¿Será?
MÉXICO, D.F., 15 de agosto (apro).- Infatuados humanos: sabemos que la presente es una manera socialmente incorrecta de dirigirnos a ustedes, ya que lamisca les va a producir más indignación que otra cosa. Ni modo, aunque valga en descargo de nuestra incorrección que las de nuestra especie, por siglos, han sido víctimas de burla y desprecio y expuestas a la vergüenza pública por parte de ustedes.
De nosotras han dicho que somos gente necia, miserable y sobremanera apocada; un pueblo sin sustancia, cobarde y a tal punto insensato que llegamos a pedir un rey que casi termina con nosotras. También nos han achacado y nos han mostrado como vanidosas, fatuas y envidiosas, al extremo de que por imitar las cualidades de otros, de intentar ser lo que no podemos, somos capaces de morir reventadas en el intento.
Bien, no vamos a discutir. Puede que tengan razón en lo que han dicho y hecho con nuestra reputación, pero en reciprocidad ante los hechos señalados y asentados y haciendo bueno ese su refrán que dice: “donde las dan las toman”, esperamos que reciban y aguanten la presente. Háganlo, les conviene, pues la misma, se los aseguramos a la buena, no tiene el fin de hacerles reclamo alguno, sino hacerles reflexionar y con ello encuentren solución al problema que a nosotras nos resultó casi mortal.
Empezamos: de inicio tenemos que comunicarles que hemos descubierto, en gran asamblea que llevamos a cabo, que ustedes, los humanos, no son de ningún modo muy diferentes de nosotras. Esto lo demuestra el que, como estas sus servidoras, no están conformes con la democracia, régimen, camino y meta obligatorios de esa globalidad en la que se mueven. Hay quienes la critican e incluso la rechazan, pero muchos más son los que la defienden y alaban, y más todavía los que viven suspirando y llorando por ella. Total, que, para bien o para mal todos, quien más, quien menos, hablan de ella y son los más los que pronuncian su nombre como un conjuro como remedio de los males que sufren, haciendo con ello bueno ese su otro refrán que sentencia: “dime de qué hablas y te diré de que padeces”.
Y esos más, los menos favorecidos, ¿qué es lo que ven, sienten y piensan de la democracia, camino y meta inevitable de esa globalidad en la que se mueven actualmente? Que sí, que la democracia propicia una sustitución de la relación vertical dada entre privilegiados y los menos favorecidos, marcada en el peor de los casos por el autoritarismo y en el mejor por el paternalismo, por otra horizontalidad que posibilita y alienta el fraternalismo, la solidaridad y hasta la libertad y la igualdad en las relaciones sociales, cambios, todos ellos, que para el hombre común le significan y lo llevan a la liberación de sus desconfianzas y miedos, a la autoridad, los privilegiados, los que ustedes consideran y llaman valores tradicionales, e incluso a las instituciones.
Mas, ¡ay! esos muchos, los menos favorecidos, también ven, sienten y piensan con angustia, frustración, resentimiento y hasta con indignación que en la democracia en que respiran, la economía proclama, establece, muestra, demuestra e incluso justifica en nombre de la libertad que, en modo alguno, los hombres son iguales entre sí, con lo cual toda promesa y posibilidad de cambio de lo vertical por la horizontalidad, horizontalidad propiciadora de los cambios de autoritarismo y el paternalismo por la solidaridad fraterna, de la libertad y la igualdad, en la práctica son poco menos que papel higiénico o en el mejor de los casos buenas intenciones que de poco o nada sirven para sacar del infierno a los menos favorecidos.
Ante estos hechos, comprendemos bien a esos de los que entre ustedes piensan que, por esas realidades, la democracia es el mejor de los sistemas sociales… simplemente y tan sólo porque les permite elegir con libertad a los que los joderán por equis años.
Ante estos hechos, ante estas realidades que no pueden negar, estas servidoras de ustedes, en nuestra asamblea, llegamos a la conclusión de que ustedes, los humanos, no viven en democracia; todo lo más, están viviendo en una fetocracia, es decir, en un poder vago, sin forma todavía definida, tan peligroso como el rey que casi acaba con nosotras.
¿Por qué es así? ¿Por qué no han sabido o por qué no han podido darle forma?
¿Qué dicen?
Sin más, en nombre de todas las de mi especie.
LA RANA RENÉ
cvb
--FIN DE NOTA—