La caminata hermanada por el dolor

miércoles, 11 de mayo de 2011 · 01:00

Larga la caminata encabezada por el poeta Javier Sicilia, en la que exhibieron fotos de familiares ejecutados o desaparecidos, los ciudadanos agraviados aprovecharon para mirarse a los ojos y reconocerse, como ellos mismos lo dijeron. Hermanados por el dolor, por los asesinatos que manchan de sangre la geografía nacional, fueron cientos los ciudadanos que marcharon durante cuatro días de Cuernavaca, Morelos, a la Ciudad de México... 

MORELOS-CIUDAD DE MÉXICO.- Largo, pesado el camino que desde Cuernavaca recorrieron los ciudadanos agraviados por la violencia del crimen organizado y, también, por la violencia de Estado… “La esperanza se construye paso a paso”, dice Olga Lidia Reyes.

“A todos nos une el dolor”, suelta como un suspiro el poeta Javier Sicilia. Acuosos sus ojos, abraza a Olga Lidia –una de las mil personas que lo acompañan en la “Marcha por la paz con justicia y dignidad” – y se abraza a sí mismo pues en su playera trae la imagen de su hijo asesinado a finales de marzo en Temixco junto con varios de sus amigos.

Detrás de él la columna de ciudadanos, algunos portando fotos de sus familiares asesinados o desaparecidos durante los casi cinco años de guerra contra el crimen declarada por el presidente Felipe Calderón…

Durante el trayecto, Sicilia, quien se niega a que lo consideren la “cabeza” de la movilización nacional e internacional, piensa en voz alta para compartir su sentimiento: “Vamos a llegar al lugar donde nació el país, porque es donde hay que reconstruirlo”.

Y lo escucha Olga Lidia. También Julián LeBarón, el menonita que encabezó un grupo ciudadano contra el secuestro en Chihuahua, precisamente en el momento en que blandía una bandera nacional. A los tres los une el dolor y la impunidad. Ella perdió seis familiares en Chihuahua; a LeBarón le secuestraron y asesinaron a su hermano Benjamín y a su amigo Luis Widmar en julio de 2009; Sicilia perdió a su hijo Juan Francisco, asesinado junto con seis de sus amigos hace varias semanas.

La marcha que partió de Cuernavaca concitó movilizaciones en distintos lugares donde la tierra también está manchada de sangre. Las historias de agravio son múltiples.

En la caminata viene Consuelo Valenzuela. Tiene 60 años y hoy clama justicia porque, dice, hace 10 años le desaparecieron a su hija Julieta Marlén González en Chihuahua. También participa María Elena Sánchez, una joven que busca a su hermano Jethro Ramsés, desaparecido apenas el domingo 1 en la feria de Cuernavaca. Y Miguel García Hurtado, quien aun siendo procurador de Michoacán purgó una condena en la cárcel de esa entidad acusado de ayudar presuntamente al crimen organizado. 

En otro contingente marcha la mamá de Joaquín Tena, a quien le gustaba el mar y por eso fue a Cancún durante un tiempo. El joven regresó para estudiar arquitectura en la UNAM. Pero sus sueños se acabaron el 7 de agosto de 2010, cuando un grupo armado entró a su casa y lo acribilló. Vivía cerca del Parque Hundido, en la Ciudad de México. Tenía 21 años.

“Los asesinos andan sueltos, todos los que estamos aquí tenemos las mismas historias de impunidad”, dice la madre del joven mientras muestra una pequeña pancarta con la foto de Joaquín y unas flores blancas pegadas en la imagen. 

A su lado caminaron durante varios kilómetros los familiares de Niza, Rocío y José Ángel Alvarado, desaparecidos en 2009 en Chihuahua; también los parientes de Pamela Leticia Portillo, asesinada el año pasado en la misma entidad. Vienen juntos para reclamar justicia y, confiesan, para saber que no están solos. 

 

El arranque

 

La caminata se inició el jueves 5 en la fuente de la Paloma de la Paz, ubicada a la salida de Cuernavaca rumbo a la Ciudad de México. La movilización denotó de inmediato la solidaridad y confianza entre los participantes, que comenzaron a contar sus historias. Como la de Héctor, un niño que decidió cambiarse el apellido después de que mataron a su hermano París a finales de 2010. 

París tenía 28 años. Dice que él tiene 16 años. Es delgado, su cara es de niño. Sus brazos, manos y cuello están plagados de cicatrices, similares a las de los adictos al crack. “¡Yo también quiero justicia para mi carnal!”, grita.

Tras escucharlo, el exprocurador michoacano Miguel García Hurtado lo secunda: “¡Por eso estamos aquí, porque coincidimos en que hay un uso faccioso de la justicia e impera la impunidad. Y aunque todos los implicados en el michoacanazo estamos libres, no podemos conseguir trabajo porque el gobierno federal boletinó nuestros nombres!”.

Mientras habla, García Hurtado no deja de observar las enormes mantas que llevan los chihuahuenses con fotos de sus familiares y la leyenda: “Justicia para nuestros hijos”.

Acompañado de una de sus hijas, también se queja porque, dice, no está conforme con que manden al Ejército a las calles a combatir a los delincuentes.

Uno de los participantes lleva un enorme cartel a color en el que se observa a un joven pintado de plata, cual efigie extraterrestre. Lo lleva un señor moreno que, dice, es el papá de Melchor Flores Hernández, El Vaquero Galáctico, un mexiquense que dejó su casa para probar suerte en Monterrey, donde hacía el performance de una estatua viviente en el paseo de Santa Lucía, a un lado del palacio de gobierno.

El 25 de febrero de 2009 los patrulleros locales de las unidades 534, 538 y 540 lo detuvieron. Nadie sabe dónde está. “Ya agotamos todas las instancias y nadie nos hace caso; por eso estamos aquí, a ver si así nos escuchan”, dice el padre de Melchor sin perder el paso. Confía en que los camarógrafos y fotógrafos lo retraten para que se divulgue el caso de su hijo.

En un costado marchan también los familiares de los niños que murieron quemados en la guardería ABC de Hermosillo, durante el gobierno de Eduardo Bours. Claman castigo para los responsables. Aseguran que sólo se detendrán cuando los verdaderos culpables estén en prisión.

Uno de ellos es José Francisco García Quintana, quien perdió a su hijo Andrés Alonso García Duarte en ese incendio. Tiene tatuada la tristeza en el rostro; sus ojos carecen de brillo, sólo se iluminan cuando habla de los 48 infantes muertos.

Y lo hace con rabia: “Dejaron a todos libres por desvanecimiento de pruebas. A la primera que sacaron del juicio fue a Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo, prima de Margarita Zavala, esposa del presidente Calderón.

“Se burlan de nosotros, de nuestro dolor. Por eso participamos en esta marcha, porque nosotros también somos afectados por la corrupción y la impunidad. No hay justicia. Nosotros le decimos a la gente que no se quede en sus casas, que no piense que están a salvo; le pedimos que salga y proteste porque la situación está muy mal en todo el país.”

Adelanta que a finales de mayo él y otros padres ocuparán el Zócalo de la Ciudad de México para realizar un juicio popular contra Felipe Calderón y todos los funcionarios responsables de la muerte de los niños de la guardería ABC.

 

Construyendo la esperanza

 

En Morelos, los habitantes comentan que los sicarios han aventado decenas de cuerpos mutilados a la altura de los kilómetros 76 y 78 de la carretera Cuernavaca-México. En el último año, dicen, han sido mil 300 los muertos.

Por eso, cuando el contingente que acompaña a Sicilia pasó por esa zona se detuvo un momento ante la cruz con el nombre de Jesús Sánchez, de 35 años, quien fue asesinado el 22 de abril de 2010. Sicilia exclamó que “todos somos víctimas” y pidió a sus acompañantes guardar un minuto de silencio.

“Hay que mirarnos a los ojos para reconocernos. Ahorita viene acompañándonos mucho el dolor, pero hay que vernos para reconocernos como seres humanos y no, como dice Thomas Hobbes, como lobos del hombre. 

“El pacto que proponemos viene del corazón y del amor. Debemos reconocernos como seres humanos porque si le creemos a Hobbes no llegaremos a nada. Estamos enfrentando fuerzas demoniacas porque lo que los delincuentes están haciendo, la manera como están matando, pertenece al submundo. Pero eso también lo está propiciando la clase política que los solapa.” 

Sus palabras son pausadas, diferentes de las que expresó cuando se enteró de que habían asesinado a su hijo Juan Francisco. Entonces estaba lleno de rencor, reconoce. Observa a Olga Lidia, quien dará a conocer los seis puntos del pacto Por un México con Justicia y Dignidad este domingo 8 en el Zócalo de la Ciudad de México: 

“Verdad y justicia para todos los asesinados en la guerra contra el crimen organizado; fin a la estrategia militar para dar un enfoque de seguridad ciudadana; combatir la corrupción y la impunidad; combatir la raíz económica y las ganancias del crimen; atención a la juventud y recuperación del tejido social, y el establecimiento de la democracia participativa y la democratización de los medios de comunicación.”

Olga Lidia también dará a conocer el documento el próximo 10 de junio en Ciudad Juárez, luego de que se firme en esa ciudad. Admite que está nerviosa, pero se indigna cuando recuerda a sus seis familiares muertos, las cuatro casas que le quemaron en Chihuahua, y a su madre y sus hijas encerradas en una casa de seguridad bajo el esquema de protección del gobierno federal.

“La paz se construye sacando a Calderón”, dice sonriendo. E insiste en que la paz se va haciendo en el camino, “con pasos firmes, sacando el miedo que se nos ha metido hasta los huesos y que paraliza y obliga a la gente quedarse en su casa”. 

 

Rumbo al Zócalo

 

Poco antes de que la marcha por la paz llegara a Topilejo se detuvo en el sitio donde el 26 de diciembre de 2010 el Ejército presentó ante los periodistas a tres adolescentes, casi niños, acusados de haber matado y enterrado a tres personas en una fosa clandestina localizada a un costado de la carretera. 

Uno de los fotógrafos que estuvo ahí recuerda que cuando los detenidos fueron presentados a la prensa negaron ser los responsables; afirma que vio cuando uno de los soldados tomó una manopla de hule de llanta y comenzó a golpear a los tres jóvenes para obligarlos a declararse culpables y denunciar que El Ponchis era el jefe de los niños sicarios en Morelos.

Ya en territorio de la Ciudad de México, escoltado por la Policía Federal de Caminos y elementos de la Policía de la Ciudad de México, Sicilia aprovecha para responderle al presidente Calderón:

 “Si es tan sensible como dice, que salga con humildad a recibir a la marcha junto con todo su gabinete. Si es sensible a la gente, que reconozca que ha cometido errores y que está dispuesto a cambiar su estrategia militar... Cree que nosotros queremos deshacer al país, pero está equivocado. Nosotros queremos construir la paz y para esto hay que refundar el país y que los partidos políticos también se limpien porque también están corrompidos”.

Édgar Cortez, de la Red Mexicana de Organizaciones de Derechos Humanos, asegura que la paz se construye con un combate real a la injusticia social y con una política que atenúe las desigualdades en el país:

“Hay que generar la confianza en las instituciones, que se vean que están al servicio de la ciudadanía y no de grupos de poder o incluso de la criminalidad.”

Con cautela, afirma que el reto de la movilización y del pacto por la paz que se firmará en Ciudad Juárez el próximo 10 de junio es que no sea un acuerdo de cúpulas de poder, sino de la ciudadanía. De hecho las organizaciones en Ciudad Juárez estaban renuentes a firmar el pacto hasta que Sicilia les explicó que este pacto es netamente ciudadano y que servirá para presionar al gobierno.

Cortez ve con optimismo la movilización. Sostiene que es un punto de encuentro entre grupos diversos. “Por eso es importante, porque expresa el sentir social de hartazgo y un renovado reclamo ante las autoridades por la paz y la justicia”.

Pietro Ameglio, experto en solución de conflictos y profesor de la Universidad del Claustro de Sor Juana, explica que el tema de la paz siempre ha unificado a la humanidad. Este anhelo, dice, tiene relación con un espacio, un territorio y un tiempo: no es lo mismo la paz en Cuernavaca que en Bachajón, Ciudad Juárez o Tamaulipas; tampoco lo es hoy que hace cuatro años, cuando en México había un proceso de desobediencia y de acción masiva en la calle, e incluso se pedía un cambio de régimen.

“Ahora es una lucha por sobrevivir, porque, como dijo monseñor Raúl Vera, el país parece un camposanto. De lo que hoy podemos hablar es de poner un alto a la espiral de la guerra, de la violencia”.

Ameglio explica que el sentido de la marcha es mandar un mensaje al gobierno, a los partidos políticos y a la sociedad en general para que hagan un alto en el camino y pidan que se replantee la estrategia de lucha contra el narcotráfico.

“Detengámonos. Pensemos un momento que, de seguir así la situación, nadie va a ganar, que sólo vamos a aumentar esta catástrofe de muertes; este holocausto sin rostro, de civiles a los que se sumarán los sicarios caídos durante los enfrentamientos. Todo esto nos lleva absolutamente a más violencia.”

Y cita a Gandhi: “No hay caminos para la paz; la paz es el camino”. l

 

 

 

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