Carta al Tío Sam
MÉXICO, D.F., 5 de enero (apro).- Admirado Tío Sam: por adelantado le aclaro, para evitar malos entendidos posteriores, que este su servidor es un firme y entusiasta partidario de usted y, por lo tanto, del maravilloso país que usted representa y simboliza: Estados Unidos, al punto de ser, más que comedor, saboreador de las sabrosas hamburguer, de los deliciosos hot-dog y bebedor empedernido de coca-cola. Y conozco, mejor que a cualquier personaje de carne y hueso, a los simpáticos nacidos de la fantasía de ese genial dibujante, Walt Disney, al que además tengo que agradecer que me haya dado a conocer las historias de Blancanieves, La bella y la bestia, Pinocho, Cenicienta y otras, sin necesidad de leer libros.
Este mi entusiasmo por su país, por demás está decir que me ha traído la enemiga, la mala voluntad de no pocos, pero poco me importa, pues si a esas vamos, somos más los partidarios de Estados Unidos que sus enemigos, ganamos por el número, hecho que se debe, pienso, a su magnífico cine, a sus películas tan llenas de acción, optimismo y vitalidad (que me entusiasman), y a sus interesantes y variadas series para la televisión que inundan las pantallas chicas del mundo entero (las cuales, por turno, me tienen pegado al televisor con el ánimo en suspenso para ver cómo se resuelven sus complicadas tramas, o bien al borde la lágrima con sus sentimentales historias o muerto de la risa con sus alegre argumentos y chistes). A esto hay que añadir su sugestiva música, elementos todos, hay que decirlo en su honor, que han conquistado y siguen conquistando más voluntades de individuos e incluso pueblos a favor de su nación que las disciplinadas y aguerridas legiones conquistaron para la vieja Roma en su buenos tiempos.
Ese su cien, series de televisión y su música que se ve y escucha en todos los rincones del mundo, han enseñado y enseñan, confirmado, y mantienen en las conciencias de millones y millones de individuos que las disfrutan, la idea de que Estados Unidos, entre todas las naciones, es la más grande y poderosa del a tierra, heredera del espíritu y grandeza de la vieja Roma, hogar de la democracia y de los hombres libres, y que su gobierno, si no es el mejor, es el que más se acerca a la perfección de todos los conocidos. Que los estadunidenses son los mejores combatientes del planeta (¿pues quién como Rambo o como Rocky?) y también los más desarrollados socialmente (¡por supuesto!) ¿Qué otro pueblo se ha atrevido y ha conseguido lo que ustedes se atrevieron y consiguieron hacer a su presidente Nixon? La historia de Estados Unidos es el triunfo de la justicia. La Providencia siempre les ha acompañado (¿será por eso de la justicia?). Su nación ha sido elegida por Dios para salvar y purificar al mundo por el ejemplo que dan (¡ah, con razón su billete de a dólar lleva la leyenda “En Dios confío” y corre entre ustedes el refrán de “Dios protege a los niños, a los borrachos y a Estados Unidos”! ¡Eso es saber ser agradecidos!)
Bien, todo eso está muy bien y en eso creo, y es por lo que soy partidario de su país, por eso lo admiro, pero mi nunca bien ponderado Tío Sam, hay un hecho que me inquieta y no me explico y es el siguiente: siendo su nación la más grande, poderosa y rica y sus ciudadanos conscientes de ello, y siendo por añadidura los más desarrollados socialmente, los que tiene más y mejores cosas, por lo que son los más felices de la tierra por todo ello, ¿cómo es que son los mayores consumidores de drogas de todo el mundo?
Angustiado, mi estimado, le confieso que no me explico por qué sus ciudadanos son los más numerosos clientes del mercado de las drogas. Por supuesto, no ignoro que estudiosos del problema piensan que lo son por viciosos; otros hay que aseguran que lo son por enfermos; otros más afirman que se debe a que los que las usan buscan en las mismas algo distinto y más excitante que el ver, sentir y pensar el cotidiano en que viven, e incluso hay entre esos estudiosos quienes creen que el motivo es por querer escapar de realidades degradantes o angustiosas, razones varias que me niego a admitir, pues si son ciertas ¿dónde queda eso de que Estados Unidos es la mejor de las naciones posibles?
¿Cual es la verdad? Se la pide uno que también es tío y tiene muchos sobrinos, muchísimos partidarios acérrimos de su país.
Por el bien de usted y de sus leales seguidores, esperamos que nos informe honestamente con la verdad.
Con mi sincera admiración
EL TÍO LOLO