Body Worlds: un nuevo espacio de libertad cultural

martes, 25 de enero de 2011 · 01:00

MÉXICO, D.F., 25 de enero (Proceso).- Los restos humanos han sido objeto de fascinación en el transcurso de la historia, pero en tiempos recientes han adquirido nuevas e inusitadas significaciones en discursos, movimientos e instituciones, con muy variados propósitos: los que atañen a los ámbitos de los derechos humanos, la formación de proyectos nacionales, las demandas culturales de repatriación, la veneración de ancestros y a las exhibiciones artísticas y museográficas, entre otros muchos.

La muestra Body Worlds de Günther von Hagens en Universum, el Museo de Ciencias de Ciudad Universitaria, reafirma el nuevo espacio de libertad cultural en México a partir de la reforma al artículo IV constitucional, y lo hace en muchos y diversos sentidos. Su temática es una clara consecuencia de la nueva concepción científica del cuerpo humano que a su vez vuelve viables exposiciones de esta índole, ya que a los restos humanos se les considera simultáneamente tanto objetos de ciencia como de arte; al fomentarlas, la Universidad Nacional consolida su discurso cultural.

La exhibición de restos humanos demuestra y reafirma el método científico, que implica el control del mundo natural, incluido desde luego el cuerpo humano. Los restos humanos exhibidos deben ser considerados como objetos de investigación y de arte, y esta exposición, que se desliza entre los contextos científicos y estéticos, es paradigmática; lo es porque evoca la historia anatómica, pero al mismo tiempo exhibe al cuerpo humano con gran realismo a través de su “plastinación”, lo que marca una diferencia de sustancia con su exposición en el laboratorio científico. Esto explica por qué Von Hagen inicialmente recurrió a espacios más próximos a los de una galería de arte que a los de un museo para mostrar su obra; de hecho ahora él pretende plastinarse después de su muerte, emulando al filósofo Jeremías Bentham, quien para vigorizar la autoridad médica decidió exhibir su cadáver en la University College de Londres.

Von Hagens ha humanizado y vuelto estéticos los especímenes anatómicos y sus entrañas, que antes provocaban admiración o repulsión. Esta muestra, que comparte puntos tangenciales con Bodies revealed. Real y fascinante, marca un cambio importante en la cultura médica, pero igualmente significa la liberación del cuerpo humano. En ella es perfectamente perceptible la convergencia de diversos movimientos que contribuyeron al creciente significado simbólico de la exhibición de restos humanos. La mera exhibición del cuerpo humano refleja per se una conducta democrática, reafirmada ahora por el recinto universitario, ya que lo sustrae del laboratorio médico, lo muestra al público profano y con ello lo liberaliza del status quo ante de dominación.

Las anteriores consideraciones conducen necesariamente a debatir al cuerpo humano en diversas perspectivas: como sitio de identidad, como objeto de investigación científica y como un sitio de poder y de controversia política, entre otras.

Inicialmente, los restos humanos fueron expuestos en los museos como curiosidades provenientes del colonialismo, de exploraciones o del comercio. Su colección se intensificó durante el siglo XIX en expediciones ad hoc animadas en parte por el propósito de preservar muestras de lo que se consideraba razas en vías de extinción. Se les catalogó y exhibió en museos con base en motivaciones médicas, etnográficas y arqueológicas. En la última parte del siglo XX, empero, se gestó un movimiento muy vigoroso en aras de la restitución de restos humanos, en especial de aquellos relacionados con la historia o cultura nacionales. Estas exigencias de restitución se hallan estrechamente vinculadas a la reafirmación de la identidad nacional y sugieren que la transferencia de tesoros culturales al país de origen contribuye a la consolidación del capital simbólico nacional. Podemos verlas en el caso de comunidades indígenas para las cuales los restos humanos de sus ancestros contienen información social y significación política y religiosa como elementos trascendentes en la conformación de la identidad. El mayor reclamo por parte de estas comunidades consiste en que, ante la carencia de poder, los restos humanos que legítimamente les corresponden permite su exhibición como símbolos de dominación. El caso de la Venus Hottentot, que confrontó a Europa, especialmente a Francia, con África, es muy elocuente en este orden.

El cuerpo humano ha estado íntimamente vinculado al fenómeno de la muerte; la historia demuestra que ha sido la cultura la que ha determinado las diferentes conceptualizaciones sobre este hecho. En el ámbito científico, antes del siglo XVI fue la religión la que tuvo una influencia decisiva en las respuestas a este fenómeno. A finales del XVII, pero sobre todo en los siglos XVIII y XIX, emergió una nueva concepción del fenómeno en la que se hizo patente la posibilidad de controlarlo, lo que le da un ritmo distinto a la evolución de la ciencia médica: la expectativa de vida se prolonga y el médico sustituye al sacerdote. En lo sucesivo a la muerte se le considerará un fenómeno físico y natural. Pero fue hasta el siglo XIX cuando la investigación médica se consolidó al considerar al cuerpo humano como un mecanismo complejo, gobernado por la relación de causa y efecto, en donde el método empírico resulta fundamental. Con ello se le confiere al cuerpo humano una nueva dimensión: la de objeto de ciencia. Así, la investigación en torno a las enfermedades y la muerte se desarrolla en lo sucesivo en el ámbito del cuerpo humano mismo, y en el cadáver y sólo en él se encuentran las respuestas a sus interrogantes. El cuerpo humano deja de ser entonces un símbolo de la incertidumbre o la fuente de información anatómica; se convierte en el vehículo natural para la comprensión de los procesos del nacimiento y de la muerte y de los que apuntan a su esclarecimiento.

En el transcurso de la historia la representación metafórica de los restos humanos se ha realizado  con una gran variedad de propósitos y su uso simbólico transita desde el cuestionamiento hasta el reforzamiento de la autoridad institucional, sea política o religiosa. El embalsamamiento de personajes políticos y religiosos, su exhumación o inhumación, la exhibición de reliquias y vestigios, no hace más que demostrar la ambivalencia en el significado del cuerpo humano. Los restos humanos se constituyeron en un vehículo para legitimar a las élites políticas y religiosas, que para hacerlo han intentado ya sea asociarse o bien distanciarse de ellos. Esta gama de posibilidades destaca justamente la ambigüedad del cuerpo humano, que per se carece de significado y que es a la vez testigo y evidencia del tiempo, pero también testimonio importante. Al convertirse en objetivo y objeto del poder y de lo sagrado o, en forma análoga, al politizar los restos  humanos, los transforma en una institución, y con ello el fenómeno de la muerte se transmuta en una controversia política, más que en una experiencia humana.

El discurso feminista demuestra que el cuerpo humano también ha sido un lugar de controversias políticas, al asociar a él la polémica sobre derechos humanos y la idea de que a través del mismo el poder ejerce dominancia y opresión. 

El debate sobre la contracepción, el aborto, el control de la natalidad, la violencia intrafamiliar o la maternidad subrogada transita irremediablemente por la discusión en torno al control y la protección del cuerpo humano, elementos determinantes en la reivindicación de la autonomía femenina. Consecuente con esta perspectiva, el cuerpo humano se convierte en un sitio donde se producen diferentes significados políticos y culturales. Es en él donde el Estado modela la conducta de la sociedad a través de la medicina, el sistema educacional, la siquiatría y la ley.

Al fomentar esta clase de exhibiciones, la Universidad Nacional retoma el liderazgo museográfico que le es propio: desarrolla el postulado de que los objetos expuestos deben entenderse en su contexto, y no por sus cualidades inherentes. El museo no es una entidad aislada en la sociedad, puesto que se halla determinado por las circunstancias sociales en las que actúa. El Museo Universitario se ha reivindicado como un espacio de diversos valores en donde puede discutirse una pluralidad de narrativas; con ello se convierte en una “zona de contacto” y en un sitio privilegiado de controversia y de diálogo: su objetivo es exhibir las inestabilidades propias de la verdad o de las múltiples narrativas y no solamente perturbar al visitante o introducir una verdad singular o una narrativa particular. El Museo Universitario se ha convertido, más que en el custodio de objetos de conocimiento, en un facilitador de construcciones de identidad y narrativas, y en ello es paradigmático: el énfasis se hace ahora en la percepción del visitante y su abandono como un receptor pasivo.

Con ello, la Universidad Nacional, mediante el cumplimiento puntual de su mandato legal, reivindica la plena vigencia de la reforma del artículo IV constitucional en materia de cultura: la ciencia y el arte, que son los ejes formativos de la cultura en México, son libres.

 

* Doctor en derecho por la Universidad Panthéon-Assas. Vicepresidente de la Academia Internacional de Derecho Comparado.

 

 

Comentarios