Royal de Luxe: Los Gigantes del Bicentenario

lunes, 13 de septiembre de 2010 · 01:00

Esta troupe de teatro callejero que revolucionó el género en Francia y que ha recorrido los cinco continentes, por vez primera estará en México con sus historias de gigantes, contratada para el Bicentenario. Es un teatro efímero de una poética sin par, que a cada lugar donde va se imbuye del mundo mitológico. Lo que harán en la Ciudad de México nadie lo sabe, porque la compañía que dirige su fundador, Jean-Luc Courcoult, nunca revela sus secretos. Pero Proceso se acercó a la Royal de Luxe y reconstruye aquí su trayectoria y su enorme dimensión artística.

 

PARÍS, 13 de septiembre (Proceso).- No. No van a revelar nada. No sirve insistir, rogar, suplicar. Resulta imposible arrancarles una sola confidencia.

No van a decir quién los invitó a participar en la conmemoración del Centenario de la Revolución Mexicana. Tampoco aceptan hacer comentario alguno sobre la obra que presentarán en las calles capitalinas el 15 de septiembre ni cuentan dónde fabricaron las grandes marionetas que seguramente deambularán por la Ciudad de México.

Se burlan de todas las estratagemas de la reportera. Lo hacen con gracia, elegancia y humor. Así son los artistas del Royal de Luxe.

Trabajan en el más absoluto secreto. Nadie conoce nunca con precisión el    guión de sus obras ni los personajes que surgirán de la imaginación desbordante de Jean-Luc Courcoult, fundador y director, pero sobre todo corazón y alma de esta extraordinaria compañía francesa de teatro callejero. Les importa sorprender, asombrar, maravillar, despertar sueños, provocar emociones.

Courcoult mismo se reserva el derecho de proceder a cambios de último minuto. En Royal De Luxe 1993-2001, un libro dedicado a ocho de los 30 años de existencia de la compañía, explica.

“Ese sentimiento de libertad es importante para mí porque me gusta depurar hasta el último minuto. Siempre preparo muchísimo más imágenes que las que finalmente decido mostrar”.

Una de sus colaboradoras acaba confesando en voz baja a la corresponsal:

“Trabajamos intensamente para realizar lo que vamos a ofrecer a los mexicanos. Jean-Luc Courcoult se hundió de lleno en la historia y los mitos de México. Esa inmersión le inspiró muchas historias y escenas. No sabemos a ciencia cierta cuáles elegirá finalmente”.

Y agrega, como si estuviera violando un secreto de Estado:

“Jean-Luc se muere de trac (mieditis). Es nuestro primer contacto con el público mexicano. En los 15 últimos años multiplicamos los intercambios con América del Sur, pero nos faltaba México…”

¿Qué nuevas aventuras vivirán las desmedidas marionetas del Royal de Luxe en las calles del Distrito Federal? ¿Convivirá el Pequeño Gigante Negro nacido en África en 1998 con un nuevo gigante inspirado por Emiliano Zapata? ¿Se pasearán por el Zócalo las jirafas metálicas de 15 metros de altura tan elegantes y graciosas a pesar de sus 25 toneladas? ¿Qué mito insólito nacerá del encuentro de Courcoult con el mundo indígena y mestizo de México?

Quién sabe. Pero una cosa es cierta: la obra será única. El Royal de Luxe recorre el mundo entero sin repetir nunca sus creaciones.

“Presentar el mismo trabajo en distintos países es absolutamente contrario al espíritu que nos anima. Convertiría nuestras obras en espectáculos. No montamos espectáculos, compartimos emociones”, insiste nuestra interlocutora, quien habla en nombre de la compañía.

La magia del Royal de Luxe radica precisamente en esa capacidad de inventar y reinventar historias inspiradas por el lugar donde actúa, en las que deja un amplio espacio al azar y a lo imprevisible. Es la razón por la cual exhibe sus obras exclusivamente al aire libre: en calles, puertos, plazas, estaciones de ferrocarriles…

Basta recordar cómo nació el primer Gigante del Royal de Luxe, en 1993, para imaginar el gran viento de poesía que pronto soplará en el DF. Explica Jean-Luc Courcoult:

“Todo surgió de una pregunta que me obsesionaba desde hacía años: ¿cómo contar una historia a una ciudad entera?

“Un día alguien me dio carta blanca: Alain Milianti, entonces director del Centro Cultural Oscar Niemeyer de Le Havre, me dijo: ‘Jean-Luc, te tenemos confianza. Puedes hacer lo que quieras. Te seguiremos. El único requisito es que hables con la gente’. Me puso contra la pared.

“Me fui a Río de Janeiro para crear una obra. En el avión pensé en una marioneta mucho más alta que los hombres. Lo platiqué con François Delaroziére (creador de todas las máquinas fabulosas del Royal de Luxe) que viajaba conmigo. Dibujó esbozos y me explicó que se podían construir gigantes de 10.50 metros de alto.”

Después de haber resuelto el problema técnico de su inmenso personaje, Courcoult inventó el mito del Gigante. Lo llamó El Gigante caído del cielo. Es un cuento muy corto:

“Érase una vez un gigante que vivía en las nubes. Un día se cayó del cielo y aterrizó en un boulevard. Cuando despertó, los hombres lo habían amarrado. Los días siguientes lo pasearon en una jaula grande para divertir a los habitantes de la ciudad. Pero todas las noches el Gigante soñaba y sus sueños asustaban a los hombres. Entonces construyeron un gran muro de luz para impedir que se durmiera. Esa misma noche el Gigante soñó con tanta fuerza que rompió la jaula y se desvaneció en la luz…”

En septiembre de 1993, estupefactos, los habitantes del puerto galo de Le Havre descubrieron El Gigante caído del cielo. Lo vieron inmenso, trepado en un camión, rodeado por un ejército de liliputienses con uniformes rojos que manipulaban con suma seriedad y destreza centenares de cuerdas.

El Gigante se movía, parpadeaba, se veía enigmático y muy desamparado. Finalmente se perdió en una luz cegadora. Durante un año, el Gigante fue exhibido por pequeños humanos crueles en distintas ciudades de Francia. El guión variaba cada vez. Regresó a Le Havre en 1994. Y ese cuento desapareció también en la luz. Sólo quedan algunos videos tomados por espectadores embrujados.

 

Teatro de lo efímero

 

Pero la saga del Gigante siguió. Jean-Luc Courcoult imaginó otros cuentos surrealistas para su personaje. Nacieron nuevos gigantes: un Pequeño Gigante  Negro, una Pequeña Giganta y su elefante, aparecieron jirafas, un rinoceronte… Se pasearon  por Francia, luego por Europa, se pegaron escapaditas a Chile, uno de ellos se instaló en el techo de La Pedrera, insólito edificio ideado por Gaudí en Barcelona. Otro viajó por Camerún sentado en el techo de un autobús destartalado.

Los gigantes constituyen una etapa importante en la vida del Royal de Luxe, pero son tan sólo una parte de la formidable labor artística de esa compañía que resucitó y revitalizó el teatro callejero galo.

La aventura del Royal de Luxe empezó en 1979 en el sur de Francia. Primero en la ciudad de Aix-en-Provence, luego en una aldea llamada La Taule. En ese grupo de jóvenes actores encabezado por Courcoult escaseaba el dinero, sobraban talento e imaginación, pululaban sueños, y era inquebrantable la voluntad de repensar el teatro, de sacarlo a la calle, de lanzar a saltimbanquis en las ciudades para sacudir y transfigurar los sofocantes ritmos urbanos.

Jean-Luc Courcoult y sus comparsas no eran los únicos defensores del teatro callejero en Francia, pero muy pronto se impusieron como referencia de ese género. Los títulos de sus primeras obras: Misterio del gran congelador o El bidé cardiaco dan una idea del carácter extravagante de sus creaciones. 

En 1984, el Royal de Luxe se instaló en un castillo desocupado cerca de la ciudad de Toulouse, en el sur de Francia, y siguió multiplicando experiencias teatrales.

Lanzó sus “espectáculos deambulatorios”: los actores recorrían avenidas y bulevares de Toulouse con todo tipo de artefactos inusitados. Quedó grabada para siempre en la memoria colectiva de la ciudad La Increíble historia de amor de una gabarra con un buzo, creada en 1985. A lo largo de varios días una gabarra (barco) embarazada anduvo por Toulouse antes de dar luz a una bebé gabarra.

En 1987, el Royal de Luxe se dio a conocer a nivel internacional con Telenovela. La obra contaba un día de filmación de una telenovela descabellada. El éxito resultó fulgurante. La telenovela hizo reír a carcajadas a miles de espectadores, en Francia primero, luego en Europa, después en África y finalmente en el Cono Sur. En total se dieron 240 representaciones de esa parodia. En 1991, el Royal de  Luxe realizó otra gira con Telenovela en Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia y Nueva Zelanda. En 2005, la compañía chilena Gran Reynata retomó la obra respetando la puesta en escena de Courcoult y a su vez se presentó en plazas y calles de numerosos países.

Entre estas dos giras, un acontecimiento importante ocurrió en la vida de la compañía. Royal de Luxe se mudó del sur al oeste de Francia. Dejó la ciudad de Toulouse por la de Nantes.

¿El motivo?: la ceguera artística de Dominique Baudis, entonces alcalde de Toulouse, político de derecha cercano a Jacques Chirac, a quien incomodaba la creatividad iconoclasta de Jean-Luc Courcoult y de sus cómplices. 

A pesar del reconocimiento internacional, Baudis nunca otorgó la mínima subvención al Royal. Exasperado, Courcoult lanzó un llamado público a todos los alcaldes de Francia. El primero en contestar fue Jean-Marc Ayrault, munícipe socialista de Nantes. Brindó apoyo financiero y un galerón de 10 mil metros cuadrados a los artistas. No se arrepintió. La llegada del Royal de Luxe dio fama internacional a esa ciudad tan bonita como dinámica.

Apenas instalados ahí, los saltimbanquis se recogieron las mangas y crearon un espectáculo fuera de lo común: La verdadera historia de Francia, estrenada en 1990 en el famoso Festival de Teatro de Avignon, y luego hizo una gira por 10 ciudades de su país, antes de “conquistar” a Europa.

La aventura de la obra se volvió épica en 1992. Gracias al financiamiento de la ciudad de Nantes, de los ministerios de Relaciones Exteriores y de Cultura, Jean-Luc Courcoult fletó un buque bautizado como Melquiades –en homenaje a Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez–, en el que embarcaron al grupo musical Mano Negra, al coreógrafo Philippe Découflé y al marionetista Philippe Genty, todos involucrados en La verdadera historia de Francia. La gira llamada Cargo 92, fue exuberante. El Melquiades atracó en puertos de Venezuela, Colombia, República Dominicana, Brasil, Uruguay… Y por si eso fuera poco, el Royal de Luxe reprodujo en la bodega del buque una calle de Nantes. En cada escala miles de personas se pasearon por esa callecita bretona.

A partir de la gira cambió el estatuto del Royal, que entró en la categoría de los teatros subvencionados por el Estado. Muchos admiradores del grupo temieron que perdiera su insolente independencia. Pero Courcoult no los defraudó. Y sigue igual: lleno de sueños desmedidos cada vez más poéticos, más inverosímiles, más arriesgados. Dice ese mago:

“Para poder hablar a la gente hay que ponerse a sí mismo en peligro. En todas partes veo a gente de teatro que no se pone en peligro. Entonces al público le vale madre su trabajo. Muchos directores de teatro ya no saben cómo hablar a la gente. Los artistas que no se ponen en peligro con su arte no se transforman a sí mismos y no dan nada.”

Fue tras Cargo 92 como nació el primer Gigante del Royal de Luxe. Era algo temerario pero imprescindible para Courcoult.

“Estos gigantes que vagabundean por las ciudades nada tienen que ver con King Kong”, advierte:

“Me encanta el cine, pero el teatro existe para contar la vida verdadera, para contar lo que mis ojos han visto. El trabajo del Royal de Luxe es totalmente opuesto a lo que se hace con las imágenes de síntesis. La gente ve a una gran jirafa que galopa, asiste en vivo a la historia. Y lo maravilloso es que la gente cree en lo que ve. Lo que fascina a la gente es ver y escuchar una historia. Un gigante de nueve metros de alto o una jirafa de 12 metros es ya, en sí, una historia extraordinaria. Basta tener un guión muy sencillo que dé algunos tips y permita entender la historia. Por ejemplo: el Gigante grande persiguió a la jirafa que andaba a la deriva trepada sobre un iceberg. La agarró, la encerró en una amplia caja y la envió por correo al Gigante pequeño…”

Confía:

“A mí me gusta  sentir esa inmensa capacidad de soñar que tienen los seres humanos. (…) Cuando la gente dice: ‘No te puedo explicar’, es su corazón el que habla. No encuentro otras palabras. La gente se entiende sin saber exactamente lo que pasa. No es grave. ¿Quién entiende realmente a quién en la vida? Lo único que se puede hacer es acercarse los unos a los otros para tratar de entenderse a través de las cosas inventadas.”

Fue precisamente para comprenderse mejor a sí mismos y abrirse a otros mundos que en 1997 todos los integrantes del Royal de Luxe vivieron seis meses en Foulou, un pueblito de Camerún. Resultó una experiencia determinante. Y no le bastaría un libro a Jean-Luc Courcoult para contar todo lo que le brindó África.

Ahí, en Foulou, nació el Pequeño Gigante Negro, y en Foulou Courcoult inventó Los pequeños cuentos negros, un conjunto de nueve historias breves inspiradas por mitos africanos. Recuerda:

“Cuando empecé a documentarme sobre África, leí muchos cuentos que por cierto no me parecieron del todo fascinantes. Pero todos evocan un universo, un movimiento, formas de ser. No podría decir que me permitieron comprender realmente a los africanos, pero me convencieron de que si lograba reinventar algunos cuentos yo podría hablar a los africanos. Fue exactamente lo que pasó.”

En Camerún descubrió también a actores increíbles que se incorporaron muy naturalmente a su tropa de teatro callejero y siguen trabajando con ella. Enfatiza:

“Los actores africanos fueron el pulmón de nuestra aventura. Nos contaban historias que nos hacían morir de la risa. Nos insuflaron una respiración nueva. Se la pasaban peleándose porque no venían de la misma región y no compartían las mismas creencias. Pero en seguida se olvidaban de su disputa.

“Uno como europeo no puede entrar en el corazón de un africano. Pero día tras día, poco a poco, puede lograr acercarse al corazón de Camerún y empezar a jugar con eso. La compañía Royal de Luxe cambió mucho con la llegada de los africanos. Nos tocó aceptar otras reglas de comportamiento.”

Como siempre en la historia teatral del Royal, Los pequeños cuentos africanos no sólo se fueron de gira por Europa, sino que dieron nacimiento a otra hazaña poética: en 2001 el elenco pasó tres meses en Guan Cun, pueblito de escasos 750 habitantes de la provincia china de Shanxi. De esa inmersión en un universo tan ajeno surgió una obra asombrosa y tierna, dotada de un título irónicamente provocador: Pequeños cuentos chinos revisados y corregidos por los negros.

Se trata de una creación deliciosamente absurda que dejó pasmados no sólo a espectadores de China y Europa, sino también a los críticos teatrales galos que elogiaron la complicidad que el Royal de Luxe crea entre África y Asia, dos mundos totalmente distintos pero que la poesía infinita del teatro callejero une con generosidad y humanidad.

Como si nada, a lo largo de los años, esta troupe se convirtió en pasarela entre culturas y pueblos. Y tras su vivencia china, dedicó la mayor parte de su actividad artística a crear nuevas historias de gigantes. En  2009 se frustró su intención de pasear a sus inmensas marionetas por las calles de Nueva York. Ese desencuentro con el norte del continente americano volvió aún más apremiante y  excitante su cita con México.

Cuando se le pregunta a Jean-Luc Courcoult si no le da vértigo ese éxito planetario, suele contestar:

“No me tomo en serio. La fama no me da nada. Lo rico es tener la posibilidad de crear imágenes. Durante años busqué convencerme a mí mismo de que hacía bien las cosas. Pero eso no me resultaba gratificante. Me levantaba la moral durante unos cinco minutos y ya, era todo. Al igual que todo el mundo, sufrí fracasos… ¿y qué? En realidad uno intenta encontrarse a sí mismo y nunca acaba de hacerlo.”

 

 

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