Demanda
MÉXICO, D.F., 27 de abril (apro).- Azorrillados adultos vivientes: sepan bien que los que podemos nacer estamos dispuestos a no hacerlo y les pedimos enérgicamente que no nos hagan nacer.
No es un capricho, tenemos motivos suficientes para negarnos a ver la luz y vivir en esa su globalizada sociedad en la que se mueven, misma que, según ustedes mismos dicen, es la del ocaso de las revoluciones, la de los fracasos de la utopía, la del crepúsculo de la perfectibilidad humana, la de la muerte de las ideologías, y de otras ideas y creencias parecidas, expresiones ellas en su mayoría hijas de seguras convicciones en la posibilidad, en la voluntad y en la decisión de la humana criatura de cambiar para mejor, de mejorar destinos individuales y sociales adversos a sus necesidades y deseos reprogreso, tanto mental o espiritual, como quieran llamarlo, como material de todos y cada uno de los individuos; creencias alentadoras y fomentadoras del derecho a luchar por el bien colectivo y personal. Bueno, eso es lo que nosotros, los nonatos, pensamos. Al respecto, ¿qué piensan y dicen ustedes, los maduros vivientes?
Mas no sólo por eso nos negamos a nacer en esa su globalizada sociedad, misma que discursea brillantemente sobre la familia, habla retumbantemente de los derechos del niño y sacraliza el matrimonio, entre hombre y mujer, por supuesto, discursos todos que resultan en su mayoría expresiones de buena voluntad que llevan al infierno de la realidad que los desmiente e incluso se burla de los mismos, pues en esa su sociedad globalizada, por lo común, los niños ya no juegan inocentemente con soldaditos de plomo, sino que con frecuencia, intereses de los adultos, nos convierten en soldados para que derramemos sangre de otros, o los otros derramen la nuestra; casos hay, que son más numerosos, en que adultos convertidos en soldados defensores de la libertad y de la democracia, nos hacen víctimas de su amor a las mismas, y lo mejor que nos puede pasar en esa situación es que nos maten, pues peor es que nos dejen mutilados física y psicológicamente, nos dejen huérfanos de padre o madre, o de ambos a la vez. Todos estos hechos, créannos, nos indignan, aterran y nos entristecen hasta la desesperación, y más cuando estas trágicas situaciones se despachan con el frío e indiferente calificativo de “daños colaterales”.
Luego está que los tan cacareados derechos de los niños, a la tan exaltada familia y sacralidad del matrimonio, tampoco les va tan bien en situaciones normales, ya que en la realidad no pocos de nosotros, en cualquier país, debido a la necesidad impuesta por esa su globalidad de ser productivos, eficaces y competitivos, tanto a nivel individual como nacional, nos priva del calor del hogar, de nuestros padres, pues el trabajo les hace ser padres ausentes, eso en el mejor de los casos, en el peor, nos puede tocar nacer de padres con empleos mal pagados, con empleos esporádicos o, de a tiro, desempleados. Todo esto propicia familias disfuncionales, en las que los hijos, nosotros, desde los pocos meses, pasamos a depender en lo físico y en lo de los afectos, de personas ajenas y crecemos la mayor parte de nuestra infancia fuera del calor del hogar. También hay que contar con que no pocas de esas familias, sus integrantes, se llevan como perros y gatos e incluso terminan por desintegrarse, lo que no es muy buen ejemplo que digamos para que nosotros, los niños, respetemos como pretenden, el prestigio del hogar, la santidad de la familia y la sacralizad del matrimonio. ¿Qué conceptos –o percepciones, como dicen ahora—pueden tener de esas sagradas instituciones o incluso de esa su sociedad globalizada en la que tendrán que moverse, los niños que no pueden acceder a la educación por causa de ser pobres y por pobres se ven obligados a trabajar por y en lo que sea, claro, siempre que encuentren ocupación, y que también por pobres probablemente crecerán con mala salud, eso si no tienen la suerte de morir antes, muerte que les evitará tantas desgracias, entre ellas ser niños de la calle o del horror de ser víctimas del mercado sexual infantil?
Con la esperanza que recuerden la presente en el día que nos dedican anualmente, y respeten y satisfagan el resto del año nuestra demanda de que no nos hagan nacer contra nuestra voluntad --¿serán capaces?—queda de ustedes en nombre de los todavía en proyecto.
JUANITO NONATO