¿El mejor de los mundos?

viernes, 18 de febrero de 2011 · 01:00

MÉXICO, DF, 16 de febrero (apro).- Fundamentalismos, terrorismo, crimen organizado, sida, drogas, mal reparto de la riqueza, crisis económicas, desprestigio de poderes, tanto públicos como privados, corrupción del poder, sea éste político, religioso, financiero, industrial, del mercado, de los medios, empleos precarios, empleos mal pagados, desempleo, hambre, evidentes y escandalosas desigualdades económicas, guerras preventivas, imposición de la democracia a sangre y fuego, son hechos evidentes que angustian a los humanos en esa su llamada globalidad .

Siendo irrefutable lo arriba expuesto, en verdad que me sorprende y le pregunto, respetable Tío Lolo, ¿cómo se atreve a afirmar que esa globalidad es el mejor de los tiempos? El no estar de acuerdo con usted ni con los que puedan pensar, hablar y obrar de igual manera, es por lo que, saliendo de mi eterno reposo, escribo la presente, rompiendo con mis principios.

No se sorprenda, pero su pensamiento básico no es muy diferente del mío, que es el pensar en la imposibilidad para la mente humana de todo conocimiento cierto, el estar convencido de que los juicios de los hombres sobre la realidad no son más que convencionalismos, pero hasta ahí coincidimos nada más, pues su servidor, persuadido de que la razón humana es incapaz de descubrir la verdad, recomendé, como primer principio de mi filosofía, la apojé, es decir, la abstención de todo juicio, el silencio, el recogimiento sobre uno mismo, única vía para conseguir la ataraxia, esto es, la imperturbabilidad del alma, segundo principio al que tendía mi filosofía y el fin más alto de la vida para varias corrientes filosóficas; este término, que describe la serenidad tan deseada y perseguida por tantos, filósofos o no, hecho de indiferencia y dominio sobre las propias pasiones, lo empleó por primera vez Demócrito, materialista y ateo él.

Bien, siguiendo con el tema que estamos debatiendo, le informo que su servidor, como tantos otros filósofos, igualmente buscaba y perseguía la felicidad de los humanos, tanto de los otros como la propia. Para conseguirlo sólo vi una vía, también como otros filósofos, los estoicos por ejemplo, la de conseguir la imperturbabilidad, y para alcanzarla, los humanos, como dije, deben abastecerse de todo juicio concreto sobre las cosas y los hechos, pues desconocen los que los mismos representan y jamás podrán conocer la esencia de su naturaleza, ya que lo órganos de los sentidos no dan pruebas fidedignas; no hay más que ver que diferentes personas perciben las cosas y los hechos de diferente manera y, por consecuencia, emiten sobre las mismas juicios contrapuestos, ninguno de los cuales es verídico, sino probable. Por eso, como también señalé más arriba, hay que renunciar a conocer el mundo, hay que ser indiferente a lo que se considera verdad para, de esa manera, poder alcanzar una vida plácida, de sabia indiferencia conseguida a través del dominio de las propias pasiones.

¡Mas ay! Hoy veo con alarma e incluso angustia que, por llamarlo así, mi virtuoso escepticismo ha llevado a ese su tiempo de la globalidad al idealismo del solipsismo, que usted, respetado Tío Lolo, tanto celebra por entender, y así es que, el triunfo del yo, del nada existe fuera del pensamiento de la persona, de la victoria al individualismo sobre lo social; igualmente veo, repito, con alarma y angustia, que mi cauta indiferencia la han convertido en desenfreno de pensar que pueden ir más allá del bien y del mal, pues como decía el siniestro Vautrin, personaje creado por Balzac, “no hay principios, no hay más que acontecimientos”, ya que ideólogos como Adam Smith, F. Savater y G. Lipovetsky, citados y celebrados por usted, les han dado argumentos de sobra para que crean y estén seguros que pueden pensar, hablar y obrar como les venga en gana, pues al fin de cuentas el libre ejercicio del narcisismo, egoísmo, hedonismo y egolatría de cada uno contribuyen al bienestar de todos.

Si esa es la verdad, ¿ella explica el que estén tan abrumados, atemorizados y afligidos por los problemas citados al inicio de la presente?

Si así no es, ¿a qué se debe a que no estén viviendo en el mejor de los tiempos? ¿Es qué no hay otro posible? ¿No puede cambiarse?

Espero su respuesta.

Con mis mejores deseos.

PIRRON DE ELIS

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