Ajedrez a la ciega
MÉXICO, D.F., 10 de febrero (apro).- El ajedrez a la ciega es una de las formas más espectaculares de jugar al ajedrez y una de las que más asombro causa entre los neófitos. Como su nombre indica, consiste en jugar sin ver el tablero, con lo que cada jugador ha de retener la posición en su mente. Las jugadas se comunican de palabra, mediante notación algebraica, por ejemplo, o bien mediante sistemas más sofisticados, como una computadora.
El primer caso registrado del juego “a ciegas”, según un manuscrito del Museo Británico, ocurrió por el año 970, cuando un viajero griego llamado Joseph Techelebi sorprendía a los ajedrecistas con una increíble habilidad para jugar y triunfar sin ver el tablero de ajedrez. Techelebi, según cuentan, estuvo en Italia, Persia y varias regiones del Este, extendiendo su reputación por varios países. Según los tratadistas árabes, otro jugador de esta modalidad fue Said Ben Yugair Al Kufi (siglo IX), fallecido en el año 820 d.c.
Sin embargo, cabe aclarar que el ajedrez, con las reglas como las conocemos, data de los años 1500, por lo que probablemente las referencias mencionadas sean de un juego muy parecido al ajedrez, o tal vez al juego que se le considera el antecesor del ajedrez actual: el chaturanga.
Actualmente el torneo Melody Amber de Mónaco reúne cada año a los mejores jugadores del mundo que se enfrentan en duelos singulares que consisten en una partida rápida y una partida a la ciega. En este torneo, los jugadores tienen una pantalla de computadora delante, donde se muestra un tablero vacío, sin piezas, y realizan su jugada mediante el ratón de la misma, indicando la casilla de origen y la de destino de la pieza que quieren mover. Si la jugada es ilegal, el sistema manda un sonido de alerta y el jugador tendrá que hacer alguna otra jugada.
Pero la realidad es que el jugar a la ciega es algo que los jugadores deben aprender a hacer, porque en las competencias está prohibido mover las piezas para ver si nos agrada o no una posición. “Pieza tocada, pieza jugada”, reza la máxima ajedrecística, y no hay excepciones a esta regla. Así, el jugador debe ver en su mente cómo quedará el tablero, qué piezas se cambiaron de posición en una secuencia específica de jugadas.
Obviamente este análisis mental tiene un límite, pero es claro que los jugadores de gran nivel pueden calcular muchas jugadas y visualizar en sus mentes la posición final después de una secuencia específica de movimientos.
Las computadoras actuales, con los programas de ajedrez más fuertes, pueden calcular con toda precisión mucho más jugadas adelante, pero la ventaja de la máquina es que internamente, en su memoria, “mueve las piezas y observa cada posición que se produce”. Por ello, es claro que la competencia entre hombres versus máquinas es una justa donde la computadora no cumple con las leyes del ajedrez competitivo, pues para la máquina no existe en realidad eso de “pieza tocada, pieza jugada”.
Aun así, desde luego, estos eventos de ajedrez para medir la fuerza humana contra los ingenios de silicio siempre son fascinantes, porque permiten valorar, al final de cuentas, qué tanto entendemos de ajedrez y, además, hacer que la máquina deje de ser la antagonista en el tablero para convertirse en un buen aliado para analizar posiciones de ajedrez hasta sus últimas consecuencias.
Hace pocos años hice un profundo estudio de este tema. Puede verse en Perfeccione su Ajedrez, de editorial Selector. A los lectores de esta columna, que asumo les interesa poder aprender jugar a la ciega y así mejorar su nivel de cálculo y de visualización del tablero, les ofrezco mi software gratuito para desarrollar esta habilidad, que evidentemente puede ser aprendida. Escríbanme a morsa@la-morsa.com y a vuelta de correo tendrán el programa y las instrucciones para instalación y uso del mismo.