imposibles de pagar; la sala Miguel Covarrubias está programada de aquí a un año, cuando menos, además de que por razones políticas Gloria Contreras es inamovible. Es decir que los domingos son para ella, además de los tiempos de montaje y ensayo que le llevan al menos dos días.
Y más: El Teatro de la Ciudad no tiene presupuesto y, las más de las veces, sólo otorga un porcentaje de taquilla a los artistas que ahí se presentan.
En el interior del país los grupos dan funciones sin pago, sin taquilla, y a veces sin posibilidad mínima de recuperar la inversión que han hecho en sus obras, además de que los bailarines no tienen sueldo.
El futuro centro de producción coreográfica está en penumbras, como lo está su proyecto artístico y administrativo. Al día de hoy no se ha dicho quién lo dirigirá, quiénes serán sus integrantes, cómo será su selección.
El Ballet Teatro del Espacio se cerró, porque sus recursos ya no eran suficientes para mantenerlo. El INBA no tuvo recursos para cuando menos quedarse con el teatro que fatídicamente volvió a ser un estacionamiento. Y Guillermina Bravo está desesperada tratando de conseguir dinero para su escuela.
Marcos Rossi, Lourdes Luna, Jaime Camarena y Cecilia Lugo, entre otros, le han apostado a crear centros de capacitación que son muy difíciles de sostener económicamente. Algunos más, como Marco Antonio Silva, Evoé Sotelo, Alicia Sánchez, Oscar Ruvalcaba y Benito González, tratan de conseguir proyectos para salir adelante, pero alguien como Francisco Illescas y Laura Rocha sobreviven apenas dando sus clases en el INBA y donde se pueda.
Antes de haber creado un nuevo centro de creación coreográfica, hubiese estado bien hacer un diagnóstico profundo y certero que expusiera la grave situación por la que pasa el gremio.
Con sólo mirar a figuras de la talla de Isabel Hernández, Solange Lebourges, Cora Flores, Miguel Angel Palmeros, Orlando Scheker, Eva Pardavé, Michel Descombey, Guillermina Braco, Gladiola Orozco, Jaime Hinojosa, Guillermo Arriaga y Bernardo Benítez, sin recursos para jubilarse y sin los servicios médicos elementales, podría entenderse que el gremio de la danza no goza de buena salud.
En otros sexenios crearon el Centro Superior de Coreografía (Cesuco) y lo hundieron después, luego lo modificaron como Centro de Investigación Coreográfica (CICO), que sobrevive a salto de mata o más bien de milagro. Y la Compañía Nacional de Danza es un caos.
Habrá que ver qué hacen las autoridades del INBA con su nuevo Centro de Producción Coreográfica, que al parecer no es sino una ocurrencia sexenal más.
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