El homenaje a Guillermina

viernes, 25 de febrero de 2011 · 01:00

MÉXICO, D.F., 23 de febrero (apro).- Para Guillermina Bravo su homenaje no tuvo la fuerza misma que tuvo su carrera artística: Ni se presentaron sus obras ni se convocó a la alcurnia intelectual y, para colmo, ni les pagaron los seis meses de sueldo a los profesores de su centro de enseñanza en la ciudad de Querétaro, como habían prometido las autoridades.

Con las mejores instalaciones de danza del país, la escuela de Guillermina significa un verdadero lujo asiático en la danza mundial. Ni siquiera las antiguas instalaciones de la Ollin Yoliztli eran tan buenas,

Claro, Guillermina tuvo claro el valor de su trabajo y de sus bailarines y consiguió las mejores condiciones de trabajo posibles. Algunos de sus salones son incluso más grandes que el foro mismo de Bellas Artes,

Y al paso del tiempo, sin ayuda del estado, sin ayuda del INBA y sin reconocimiento alguno del Conaculta, es claro que muchos directores de casas de cultura se frotan las manos esperando apropiarse eventualmente del lugar para convertirlo en un algún lamentable taller de carpintería, un área de artes plásticas y hacer salones chiquitos de danza, pues al fin y al cabo para que quieren los bailarines espacios de tales dimensiones, “ni que bailaran tanto”.

Es una desgracia darse cuenta entonces que con la mano derecha le tuercen el cuello a Bravo, mientras que con la mano izquierda le hacen homenajes absurdos, donde la pobre  maestra tiene que viajara hasta a México para ser ovacionada –relativamente-- por unos cuantos que nunca más volverán a ver las obras de la más importantes de las creadoras coreográficas que ha dado México.

Con su cigarrillo en la mano y su tanque de oxígeno a su lado, Bravo tiene varias vértebras destruidas, no debe arriesgarse a hacer tanto esfuerzo mientras literalmente le dan una patada en el trasero a su proyecto.

Es más, la única razón que justificó su presencia el pasado sábado 19 en el mal renovado Palacio de Bellas Artes sería que esto sirviese de detonante para que su escuela y sus profesores –entre ellos grandes intérpretes y bailarines--, como Antonia Quiroz, Miguel Ángel Añorve y Orlando Scheker puedan no sólo vivir dignamente sino seguir enseñando la técnica que Bravo introdujo en México contra viento y marea para formar bailarines como pocas veces se han visto.

La mala memoria, la burocracia, y sobre todo la ignorancia han llevado a las autoridades culturales ha pensar que todo tiene que caber en una estúpida y cretina estructura burocrática. No se han enterado que en el arte todas las circunstancias son de excepción o no suceden.

A Goytia le hicieron grandes homenajes y sus obras se venden en miles de euros, pero el anciano murió en la pobreza y en la insalubridad. Rulfo se tuvo que conformar con su puestecito en el INI, con su espantoso escritorio. Nunca más volvió a escribir.

Miguel Añorve, el mejor bailarín del siglo XX y su esposa Antonia Quiroz la mejor bailarina del siglo XX, lejos ven un reconocimiento a lo que alguna vez lograron. Pocos saben como encumbraron la mejor compañía de su época.

País sin memoria, egoísta y limitado a los intereses políticos, México no será nada hasta que se reconozca su patrimonio cultural como se debe. Si no, pasará lo que con Francia, donde cualquier estadista de segunda como Sarkozy, prefiere pisotear nuestra riqueza cultural sólo para hacerse popular defiendo a una criminal confesa.

 

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