Monseñor Monroy: una vida de escándalo impune

sábado, 1 de enero de 2011 · 01:00

Con el nombramiento de Enrique Glennie Graue como nuevo rector de la Basílica de Guadalupe para los próximos cinco años, Diego Monroy deja el santuario inmerso en escándalos por su proclividad a los negocios; algunos lo acusan incluso de simonía y de entregar al magnate Carlos Slim la Plaza Mariana. El cronista guadalupano Horacio Sentíes dice que ahora el principal misterio de la Basílica no es la aparición de la Virgen, sino la desaparición de las enormes sumas de dinero que deja su culto.

 

Tras 10 años de realizar multimillonarios negocios con el culto guadalupano –al grado de que terminó aliándose con el empresario Carlos Slim–, monseñor Diego Monroy Ponce renunció a la rectoría de la Basílica de Guadalupe sin haber rendido cuentas sobre el manejo que hizo del más importante y rico santuario mariano a nivel internacional.

Su salida se dio a conocer el miércoles 22 de diciembre. En su lugar se nombró al sacerdote Enrique Glennie Graue, que estaba a cargo de la VI Vicaría de la Arquidiócesis de México. Los cambios los hizo el superior jerárquico de ambos, el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México y quien finalmente decide el rumbo del santuario.

Horacio Sentíes, cronista de la Villa de Guadalupe, comenta al respecto:

“El pueblo de México tiene todo el derecho a saber cómo administró Diego Monroy las cuantiosas riquezas que entran al santuario, cómo manejó los donativos y limosnas que le aportó el mismo pueblo. Sin embargo, protegido por el cardenal Rivera, Monroy se va sin rendir cuentas, lavándose las manos como Pilatos. Sus negocios siempre los realizó en lo oscurito, como se dice coloquialmente.”

Agrega que el periodo de Monroy –de 2000 a 2010– se caracterizó no por lo religioso, sino por el sesgo “empresarial y de negocios” que le dio a la Basílica de Guadalupe.

“A Monroy el aspecto devocional y religioso no le importó. Todo fue hacer negocio tras negocio a expensas del culto guadalupano. Durante años estuvo recaudando donativos entre los fieles para construir la Plaza Mariana. También estuvo vendiendo por adelantado los nichos que supuestamente habrá en ese lugar. Pero jamás nos informó cuánto dinero logró juntar ni dónde está actualmente. Ese dinero de los mexicanos simplemente se esfumó.

“Monroy terminó aliándose nada menos que con Carlos Slim para realizar ese ambicioso proyecto empresarial. Ahora, Slim ya está construyendo esa plaza en lo que será la ampliación del atrio de la Basílica. De inmediato se nota que será un desarrollo para hacer negocios.”

–Pero Slim ha dicho que donará la construcción de ese centro religioso-comercial… 

–No creo que Slim sea tan espléndido como para donar una obra tan costosa. ¡Por favor! ¡Que no nos salgan con cuentos! En ese tipo de obras siempre hay arreglos por debajo de la mesa. Tratan de engañarnos poniendo a Slim como el gran benefactor guadalupano. Nos han engañado tantas veces que ya no les creemos. ¿Cuánto invertirá Slim ahí? ¿Cuánto reclamará por su inversión? Lo ignoramos.

Cronista de La Villa durante más de 30 años, autor de los libros La Villa de Guadalupe, historia, estampas y leyendas, y La Villa de Guadalupe, crónica centenaria, entre otros, Sentíes señala que ni siquiera se ha dicho cuál es el proyecto arquitectónico con el que se está levantando la Plaza Mariana:

“Se han manejado como cuatro proyectos arquitectónicos distintos. Primero nos dijeron que la diseñó el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Luego que fue el arquitecto Javier Sordo Madaleno. Ahora se dice que Slim impuso a su propio arquitecto. Total que no sabemos nada. Todo es pura confusión.”

–¿El sucesor de Monroy está obligado a informar?

–Sí, como nuevo rector del santuario, el padre Glennie tiene, por lo menos, la obligación moral de decirnos dónde quedaron los donativos de los fieles para construir la Plaza Mariana, a cuánto ascienden, cuánto costará la construcción, qué acuerdos se tomaron con Slim… todo eso. ¡Caray!, hasta las sirvientas informan cuánto dinero se gastan al hacer el mandado. 

Nombramiento por “dedazo” 

 

Sentíes repara en que Glennie ni siquiera pertenecía al cabildo de la Basílica de Guadalupe, por lo que no conoce las necesidades del santuario. “Es una persona totalmente externa. Su designación fue una medida unilateral tomada por el cardenal Rivera”, dice.

En efecto, apenas el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, Rivera designó a tres nuevos miembros del cabildo, entre ellos Glennie, de quien de inmediato se dijo que sería el sucesor de Monroy, cuyo segundo quinquenio al frente del santuario concluía el último de diciembre.

Por dedazo del cardenal, Glennie se impuso sobre los restantes 15 miembros del cabildo, todos con derecho a suceder a Monroy, a quien el cardenal pudo haber reelegido para un tercer quinquenio. Pero no lo hizo, aparentemente por instrucciones del Papa Benedicto XVI enviadas a través de su nuncio apostólico en México, Christophe Pierre.

Ese mismo día 12, Pierre se reunió con el cardenal y los miembros del cabildo. Juntos concelebraron incluso la misa del mediodía. Fuentes confidenciales señalaron que el Vaticano rechazó a Monroy debido a sus escándalos de corrupción, ventilados puntualmente por Proceso. Monroy era un cartucho quemado. El cardenal tuvo que sustituirlo por Glennie, otro de sus incondicionales, pero del que espera mayor cautela.

Eso sí, por conveniencia común se acordó cuidarle las espaldas a Monroy… y seguir manteniendo en secreto los múltiples negocios que venía manejando y heredó a su sucesor.

A través de un comunicado emitido el 22 de diciembre, el cardenal dio a conocer los cambios y le agradeció su labor a Monroy:

“El cardenal Norberto Rivera Carrera hace pública su profunda gratitud a monseñor Diego Monroy por su absoluta entrega y dedicación al servicio de la Basílica de Guadalupe, quien durante 10 años acogió cordialmente incontables peregrinaciones provenientes de México y de varios países.

“Su amor por la Virgen de Guadalupe quedó de manifiesto en distintas y continuas acciones, así como su preocupación por los millones de fieles que han acudido al santuario.”

Y a Glennie –quien fue rector del Seminario Mayor de México y párroco del templo de Santo Domingo–, el cardenal le deseó que “el Señor y la Virgen de Guadalupe iluminen su nueva encomienda”.

Así, Rivera Carrera dio por concluida la rectoría de Monroy, marcada por negocios ilícitos, acuerdos secretos, acelerado enriquecimiento personal y hasta sospechas por el asesinato de un miembro del cabildo que denunció sus corruptelas ante el Vaticano.

Por ejemplo, en un contrato “secreto” efectuado el 31 de marzo de 2002, Monroy vendió en “exclusividad” los “derechos de propiedad” de la imagen guadalupana a la trasnacional Viotran, con sede en Orlando, Florida. Con ello, esta empresa estadunidense era la única que podía explotar la imagen. Por la venta del copyright Monroy recibió 12.5 millones de dólares (Proceso 1321).

Sin embargo, esta venta fue calificada de “ilegal” por los especialistas en derechos de autor, quienes argumentaban que la imagen guadalupana, aparte de su carácter religioso, es un símbolo nacional de “dominio público” que no puede venderse en exclusividad con fines lucrativos, como lo hizo Monroy, avalado por el cardenal Rivera.

Especialistas en derecho canónico señalaban que Monroy estaba cometiendo delito flagrante de “simonía” por mercantilizar esa importante imagen de culto. Le correspondía como castigo –decían– la suspensión de su ministerio sacerdotal. Pero no se procedió contra él.

Un cúmulo de irregularidades

 

En abril de 2003, el entonces jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, le regaló a la Basílica un área de casi 30 mil metros cuadrados para que en ella se ampliara el actual atrio. Diego Monroy anunció que ahí construiría la llamada Plaza Mariana, el complejo religioso-comercial más ambicioso del país.

De inmediato, Monroy empezó a pedir donativos, principalmente entre los fieles guadalupanos de México y de Estados Unidos, con el fin de financiar la construcción de la obra. Abrió dos cuentas bancarias para recolectar el dinero.

También empezó a vender por adelantado los 115 mil nichos que, se dice, tendrá la Plaza Mariana, los cuales generarán ingresos por alrededor de 5 mil millones de pesos.

Por si fuera poco, Monroy lanzó una tarjeta telefónica en Estados Unidos con la imagen de la guadalupana, en colaboración con la empresa Starcom, que vende tarjetas de prepago en ese país y Canadá. Los ejecutivos de la empresa revelaron que 25% de las ganancias se iba a los bolsillos de Monroy, para que construyera la Plaza Mariana (Proceso 1592).

Cuando los usuarios introducían la “tarjeta guadalupana” en un teléfono público, se escuchaba una bendición con la voz grabada de Monroy. “Grabé 32 mensajes distintos. Son mensajes de aliento, de esperanza”, explicaba éste.

Así, por éstos y otros medios, Monroy juntó durante años millonarias sumas de dinero para financiar la obra, que sin embargo no se empezaba a levantar. En 2009, el gobierno capitalino comenzó a presionar a Monroy para que iniciara la construcción y le advirtió que de no hacerlo podría quitarle el terreno donado por López Obrador.

Fue hasta 2010 –siete años después de recibir la donación– cuando el Grupo Carso, de Carlos Slim, empezó la edificación de la Plaza Mariana. El 31 de agosto de ese año, el magnate anunció que la obra sería un regalo de la Fundación Carlos Slim: 

“Va a ser una plaza y la vamos a donar; vamos a construirla a cuenta de la Fundación”, aseguró Slim.

El costo de la obra se calcula en 900 millones de pesos. Si realmente la regala Slim, ¿qué se hará entonces con el dinero recaudado por Monroy entre los fieles? ¿A cuánto asciende su monto? ¿Dónde está? Nunca se ha explicado.

Sin embargo, desde hace varios años algunos líderes de comerciantes de La Villa, entre ellos Jesús Badillo, dirigente de la Agrupación de Comerciantes Emiliano Zapata, habían advertido que Slim estaba metido en el proyecto desde su inicio, sólo que hasta ahora el empresario dio la cara abiertamente.

En lo que toca a las irregularidades cometidas por Monroy durante su rectorado, éstas eran reportadas con todo detalle al Vaticano por uno de los mismos canónigos de la Basílica de Guadalupe, monseñor Jesús Guízar Villanueva, sobrino de San Rafael Guízar y Valencia.

En sus reportes confidenciales al Papa Benedicto XVI –cuyas copias tiene este semanario–, Guízar Villanueva se quejaba de que Monroy había convertido al santuario en una jugosa “empresa” alejada de sus fines pastorales.

Hablaba del “afán desmedido por el dinero” que tenía el rector, quien logró acumular “riquezas inexplicables”, entre ellas lujosas residencias en la Ciudad de México y Michoacán, su estado natal.

También lamentaba que Monroy hubiera impuesto como tesorero del santuario a su “querido”, el “laico Héctor Bustamente”, con quien solía realizar viajes de placer por todo el mundo o encabezar afiebradas orgías en el propio santuario.

El canónigo Guízar Villanueva pedía en sus informes al Vaticano: “no que se me crea, sino que se me oiga y se investigue a fondo”. Solicitaba una “auditoría” o una “visita canónica” al santuario.

Guízar estaba esperando respuesta papal cuando, sorpresivamente, fue encontrado golpeado y bañado en sangre en su dormitorio, en enero pasado. Murió en el hospital. Sus familiares sospechan que se trató de un homicidio (Proceso 1769).

Fueron estos antecedentes de Monroy los que –según fuentes confidenciales– influyeron para que ya no fuera reelegido rector por tercera ocasión.

Ahora, alejado de esa responsabilidad, Monroy planea abrir un museo de “nacimientos” navideños en su residencia de Quiroga, en Michoacán.

“La casa donde yo nací la quiero donar a mi pueblo para que sea una casa de cultura. Quiero darla para que albergue este museo”, dijo Monroy en una entrevista difundida el pasado 22 de diciembre en el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (Siame).

Y explicó que ha logrado juntar una colección de mil 600 nacimientos de distintos países, que datan del siglo XIII a la fecha.

Entusiasmado con su excéntrico hobbie, Monroy habló de las figuritas de cera, barro, hoja de lata, cobre y otros materiales con las que suele adornar sus primorosos “nacimientos”. Sobre todo le gustan las figuritas del señor San José: “Yo me imagino a San José como el más guapo de Nazaret”, dijo. Y habló sobre uno de sus nacimientos preferidos: se compone de 400 figuras de cera que representan los pasajes más relevantes de la Biblia.

“Los nacimientos siempre tienen un valor catequético. Presentarlos al público mueve a la reflexión”, explicó Monroy, quien para nada abordó el espinoso tema del dinero que recaudó y no se sabe dónde está.

Para Horacio Sentíes, el cronista de La Villa, Monroy es sólo el último encargado del santuario que logró enriquecerse con el culto a la Virgen del Tepeyac, que cada año jala alrededor de 20 millones de peregrinos a la Basílica:

“Muchos de los antecesores de Monroy han hecho lo mismo, sin tener que rendir cuentas a nadie. Yo siempre he dicho que el principal misterio de la Basílica no es la aparición de la Virgen, sino la desaparición de las enormes sumas de dinero que deja su culto”, dice el cronista.

–¿El nuevo rector podrá impulsar un cambio drástico en ese sentido? 

–No, no lo creo. Glennie le dará continuidad a los negocios que le heredó Monroy. Será el rector de la continuidad. Finalmente, el cardenal Rivera sigue estando detrás de ambos. Y nos esperan más sorpresas cuando empiece a funcionar la Plaza Mariana. 

 

 

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