El tercer almanaque del Conaculta, más cifras alegres

viernes, 18 de febrero de 2011 · 01:00

MÉXICO, D.F., 16 de febrero (apro).- Con el título Instituciones Culturales de México 2010, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) publicó un volumen que da cuenta de las instancias encargadas de la ejecución de los programas de difusión de las artes y la cultura, instrumentados por la administración pública federal.

Se trata de un libro lujoso de 601 páginas, profusamente ilustrado con imágenes fotográficas de los grupos artísticos, espacios culturales u obras, sitios arqueológicos e históricos, y demás bienes que conforman el patrimonio cultural de la nación.

En el mismo tenor va del Atlas de infraestructura y patrimonio cultural de México y la Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales –también publicados por el Conaculta–, en el sentido de ser un “instrumento” que arroja información sobre el estado del sector cultural, para construir “el proyecto cultural del siglo XXI mexicano, (que) tiene como premisa irrenunciable la búsqueda de verdades amplias que nos contengan a todos”, dice en la presentación la titular del Consejo, Consuelo Sáizar.

Y justifica: “…necesitábamos un espejo, una revisión panorámica que pusiera en perspectiva lo heredado, lo construido, lo logrado; que permitiera constatar la grandeza cultural de México. Estas páginas tienen como propósito exponer tanto los vestigios arqueológicos y las decenas, centenares de monumentos y sitios propios de nuestra herencia histórica, como la amplia red de organismos e instituciones culturales que hacen posible millares de expresiones artísticas, y que han puesto de manifiesto que México es una potencia cultural mundial.”

Esta publicación no alcanzó a ser comentada en el reciente foro de análisis, organizado en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, por el Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU), que encabeza el periodista, promotor y exdiplomático Eduardo Cruz Vázquez.

Y es posible que se le hubiesen hecho las mismas o algunas de las críticas que los otros instrumentos recibieron, en el sentido de no mostrar la realidad del país --aspecto admitido por Sáizar en el texto introductorio al indicar que este catálogo es “enorme y contundente, pero no definitivo ni completo”--, sino un concepto de cultura “aristocrática”, centrada en las artes, y que su enfoque es limitado al quehacer de las instituciones y no a la cultura amplia y diversa del país.

En este tercer volumen se pueden encontrar datos como que el Conaculta fue creado en 1988 por decreto del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, o que el Instituto Nacional de Antropología e Historia tiene bajo su tutela 110 mil monumentos históricos erigidos entre los siglos XVI y XIX, así como 178 zonas arqueológicas abiertas al público y 116 museos.

O bien que el Centro Nacional de las Artes (Cenart) fue creado en 1994 por los arquitectos Enrique Norten, Alfonso López Baz y Javier Calleja, Teodoro González de León y Ricardo Legorreta, y que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes  ha otorgado en dos décadas 12 mil becas que han generado 100 mil obras.

En su crítica, los especialistas que participaron en el foro de discusión del GRECU destacan la falta de una verdadera transparencia y democracia en el ejercicio presupuestal y la toma de decisiones por parte de los funcionarios del sector, pero también la ausencia de un verdadero diagnóstico para conocer las necesidades, carencias, demandas de la sociedad, y marcar el rumbo de las futuras políticas públicas.

Por el contrario, de lo que se lee se puede desprender que todo va bien. Baste una muestra acerca de lo que es el Conaculta:

“Es la institución de mayor relevancia en los sectores culturales y artísticos de México… el organismo más importante en cuya responsabilidad recae la coordinación de las políticas públicas culturales del Estado mexicano… A más de 20 años de existencia, el Conaculta ha alentado las expresiones culturales de los diversos grupos sociales… ha buscado con éxito que nuestra cultura y arte tengan presencia en los foros del extranjero más sobresalientes.”

Cabría preguntar: ¿qué es lo que se quiere construir en este siglo XXI? o ¿Para qué cambiar de rumbo si las instituciones funcionan “con éxito”? Y habrá que buscar en otro sitio las razones por las cuales se ve a México en el extranjero como un país violento, invadido por el narco, con serias deficiencias en su sistema de impartición de justicia, y con graves carencias en materia de educación, que --para completar el cuadro-- causa daño a sus bienes culturales desde las instituciones encargadas de preservarlos.

Para lo que ofrece de información este tercer documento, no hacía falta un volumen tan lujoso, difícil de manejar por sus dimensiones, aunque ciertamente muy bello en sus imágenes y reproducciones fotográficas.

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