"Réquiem para Jesús crucificado"

viernes, 6 de mayo de 2011 · 01:00

MÉXICO D.F., 4 de mayo (apro).-Si algo sabemos quienes vemos teatro con cierta regularidad, es que un nombre prestigiado en un elenco no es necesariamente garantía de éxito escénico. Tal es el caso de Réquiem para Jesús crucificado, obra estelarizada por la actriz Angélica Aragón, que se presentó con motivo de la Semana Santa en el Museo Panteón de San Fernando.

Réquiem para Jesús crucificado es un montaje basado en un texto en verso escrito en 1737 por Metastasio, libretista operístico y poeta italiano, quien recrea la hora posterior al descenso de Jesús de la cruz y que se presentó por primera vez en México en esta breve temporada.

El concepto es interesante, un poema dramático acompañado musicalmente por los arreglos de Luis Hilario Arévalo, con la participación de la soprano Fabiola Venegas y la inmejorable escenografía del Museo Panteón de San Fernando, que le imprime un particular sentido trágico a la narración en la que María Magdalena, José de Arimatea y Juan el apóstol, tratan de explicar a Pedro qué ocurrió desde que se escondió luego de la aprehensión de Jesús y su posterior crucifixión.

El primer problema es que la puesta está concebida como una lectura dramatizada, lo cual pudiera no ser tan grave si la lectura se hiciera en forma adecuada y no con tantos tropiezos, como sucedió en el estreno de la obra.

A partir de los cuatro personajes mencionados, la historia se entrelaza con textos retomados de Manuel Altamirano y Justo Sierra, que reflexionan sobre la humanidad y son dichos por La Verónica, la mejor interpretación del elenco, a cargo de la experimentada actriz Thelma Dorantes, la única que dice sus parlamentos de memoria, lo cual le permite un mayor rango expresivo.

A Angélica Aragón (María Magdalena) la salva la experiencia, su calidad histriónica y su bien decir el verso, en contraste con un Juan Ignacio Aranda sobreactuado que exagera los énfasis y abusa de la lectura, muy lejano del excelso nivel de su padre, don Ignacio López Tarso, el mejor decidor del teatro en verso en México.

Para colmo de males, la parte técnica no dio una con la iluminación, por lo menos en la función de estreno, con reflectores y robóticas que apuntaban en forma caótica hacia lugares donde nada ocurría o, en el mejor de los casos, de plano no funcionaron.

Insisto, el concepto es interesante, por lo que le sugerimos a la directora de la puesta, Marisela Lara, que si piensa reponer temporada en este u otro escenario, hay mucho que pulir y, de ser posible, evitar la lectura y exigir a los actores que se aprendan los parlamentos de memoria, como un primer paso para llevar a buen puerto la propuesta.

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