El Atlas cultural, a debate
Los datos de una encuesta sobre hábitos culturales, dados a conocer por el Conaculta a fin de año, levantaron ámpula debido a la poca participación de los mexicanos. Pero reconocidos especialistas en el tema, como Tomás Ejea y Ernesto Piedras, indican que los diagnósticos no sirven si no hay continuidad y un impacto inmediato en las políticas públicas.
MÉXICO, D.F., 31 de enero (Proceso).- Con un rezago de casi medio siglo respecto de los primeros estudios culturales realizados en Francia, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) publicó el Atlas de infraestructura y patrimonio cultura de México 2010 y una Encuesta nacional de hábitos y consumos culturales, que a decir de los investigadores Tomás Ejea y Ernesto Piedras carecen de continuidad y sistematización, y en tanto no se traduzcan realmente en políticas públicas su aportación será muy limitada.
Coincidieron además en que debe ser instrumento para evaluar el desempeño de las instituciones y autoridades responsables, y transparentar el ejercicio de los recursos y la toma de decisiones.
Dichos académicos participarán el lunes 31 a las 11:00 horas en un foro para analizar los contenidos, alcances, debilidades y fortalezas de ambos estudios; organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco (UAM-X), a través de la Coordinación de Extensión Universitaria y el Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu) encabezado por el periodista Eduardo Cruz, en la Sala 2 del edificio central del campus, ubicado en calzada del Hueso 1100.
Ante los documentos publicados por el Conaculta en diciembre pasado, el especialista en estudios culturales e investigador de la UAM-Azcapotzalco, donde es profesor del área de sociología, Ejea considera que podrían verse desde una perspectiva positiva si formaran parte de un sistema integral, planeado y coordinado de manera amplia y permanente, pero su aislamiento los hace insuficientes:
“El sentido de este tipo de estudios es, por un lado, tener una visión general de los diferentes aspectos del consumo cultural en el país. Pero por otro, deberían ser instrumentos para evaluar cómo están funcionando los programas que las diferentes instancias de gobierno implementan. Por lo tanto, me parece que son esfuerzos acotados y que una verdadera política gubernamental debería de aspirar a que ese tipo de instrumentos informativos tuvieran una función más amplia y más productiva.”
En su opinión, el diagnóstico no permite comparaciones ni ver su evolución en el tiempo, lo cual puede llevar a especulaciones que dependan de quienes abordan o utilizan la información.
En su presentación del Atlas..., Consuelo Sáizar, titular del Conaculta, afirma que el “siglo XXI trajo a los mexicanos las garantías de la democracia plena: alternancia en el poder, rendición de cuentas, transparencia en el ejercicio de los recursos aportados por los ciudadanos”, y que en “esa órbita se inscribe” el “encomiable y minucioso trabajo que refleja cuánto ha hecho el Estado en el renglón de proveer servicios culturales...”.
Añade que la política cultural del siglo XXI se diseñará con base en la información del documento.
–¿Usted lo cree así? –se le pregunta a Ejea.
–Yo creo que es una parte, pero no puede ir desligado de otro tipo de información. Y en un sistema de información nacional, lo fundamental es el conocimiento claro y oportuno de la utilización de los recursos financieros, entonces toda esta información estadística sobre el consumo cultural y la infraestructura cultural, en su caso, puede ser útil si fuera aparejada con otras medidas sobre la claridad, pero sobre todo la transparencia, y creo que los gobiernos panistas han carecido totalmente de ello.
“Ahora bien, si las buenas intenciones que muestran los altos funcionarios de cultura fueran propósitos serios, uno esperaría que se expliciten cuáles van a ser los pasos a seguir para establecer esas políticas, y esos pasos no están claros en ningún lado. En ese sentido, se queda en meras declaraciones. Pregunto: ¿Se está proponiendo que se va a actualizar ese sistema de información anualmente? Ahí es dónde ya no hay claridad, entonces esperaríamos que no fuesen solamente declaraciones.”
En los medios se han ventilado diversos conflictos culturales señalados por la falta de consulta con la comunidad, de transparencia en los recursos, de mala o nula comunicación. Baste recordar la biblioteca Vasconcelos, el espectáculo de luz y sonido en Teotihuacán, la Librería y Centro Cultural Elena Garro en Coyoacán, el proyecto de Ley de Cultura y la remodelación de la sala principal del Palacio de Bellas Artes. Cuestionado sobre si conocer datos sobre el consumo ayudaría en este tipo de casos, Ejea indica:
“Yo creo que el sexenio pasado y este fundamentalmente se han caracterizado por una gran opacidad en la toma de decisiones.”
Un ejemplo muy claro para él es el recién celebrado Bicentenario y cómo se construyó la política pública del 15 de septiembre. Sobre ello publicará en breve un ensayo titulado Cultura política y discurso público: El desfile del Bicentenario, como parte de un libro sobre cultura política que se prepara en la UAM Azcapotzalco.
Insiste en que una “verdadera política democrática” debe tener ante todo transparencia y lamenta que hasta hoy no sean claras las cuentas del Bicentenario:
“Pretender que con esta información ya se está en una senda totalmente democrática y transparente es, al menos, un acto de demagogia, sobre todo si no existen verdaderos pasos a seguir para ir construyendo perspectivas más democráticas y más transparentes. Porque una cosa es el discurso y otros son los actos cotidianos, y las decisiones se toman en una pequeña oficina y no frente o teniendo en cuenta a la ciudadanía.”
Subraya asimismo el aspecto de la sistematización de la información:
“Un sistema de estadística nacional, específicamente de cultura, es al que se debería de avocar la administración cultural actual, generar ese sistema no nada más con esfuerzos aislados... Si no hay una continuidad y una homogenización de la información que se recaba, su utilidad es muy limitada.”
Política real
El economista Ernesto Piedras, fundador de la consultoría The Competitive Intelligence Unit, destaca de la encuesta tres aspectos: Es metodológicamente robusta, pues se realizó con una muestra muy amplia (32 mil entrevistas, mil por entidad federativa); replica en el tiempo la realizada en 2003, con lo cual “tratamos de identificar tendencias”; y al contrario de la opinión de Ejea, piensa que se pueden establecer comparaciones.
Le sorprende que dicha encuesta haya generado críticas inmediatamente después de ser difundida, pues considera que “mucha gente se fue en contra sin revisarla, de manera dogmática y hasta ignorante: ¡Porque sólo 47% de los mexicanos se consideran involucrados con la cultura!”.
Incluso indica que él sigue revisándola y aún no tiene una idea completamente formada de los resultados. Aunque aclara que lo arrojado por el estudio es grave:
“Creo que en un país de iniquidades como México este tipo de cifras nos deben preocupar, nos deben poner a trabajar, pero no descalificarlas y más viniendo de gente que no sabe un ápice de estadística, empiezan a hablar de encuestas que ni siquiera han revisado.”
También le inquieta que se establezca qué se hará con los datos arrojados, pues sería lamentable que todo quedara en “una bodega de datos” o en algunos libros y publicaciones, pero no más. Considera que los servidores públicos deben sentirse muy presionados ahora pues cuentan ya con el estudio de la infraestructura, el del consumo y el de la oferta cultural, con lo cual tienen “herramientas fantásticas” para hacer políticas públicas.
El reto es superar “la política de bohemia” (dice que José Alfredo Jiménez hacía sus canciones “entre borracheras”, pero hoy los artistas y las audiencias han cambiado, Proceso 1724) por una política “de nueva generación, bien fundamentada”.
Los siguientes pasos, dice, deberán ser: procesar la información a nivel estatal, lo cual ya se está haciendo y publicando en la página web del Conaculta, y propondrá que se haga un capítulo para comparar los datos con los de países que hacen regularmente encuestas, como España, Reino Unido, Argentina y Francia, para saber “qué tipo de encuesta tenemos; hasta donde voy viendo, es una encuesta que cumple muy bien con las mejores prácticas internacionales”.
Piedras ha sido invitado por el Conaculta para hacer el análisis de la Encuesta nacional..., y prefiere no hablar en la entrevista sobre el Atlas..., pues confiesa que no lo ha estudiado tan profundamente como la primera. Celebra que este lunes se haga una discusión de los contenidos de los dos estudios e invita a que sea un debate crítico, constructivo, propositivo e incluso destructivo, pero fundamentado y abierto.
–¿Entonces, aunque lo que arroja la encuesta es grave, es una buena encuesta?
–Es una buena herramienta. Es como cuando voy al médico, y con sus instrumentos, con su experiencia, me dice que tengo la presión alta, el colesterol alto. No cuestiono su medición, lo importante es qué voy a hacer ahora que tengo ese diagnóstico. Finalmente estos trabajos constituyen una suerte de check up del sector de la cultura, la pregunta es qué vamos a hacer con esos números.
–Dicen que con ello se va a hacer la política cultural del siglo XXI. Aunque este tipo de estudios no son nuevos, usted lleva años haciéndolos, la Universidad de Colima también. Cabe señalar que dicha universidad celebró en 2007 los 20 años de su Programa Cultura y 18 de la revista Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, su fundador Jorge González presentó un estudio hace décadas. ¿Se han traducido en políticas públicas, en políticas eficientes? ¿No se están poniendo demasiadas expectativas?
–Por eso te decía: ¡vaya presión que se debe montar sobre estos servidores públicos!, porque igual que para ellos es un instrumento para generar esas nuevas propuestas y articulaciones, con base en los recursos, con base en los requerimientos, para nosotros es también una herramienta con el fin de evaluar el impacto de las acciones actuales y futuras, pero usémoslas.
“Si me preguntas cómo quiero ver el impacto de esta encuesta, yo quiero que de la reunión del lunes y de otras más surjan mejoras metodológicas, pero no descalificaciones dogmáticas. Y surja también una acción colectiva de evaluación, de exigir a las autoridades y de exigirnos a nosotros mismos, porque eso implica sentarnos a trabajar con los números e interpretarlos y ya queda en manos de los académicos, de los analistas y por supuesto de los servidores públicos.”
–Usted habla de comparar el estudio con otros países. Si se considera que el primer estudio del Conaculta data de 2003, es relativamente nuevo; el área de estudios culturales que dirigió Paul Tolilá en Francia tiene muchos años y además se sabe que sí es tomado en cuenta para las políticas públicas.
–Así es, fíjate que esto es expresión de una madurez o inmadurez social. No hemos reconocido socialmente –no digo no hemos dado, insisto: no hemos reconocido– el rol central, multidimensional de la cultura: de contenidos, de estéticas, de cohesión, pero también de impacto en empleo, producción, etcétera. La diferencia con los franceses es que ellos ya no discuten si es bueno o malo tener una encuesta, su funcionamiento es: qué encuesta necesito para hacer empleo, producción, inversión.
El Departamento de los Estudios y de la Prospectiva (DEP), del cual fue director Paul Tolilá hasta hace unos años, fue fundado en 1963, cuando André Malraux era el ministro de Cultura. En un ensayo titulado Estadísticas, economía e indicadores culturales, el investigador francés explica las razones en la necesidad de construir una política de la cultura:
“Para dirigirla, establecerla, hacerla evolucionar y tomarla en cuenta, el Estado y el Ministerio sintieron de manera temprana la necesidad de datos evaluados que permitieran proceder con un mínimo de puntos de referencias y pensar en el establecimiento de prioridades... El DEP se creó para este efecto al término de una vasta reflexión interministerial. Su labor: recolectar, tratar, estructurar y retransmitir todos los datos socioeconómicos que interesan a la cultura en Francia. Su misión: servir como punto de apoyo a las políticas públicas, difundir ampliamente todas sus informaciones y promover todas las investigaciones necesarias. Su público: los responsables de los ministerios, los del Estado y de las colectividades públicas, los actores de la cultura y los ciudadanos.”
Remarca Piedras que “los trabajos de Paul allá son magníficos, y en una sociedad como la británica que ya no discute ni presta tanta atención a estudios como los míos, por ejemplo de si pesa 6.7% la cultura, ellos saben que pesa mucho, su siguiente enfoque es geográficamente más acotado, más dirigido a proyectos productivos basados en la creatividad”.
Y lamenta el rezago en México, pues para volver a hacer una encuesta pasaron siete años. Se debe planear cuándo hacerlas y establecer plazos, quizá como en el censo poblacional, pero a su juicio 10 años son demasiados. Él sugiere un estudio bianual, pues “si nos quedamos con que el valor económico de la cultura es 6.7%, estamos haciendo arqueología cultural, no política pública”.
En su trabajo de análisis hará cruces de datos a nivel estatal y comparaciones con la encuesta anterior. Al preguntarle cuál será el propósito, indica que afinar las herramientas de medición y las políticas. Determinaría, por ejemplo, la necesidad de que el Conaculta se pronuncie en temas como las telecomunicaciones, la conectividad y los derechos de autor.
“Somos –concluye– un país de déficit de oferta y déficit de infraestructura cultural.”
En el foro participarán, entre otros, Salvador Vega, rector de la UAM; Héctor Zavala, coordinador de Extensión Universitaria; los diputados Kenia López Ramadán y Armando Báez, los investigadores Rafael Campos, Alejandro Ordorica y Eduardo Nivón, la crítica de arte de Proceso Blanca González Rosas y las periodistas Adriana Malvido y Angélica Abelleyra.