A qué tanto brinco
MÉXICO, D.F., 10 de marzo (apro).- Estimados lectores: ustedes, como un servidor, no ignoran que la globalidad en la que vivimos ha sido en gran medida conformada y está principalmente regida por un orden o conjunto de principios y doctrinas del llamado liberalismo; principios y doctrinas de los que el capitalismo se dice representante y proclama ser la expresión más acabada y justifica con el hecho de que los siglos XIX y XX, gracias a él, es la historia de un aumento, antes nunca conocido, de la riqueza que se transforma en bienestar individual y social.
Ante esta realidad, por tantos tan querida, me sorprende el adolorido estupor y las amargas críticas al ciudadano mexicano del común por parte de científicos sociales, líderes de opinión y periodistas de diversos medios –doloridas y amargas críticas— suscitadas por los datos y cifras de una encuesta coordinada y dada a conocer por la revista Nexos en días pasados. ¿Qué le ocurre a dichos estudiosos y comunicadores, en especial a los que, entre ellos, militan en las filas de los políticamente correctos?
En lo personal, por lo que respecta a dichos estudiosos y comunicadores, por su demostrado apego a la actual globalización, aunque sea con sus asegunes, pienso que deberían estar locos de contento al saber, según informa la citada encuesta, que el 67 por ciento de los mexicanos tienen espíritu y cultura de triunfadores, pues eso quiere decir que se está hablando de una sociedad en que la mayoría de sus integrantes no son unos atenidos a las ayudas o subsidios gubernamentales ni a la filantropía privada, sino de una sociedad que promueve e impulsa el esfuerzo individual, lo que es la esencia del pensar liberal y del neoliberalismo, los que, recordemos, proclaman, sostienen y defienden con pasión al individualismo, o sea, a la doctrina que valora al individuo y sus intereses particulares por encima de la sociedad y sus intereses colectivos.
Igualmente –aclaro: según mi parecer--, esos analistas de lo social, informadores, trabajadores de los medios, que a través de su actividad han demostrado su corrección política y, por lo general, su inclinación a la globalidad en que se vive actualmente, deberían estar echando las campanas al vuelo pues, según resultados de la misma encuesta, el 86 por ciento de esos 67 por ciento de ciudadanos con cultura de triunfadores tienen aspiraciones únicamente individuales, y el 63 por ciento expresó que cree que el esfuerzo individual es más importante que el esfuerzo de todos como país. ¡Magnífico!, pues hay que tener en cuenta que la intervención personal, la iniciativa privada, son de los principios más importantes del liberalismo.
Ante estas realidades confieso que no entiendo y me confunde el que esas personas, acérrimas partidarias de la globalización aunque sea con su asegunes, se encuentren doloridamente sorprendidas y se hayan puesto a criticar, directa e indirectamente, al ciudadano del común y estén escandalizadas porque Nexos, ante los resultados de la encuesta, bautizara de liberal salvaje a todo aquel que respondió de la manera arriba escrita.
Frente a esta situación contradictoria no puedo sino preguntarme ¿a qué viene tanto brinco estando el suelo tan parejo?, como sentencia el dicho popular, pues el padre de la economía liberal, Adam Smith, junto con otros ilustres de su tiempo, ¿no sostuvo que el egoísmo humano es el motor de la sociedad y la clave del bienestar de lo social en su conjunto?, o como dijera de manera más concisa Bernard de Mandeville: “vicios privados, beneficios públicos”. ¿Qué pensar de las personas del adolorido estupor ante los resultados de la citada encuesta, las de las amargas críticas al común de los ciudadanos, las escandalizadas por el bautismo llevado a cabo por Nexos?, personas cuyos sentimientos encierran en sí mismos la afirmación y la negación de su ideología. (Aquí una duda me asalta: ¿será lícito emplear esta última palabra cuando ya se ha dictaminado la muerte de la misma?)
Cierro la presente con esta propuesta: ante esta paradoja, la del sí y el no en el sentir, pensar, hacer y decir que tantas veces se da en el humano, ¿dónde está el problema a resolver, ¿en las personas o en los principios y doctrinas que profesan y sostienen? ¿Qué es lo que hay que cambiar, a los individuos o sus principios y doctrinas?
Con los saludos de su humilde servidor
PERFECTO PEREGRINO