Atolondramiento
MÉXICO, D.F., 20 de abril (apro).- Aturdidos humanos: les escribo, no porque éste, su servidor, sea un contradictor profesional; se debe a su frecuente pensar precipitado, que no pocas veces les lleva al error del hablar y actuar, a la falta de respeto e incluso a la ofensa. Ese es nuestro caso.
Por siglos se han dedicado a desprestigiarnos de la manera más ignominiosa. Si uno de los de su especie, según su opinión, es necio e ignorante, a los que hacen y dicen necedades o tonterías, a los que son obstinados, a sus prójimos que se expresan con incoherencia o de manera zafia, los que se conducen con brutalidad, los motejan de asnos o de burros si son varones, y de asnas o burras, si son hembras. Por si esto fuera poco, tienen refranes que en nada nos favorecen: ¿qué uno de los suyos se empeña en estudiar pero no entiende muy bien lo que aprende o no tiene ingenio para usarlo en su beneficio?, lo califican de “asno cargado de letras”; si alguno de sus semejantes descubre o da con algo importante sin haber tenido la intención, por casualidad, pues lo descalifican diciendo que es “un burro flautista”. Luego está la frase injuriosa que sentencia: “el asno no se aviene a razones si no es a palos” y, para completar el cuadro, tienen ese dicho leguleyo de “la ley del palo y la zanahoria”, siempre representado por uno de los de nuestra especie tirando de una carreta por correr para alcanzar una zanahoria puesta ante sus ojos por medio de una vara y un hilo, y una estaca que su usará cuando, cansado de perseguir a la inalcanzable zanahoria, intente detenerse.
Nada de ello nos hace la menor gracia. Por conocerlos, sabemos bien que los que más y mejor ejemplifican lo anteriormente expuesto y a nosotros achacado, son ustedes, los humanos, pues, como también dicen, “son los únicos animales que tropiezan más de dos veces en la misma piedra”. ¿Por atolondrados, prepotentes, por tercos o testarudos? Ustedes dirán por qué.
Por lo que respecta a nosotros, su historia nos muestra y demuestra que ustedes, los humanos, son constantes en sus propósitos, difíciles de persuadir, esto es, tozudos en esencia, por lo que juzgamos que eso de “la ley del palo y la zanahoria”, es más de ustedes que de nosotros, lo repito, por lo que pensamos que en vez de uno de los nuestros, debe ilustrar a la misma uno de ustedes. Veamos algunos ejemplos que lo confirman.
Lo que ustedes consideran su “historia sagrada”, o sea, su relación con la divinidad, los exhibe como unos empecinados en el error, en el pecado, a tal punto, que Dios, en su ira generada por ese su empecinamiento, no una, sino hasta tres veces los castigó, por necios, los arrojó del Edén; por obcecados en el pecado, estuvo a punto de acabar con su especie por medio del diluvio universal; por su obstinada arrogancia, fueron confundidos y dispersados por su intento de llegar al cielo con la Torre de babel… y así siguen confundidos, dispersados y presuntuosos.
Su historia laica, por así llamarla, por más que digan los optimistas, da la razón a los pesimistas estudiosos de la misma, a los que confirman de algún modo su historia sagrada, a los que dicen que no son ningunos ángeles caídos, que “…no son criaturas amigables sedientas de amor”, como observó Sigmund Freud, sino más bien seres instintiva y profundamente agresivos, de una agresividad que no pueden sacudirse, ¡pues la misma les ha servido y les sirve para la supervivencia!, como afirma Honrad Lorenz, uno de los fundadores de la moderna ciencia de la etología, por lo que están condenados a una inevitable y eterna “guerra de cada hombre contra cada hombre”, como sentenciara hace más de dos siglos Thomas Hobbes; guerra por la supervivencia en la que ustedes, las humanas criaturas, cometen actos a los que no llegamos los otros animales, pues ningún otro trata tan brutal y sádicamente a los de su propia especie.
Estos hechos irrefutables, espero que no les extrañe ni les incomode, si insisto en ello, permiten pensar que “la ley del palo y la zanahoria” es la que más va con su naturaleza y la que mejor explica que por eso tiene promesas de paraísos en el más allá, de progreso, de perfectibilidad, de libertad y otras parecidas, ofrecimientos y promesas para que tiren de la carreta mientras las persiguen, y para cundo intentan detenerse, por cansancio, desencanto o lo que gusten y manden, tienen el palo para hacerles desistir y obligarles a que continúen tirando de la carreta.
Bueno, esta es nuestra opinión; por supuesto, ustedes, los humanos, pueden desmentirla con sus palabras y obras. ¿Serán capaces?
En nombre de todos los míos.
ASINUS, el burro guardián.