Respuesta

viernes, 18 de marzo de 2011 · 01:00

MÉXICO, D.F., 16 de marzo (apro).- Mi apreciado Perfecto Peregrino: en aclaración a su carta a este buzón, en la que manifiesta su sorpresa por las contradicciones que encuentra en esta globalidad en la que respiramos y nos mueve a su pregunta de si se debe cambiar la misma o las personas para eliminar las primeras, puedo decirle lo siguiente:

“Por principio, consuélese, pues habemos muchos que nos encontramos en igual situación, incluso personas distinguidas en las artes del pensar y en las de expresarse, como lo son los escritores.

Pienso que el por todos conocido Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, puede ser un buen ejemplo de la paradoja, de la contradicción que con tanta frecuencia se da en todos nosotros, los humanos. Como bien se sabe, Mario Vargas Llosa es un entusiasta partidario del capitalismo global, a punto tal que ha llegado a ser uno de los ideólogos y publicistas más respetado, admirado y representativo del mismo. Pues bien, Vargas Llosa escribió, hace tiempo, lo siguiente (aclaro, los paréntesis son míos):

“Este sistema (el capitalismo global) está basado en la libre empresa y el libre mercado, es decir, en la competencia, un rivalizar constante de los individuos y las empresas entre sí para conquistar mercados y en relegar o desaparecer a los competidores. Este es un sistema frío, amoral, que premia la eficacia y castiga la ineficacia sin contemplaciones. No es una ideología (¿se puede asegurar tan rotundamente?), no es una religión, no engaña a nadie prometiéndole la felicidad (¿en verdad no? Entonces, ¿qué es el éxito?) o el paraíso en éste ni en el otro mundo. Es una práctica, una manera de organizar la sociedad para crear riqueza. Por sí solo deshumanizaría a la sociedad y la convertiría en una jungla despiadadamente darwiniana, donde sólo sobrevivían los más fuertes…”

Bien. En lo personal, considero que, de manea general, difícilmente se podría hacer una crítica más concisa de lo que es el capitalismo global, por lo que me causa estupor que a continuación también escribiera lo que sigue:

“Se humaniza (el capitalismo global) gracias a la democracia, con un Estado de Derecho, donde haya jueces ante los cuales puedan acudir los ciudadanos cuando son atropellados, leyes que garanticen el respeto de los contratos, la igualdad de oportunidades para todos e impidan los monopolios y los privilegios, y unos gobiernos representativos a los que fiscalice la soberanía a través de los partidos de oposición y una prensa libre”.

Mi apreciado Perfecto Peregrino, le sugiero que dé por subrayado todo el párrafo anterior, pues según mi saber y entender, el mismo no es más que una propuesta de utópicas buenas intenciones (tengamos en cuenta que la ideología capitalista, por decreto, ha decidido la muerte de las utopías, entre otras cosas), pues no hay más que recordar que hay gobiernos dizque democráticos, en los que se da el reparto inequitativo de la riqueza, la concentración de la misma, la desigualdad de oportunidades y en los que se generan monopolios; gobiernos que se dicen y son tenidos por democráticos, con los más poderosos y representativos de dicho sistema político, que por años y años han tolerado, apoyado e incluso ayudado a gobiernos autoritarios, corruptos; poderosos y grandes gobiernos que se consideran a sí mismos y son tenidos por otros como escudo de la democracia y martillo de los críticos y enemigos de la misma y, por añadidura, paladines de la paz que son, paradójicamente, los mayores mercaderes de armas en el mundo, poderosos gobiernos que, dado el caso, no dudan en desencadenar guerras preventivas basándose en mentiras.

¡Ay!, mi apreciado, por más que nos angustie o enfurezca, no nos queda más remedio que recordar todos los contradictorios hechos que podamos, y ante todos los más negativos, los que más afectan al humano, si es que tenemos voluntad para superarlos, pues como dijo otro escritor, Milan Kundera, la lucha de los hombres contra el poder (que siempre corrompe) es la lucha de la memoria contra el olvido.

Lo expuesto en la presente, pienso que demuestra con creces que todas las personas, unas por cartas de más y otras por cartas de menos, somos paradójicos, contradictorios por naturaleza, así como que las buenas intenciones pueden ser tan absurdas como el dicho popular que describe los imposibles: Si mi tía tuviera ruedas sería bicicleta… pero no hay que desesperar, pues con eso que la ciencia progresa que es una barbaridad, quién quita que con el tiempo y un ganchito esa ciencia, por medio de la biónica, haga de nuestra tía un cyborg, un ser con ruedas metálicas.

Que la esperanza sea con usted, mi apreciado Perfecto Peregrino.

JUAN RECUERDA

Comentarios