La Bienal de Venecia: Cinismo y sumisión

martes, 7 de junio de 2011 · 01:00
MÉXICO, D.F., 7 de junio (Proceso).- ¿Quiénes fueron los funcionarios y especialistas que seleccionaron a Melanie Smith (Inglaterra, 1965) como representante de México en la Bienal de Venecia 2011? ¿Por qué su obra es mejor que la de otros artistas? ¿Cuál es el costo total del proyecto; qué ganamos los mexicanos al financiarlo? Gestionada en un contexto de exagerada opacidad, la participación de Smith (Proceso, 1804) evidencia no sólo el desorden institucional en el que se encuentra el subsector cultura bajo la presidencia de Felipe Calderón sino, también, el imperialismo artístico de la globalidad, la hegemonía de un clan nacional que vincula al mercado con la administración pública, y la debilidad legal de la estructura institucional. Invitada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) apenas a finales del pasado mes de marzo –después de que la Bienal ya había dado a conocer las firmas de los pabellones nacionales–, Smith, con su participación, transparenta la irresponsabilidad profesional de la directora del INBA Teresa Vicencio, la subdirectora Alejandra Peña y la coordinadora nacional de Artes Plásticas Fernanda Matos.. Indiferentes ante su obligación de informar tanto el nombre y los criterios de las personas que definieron la selección como la relación costo-beneficio del proyecto –objetivos, metas, indicadores de evaluación, costos totales y tipo de financiamiento–, las servidoras públicas tampoco han respondido en tiempo las solicitudes de información presentadas a través del Sistema Infomex del Gobierno Federal. ¿Por qué han estado tan renuentes, esconden algo o no hay criterios que sustenten la elección, producción y costo del proyecto? Patrocinado por el INBA con el apoyo, entre otros, del galerista suizo Peter Kilchmann –quien vende la obra de Smith–, el proyecto titulado Cuadrado rojo. Rosa imposible señala vínculos y colaboraciones con el mercado internacional que las funcionarias deben justificar: con base en la Ley de Creación del INBA, las finalidades del organismo no incluyen actividades de misión directa o indirectamente comercial. Perteneciente a un clan artístico hegemónico que en la Ciudad de México se expande entre el INBA, el mercado nacional vinculado con el mainstream y la Universidad Nacional Autónoma de México –a través de los Museos Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) y Experimental El Eco–, Melanie Smith, bajo la curaduría de José Luis Barrios –asesor del MUAC–, presenta en Venecia videos realizados en colaboración con su esposo Rafael Ortega, una instalación y varias pinturas. Estas últimas, relevantes tanto porque pertenecen a un género que actualmente sobresale en la oferta general de la galería Kilchmann como, también, porque en México existe una diversidad y calidad pictórica que debió tomarse en cuenta. Silenciosas en lo que se refiere a la relevación de datos que ubiquen la pertinencia del uso de servicios y recursos públicos relacionados con el proyecto, Vicencio, De la Peña y Matos delatan, con su desempeño, la laguna que existe en el diseño legal de las instituciones culturales. Carente de un procedimiento definido de rendición de cuentas que exija la información pública, promueva la evaluación con base en metas e indicadores, y asegure la aplicación de las sanciones correspondientes, el INBA se mantiene en una indefinición de responsabilidades que oscila entre la arbitrariedad, la ignorancia y el cinismo. Indignados, silenciosos y sumisos –para obtener o no perder la beca del Fonca–, los artistas mexicanos ¿tienen el INBA que merecen?  

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