¿Será por eso?

domingo, 27 de junio de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 27 de junio (apro).- ¡Ay de ustedes, vivientes!, pues veo con sorpresa y desespero que de nada les han servido ni les sirven mis deseos y exhortos para que emplearan los medios que ideé para liberarles de los miedos que genera el vivir en sociedad.

Sí, yo soy de los tantos que persisten en su memoria por haber puesto en circulación algunas de las ideas, de los medios más fecundos para su bien y buen vivir en sociedad, es decir, uno de los que sembraron entre ustedes, los vivos, las semillas de los medios, de las ideas de lo que debe y puede ser la armonía y equilibrios que hacen la buena política; uno de esos bien intencionados de los tantos que en el mundo ha habido que han deseado liberarlos del temor que puede nacer por el simple hecho de vivir en sociedad.

Sí, yo fui aquel que teniendo para sí que nosotros, los humanos, no somos ni buenos ni malos, ya que muchas cosas gobiernan a los hombres: el clima, la religión, las leyes, las decisiones de gobierno, los ejemplos de las cosas pasadas, las costumbres, los hábitos, todas las cosas que forman el espíritu general que es su resultante, espíritu que conforma y rige por lo general la conducta de los ciudadanos, creyó que sus ideas podrían contribuir al bienestar social.

Piensa que te piensa llegue a la conclusión de que la libertad de los ciudadanos tiene por base la tranquilidad de ánimo generada por la certeza que tiene cada uno de su seguridad y que para ello es preciso que el gobierno sea tal que no pueda un ciudadano tener miedo de otro ciudadano; que un ciudadano no sea una amenaza o un peligro para otro ciudadano.

Igualmente fui uno de los tantos que creyó y predicó que, para lograr esa meta, eran preciso leyes que coartarán, que pusieran barreras y frenos a la autoridad, dado que la autoridad, por sí misma, tiende a ser violencia y abuso, por lo que imaginé dividir el poder de la autoridad, de manera que se compensasen entre sí y produjeran un equilibrio dinámico, esto es, que fui exponente y publicista de la teoría de la división del poder de la autoridad en judicial, legislativo y ejecutivo, teoría que ha tenido gran influencia en la vida política y social de nuestra especie, los humanos, como ustedes no ignoran.

Mas, ¡ay de mí! Veo con melancolía que ya no es así, pues esa “gran aldea” que el progreso técnico ha convertido al mundo en que viven, no tiene como fundamento la virtud, como el gobierno republicano; ni tampoco está fundada sobre el honor, como las monarquías, sino que más bien --¡por cálculo, por desidia, por incompetencia!-- consiente el miedo, fundamento de los regímenes despóticos. ¿Qué falló? ¿Dónde está el equívoco? ¿En los medios? ¡Ah!, que triste es para mí ver y comprobar que todos esos medios: libertad, democracia, igualdad, división de poderes, etcétera, sirven para puro bolillo, pues la riqueza sigue mal repartida, ya que la economía, de manera brutal, hace desiguales a los hombres, con el miedo a perder el empleo, al terrorismo, a ser victima de la delincuencia organizada, que va en aumento en esa  su tan cacareada “gran aldea” de ustedes, los vivos, en la que actualmente viven.

Esas realidades evidentes en su “gran aldea”, nos puso a discutir a varios de los que ya no somos, sin que llegáramos a ningún acuerdo, si bien Ignacio Silote despejó muchas de nuestras dudas al decirnos lo siguiente:

--Generalmente hablando, puede decirse que todos los medios tienden a convertirse en fines. Para entender la tragedia de la historia humana es necesario captar ese hecho. Las máquinas, que debían ser instrumentos del hombre, lo esclavizan. El Estado esclaviza a la sociedad, la burocracia esclaviza al Estado, la Iglesia esclaviza a la religión, el Parlamento esclaviza a la democracia, las instituciones esclavizan a la justicia. Las academias esclavizan al arte, el ejército esclaviza a la nación, el partido esclaviza a la causa, la dictadura del proletariado esclaviza el socialismo… De ahí que el dicho “el fin justifica los medios”, no es solamente inmoral: es estúpido. Un médico inhumano sigue siendo inhumano aunque se le emplee para garantizar la felicidad humana. Una mentira es siempre una mentira, un asesinato es siempre un asesinato. La mentira acaba siempre por esclavizar a los que hacen uso de ella, así como la violencia siempre esclaviza a los que la usan, lo mismo que a sus víctimas.

Sus palabras estuvieron a punto de ponernos de acuerdo, pero eso no fue posible. En ese momento, Carlos Marx nos recordó que si bien los medios pueden hacer a los hombres, no olvidáramos que los hombres que tienen en sus manos el poder de decisión son los que mueven y ponen en práctica los medios, con lo que las tragedias humanas, en buena medida, tienen nombres y apellidos, por lo que hay responsables de las mismas y es justo que rindan cuentas como autores de esos hechos calamitosos que a todos afectan.

Con su intervención, C. Marx hizo que Troya ardiera entre nosotros. Nos separamos antes de que el fuego nos llegara a los aparejos, esto es, a nuestras respectivas ideas.

¿Será por eso que también ustedes están como están? ¿Qué creen? Con esto y un sincero de lo mejor para todos ustedes, los vivos.

CHARLES DE SECONDAT, BARON DE MONTESQUIEU

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