Saña contra evangelistas

viernes, 22 de abril de 2011 · 01:00

MÉXICO, DF., 22 de abril (Proceso).- “Los secuestradores pueden venir por mí hasta acá, a la Ciudad de México. Mi vida corre peligro... me pueden matar en cualquier momento”, dice preocupado el pastor Arturo Farela, dirigente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice).

Explica a Proceso que el grupo que secuestró al pastor Josué Ramírez Santiago el domingo 10 en Lázaro Cárdenas, Michoacán, está molesto porque Farela gestiona el rescate.

“Los secuestradores están enojadísimos. No les gusta que intervenga con mis gestiones. Le han dicho a la familia del pastor Josué que ya no van a negociar su rescate. Puede ocurrir lo peor en cualquier momento… lo peor”, agrega Farela, mientras deambula inquieto por su amplio despacho, con el rostro demudado y las manos metidas en los bolsillos del saco.

–¿A quién está recurriendo para lograr el rescate? –se le pregunta.

Farela se desploma en el sillón. Descansa los codos sobre el escritorio. Angustiado se alisa el cabello con la palma de la mano. Contesta con ánimo decaído:

“Acabo de estar con la señora Margarita Zavala, la esposa del presidente Calderón. Hablé personalmente con ella, le pedí que interviniera, le dejé una carta con la petición y le comenté que nosotros no tenemos los 20 millones de pesos que piden por el rescate. Es una suma estratosférica”.

–¿Qué le contestó?

–Me prometió que el gobierno federal actuará de inmediato.

La mañana del domingo 10, Josué Ramírez oficiaba misa ante unos 500 feligreses en su templo –la iglesia del Shaddai– cuando, a bordo de unas siete camionetas, llegó un grupo de hombres encapuchados y armados con metralletas entró al recinto y empezó a disparar para atemorizar a los fieles. Los maleantes sacaron del templo al pastor y se lo llevaron en uno de los vehículos. Después se comunicaron con su esposa, Abigaíl Herrera, para pedirle un rescate de 20 millones de pesos.

Farela tuvo que intervenir pues la Shaddai (“nombre de Dios” en hebreo) está afiliada a la Confraternice, que aglutina a 10 mil iglesias locales y a 300 asociaciones evangélicas en todo México.

Cuenta: “Mi obligación también es velar por la seguridad de los pastores de la Confraternice. El secuestro del pastor Josué es sólo un caso más, pues el crimen organizado les está pegando muy fuerte a los pastores del país, tanto de la Confraternice como de otras organizaciones evangélicas”.

–¿Cuántos pastores evangélicos hay en México?

–Aproximadamente unos 50 mil. Dan servicios religiosos a alrededor de 25 % de la población que ya es cristiana evangélica.

–¿El crimen organizado ya ha matado a algún pastor?

–No que yo sepa. Pero sí ha matado a hijos y familiares de pastores. Por otro lado, en lo que va del sexenio ya van más de 100 pastores secuestrados y extorsionados.

Farela cita el caso de Eduardo García, de Ciudad Juárez: mataron a su hijo Abraham y apenas el mes pasado secuestraron a su hija Griselda, por la que se tuvo que pagar rescate.

También en Ciudad Juárez y otras zonas del norte del país –dice– muchos pastores son obligados a pagar “derecho de piso” al crimen organizado.

“Le pongo el ejemplo del pastor Mario Rivas, de Ciudad Juárez. Un grupo de sicarios llegó a su templo, contó las sillas que hay en el recinto y le dijo: ‘Tienes 500 sillas, vas a tener que pagarnos una mensualidad por cada una, para darte protección’. Muchos pastores caen en ese tipo de extorsiones”, dice Farela.

–¿Qué medidas de seguridad está tomando la Confraternice?

–Estamos recomendando a los pastores que, por su seguridad y la de sus fieles, ya no den misas por la noche. Los oficios religiosos también se han tenido que recortar; si antes duraban dos horas, ahora son de una. En muchos templos ya sólo hay culto al mediodía.

Señala que, sin embargo, el problema más grave al que se están enfrentando las iglesias evangélicas es el asesinato masivo de jóvenes que tienen albergados en sus casas de rehabilitación.

“Hacemos mucho trabajo social con jóvenes alcohólicos y drogadictos, con niños huérfanos, madres solteras o ancianos. Los sicarios están llegando a nuestros centros de rehabilitación para matar a los jóvenes”, dice.

Farela recuerda que el 2 de septiembre de 2009 un comando llegó al centro de rehabilitación El Aliviane, de Ciudad Juárez, donde ejecutó a 18 internos.

El 10 de junio de 2010, otro comando entró al centro de rehabilitación Fe y Vida, de la ciudad de Chihuahua, donde acribilló a 19 jóvenes y dejó heridos a cuatro.

El 27 de octubre de ese año, 18 jóvenes del centro Alcance Victoria, de Tepic, estaban trabajando en una empresa de lavado de autos aledaña al centro, como parte de su labor de reinserción social, cuando un grupo de sicarios los ametralló y mató a todos. 

Farela se mesa el cabello mientras murmura: “Estoy desesperado... La población evangélica ha resultado muy afectada en esta guerra que el gobierno federal emprendió contra el narcotráfico. El presidente Calderón no dimensionó sus consecuencias. Más bien debió promover un trabajo preventivo en la sociedad. No lo hizo. Todos estamos pagando ese error tan grave”.

–¿Ahora usted teme por su vida?

–Sí. Mi vida está en peligro. Pero ni modo, yo tengo que dar la cara y defender a los pastores que están siendo secuestrados y extorsionados o a la población evangélica que es acribillada.  l

 

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